Reggie Washington Quartet. “Rainbow Shadow: A Tribute To Jef Lee Johnson”

Reggie-Washington

Reggie-Washington

Hace unas semanas, cuando me enteré de que Reggie Washington venía a Madrid, el bajista que tanto había visionado en múltiples vídeos desperdigados por la red con actuaciones junto a gente como Gene Lake, Ravi Coltrane, Jacques Schwarz-Bart o Poogie Bell y que adoro por su trabajo con los Five Elements de Steve Coleman, los RH Factor de Roy Hargrove, Cassandra Wilson, Don Byron o Lester Bowie, mi corazón dio un vuelco y, claro está, el primer y, por otro lado, nada original impulso fue sacar los pertinentes salvoconductos que me dieran acceso a tan prometedora velada.

Así pues, tras semanas de impaciente espera, el pasado 3 de marzo y formando en cuarteto con Marvin Sewell a la guitarra, el haitiano Pat Dorcean a la batería y DJ Grazzhoppa a los platos, se presentó Reggie Washington en el madrileño Café Berlín para ofrecer, inserto en una mini-gira europea y bajo el título de Rainbow Shadow, un homenaje a su compañero fallecido hace unos años, a uno de esos músicos en la sombra que, sin embargo, resultan muy necesarios en el desarrollo de un determinado género o de un instrumento concreto: el tan extraordinario como injustamente poco conocido guitarrista Jef Lee Johnson.

«Reggie Washington demostró una vez más que no le hace falta erigirse en el protagonista»

Con unos minutillos de retraso y un número demasiado escaso de asistentes que desangelaba algo el asunto, comenzó el recital con DJ Grazzhoppa haciendo de las suyas a los platos, sampleos de soul y scratches incluidos, para que paulatinamente Pat Dorcean fuera introduciendo un juguetón break de batería funk, recordatorio por detalles de los baterías de las bandas de James Brown, Clyde Stubblefield y Jabo Starks, y cuya idiosincrasia inundaría el groove eminentemente retozón y abierto que anticipaba lo que a la postre sería el patrón dominante de la actuación.

Sobre el evidente tapiz rítmico formado por la sobriedad y eficacia de las membranas y platillos de Dorcean, se fueron aposentando de a pocos las interacciones de Marvin Sewell a la guitarra, el mencionado Grazzhoppa y un Reggie Washington que una vez más demostró que no le hace falta erigirse en el protagonista de todo, con una forzada pirotecnia técnica como otros, para deslumbrar, sino que es capaz de obtener de su sola presencia y su instrumento un papel supervisor y dominador a partes iguales de cuanto acontece en el escenario.

«Marvin Sewell demostró por qué es uno de los guitarristas más interesantes desde hace unos años»

Y todo desde un segundo plano, diferencia ésta esencial entre un buen músico, efectivo en los suyo sin más, y un músico superlativo como es el bajista de Nueva York. Así que, como era de esperar, la mayoría de solos recayeron en los dedos virtuosos de un inspirado (y exageradamente frío y serio en el escenario) Marvin Sewell que demostró por qué es uno de los guitarristas más interesantes desde hace unos años para acá: retales M-Base, disonancias guitarrísticas, alteraciones armónicas y melódicas, psicodelia controlada y mucho, muchísimo anclaje en el blues, tal y como al homenajeado Jef Lee Johnson le gustaba.

Ya sabíamos que la música fabricada por el cuarteto es difícilmente clasificable. También lo fue esa noche para disgusto de los etiquetadores profesionales que tanto pululan por este mundillo.

Es hip-hop, es jazz, es blues, es funk, es neo-soul, es rock, es improvisación y es vanguardia, sí, pero, en realidad, no lo es porque su sonido trasciende casi todos esos encasillamientos, a menudo innecesarios. Un concepto apoyado además en la solidez que otorga ese lugar exacto donde la complejidad y la comodidad hallan el equilibrado necesario para transmitir.

Pat Dorcean, ante la falta de público: “Da igual. Ha sido un inmenso placer tocar para vosotros”

Cabe resaltar también el hecho de que Washington tenía a sus pies y sobre el entarimado una lista con un repertorio abierto compuesto por varias canciones. Tal y como él mismo se encargó de comentar, iba eligiendo las piezas sobre la marcha y comunicándoselo al resto de la formación, método que estaban probando (por primera vez) y que dotó a la oferta de un interesante y curioso matiz improvisador hasta el repentino final, sobrevevenido de forma abrupta apremiado por otra actuación programada posteriormente, dejándonos a muchos con ganas de más.

Después del concierto, y gracias a mi acompañante, más ducha que yo en las artes idiomáticas, pudimos intercambiar unas palabras con el batería Pat Dorcean que, al expresarle nuestro pesar por la preocupante falta de público, vino a decir algo así como que “Da igual. Ha sido un inmenso placer tocar para vosotros”. Y se notó. Vaya si se notó.

Rodrigo López (Donny)

Café Berlín, Madrid. 3 de marzo.

¡Comparte tus comentarios!

Deja un comentario