Texto: David Álvarez
Fotografías cedidas por Produtriz Agency
Hace casi cinco años apareció en mi lista de novedades el álbum He’s On Time (Colemine Records, 2019) de The Harlem Gospel Travelers. Nada más escucharlo me planteé si era música góspel verdaderamente nueva o una reedición de algún cuarteto antiguo que no conocía. Sonaban a los Swanee Quintet, a Robert Blair & The Fantastic Violinaires, a The Soul Stirrers, pero estaba lejos de parecer algo que se hubiera grabado recientemente. Acostumbrado al sonido de cuartetos consagrados en la industria góspel estadounidense como Lisa Knowles & The Brown Singers o Tim Rogers & The Fellas, The Harlem Gospel Travelers parecían venir de otro tiempo. Mayor fue mi sorpresa al mirar la portada del álbum: parecía una de las obras gráficas clásicas de Savoy Records que pintó Harvey en la década de 1960. En ese momento me puse a indagar quiénes eran The Harlem Gospel Travelers. No eran un grupo de viejas glorias del góspel, ni cincuentones que querían mantener viva la esencia de los cuartetos… sino unos adolescentes negros que salían de un programa educativo en Harlem –Gospel For Teens– y estaban producidos por un músico blanco. Sin duda, no era la respuesta que esperaba.

Ifedayo -que en lengua yoruba significa “el amor se ha convertido en gozo”- me ha contado cómo surgieron The Harlem Gospel Travelers. Me explica que el resumen de su historia está en el propio nombre del grupo: viajaban desde otros barrios neoyorquinos hasta Harlem para aprender música góspel en un programa de actividades extraescolares. En origen eran seis cantantes y poco a poco con la profesionalización de la agrupación han terminado siendo desde 2022 lo que podemos escuchar hoy. Preguntándole por los principios, tenía que saber quién había ideado aquel monumento del góspel vintage que es “He’s On Time”. Ifedayo escribió la canción cuando no pretendían ni dedicarse a ser profesionales. La canción nació en un ensayo junto a “Wash Me Lord”. Cuando Eli “Paperboy” Reed las escuchó, se los tomó en serio y empezó la elaboración del primer álbum. La cuestión es que el instituto había terminado, estaban en la universidad y parecía que todo había acabado, pero decidieron grabar lo que define como “una cápsula de nuestro tiempo juntos aprendiendo”.
Su segundo álbum, Look Up!, traía algunas canciones con un gran componente social, de continuidad en la lucha por los derechos civiles. Algunas me recuerdan a los imaginarios planteados por el espiritual negro y el góspel más social de artistas como Edwin Hawkins o The New York Community Choir. La colaboración de Aaron Frazer en ese disco, componiendo algunas canciones y cantando, es reseñable. Como herramienta de empoderamiento Ifedayo escribió canciones como “Fight On!” o “Held Your Head Up” en aquel proyecto, pero si miramos sus últimas grabaciones podemos ver que hay pocos materiales nuevos. Podemos escuchar sus versiones más recientes: “God’s Love” de The Spiritual Harmonizers, “God’s Been Good To Me” de The Mighty Walker Brothers, “We Don’t Love Enough” de The Triumphs y “Searching For The Truth” de Dwain Vinyard. Todas son canciones de artistas independientes, las más jóvenes con cuatro décadas, que son recuperadas en un ejercicio de arqueología musical. Eli “Paperboy” Reed conoció muchas de las piezas a través de la recopilación Good God! A Gospel Funk Hymnal (Numero Group, 2006) y les han marcado tanto que el próximo álbum, que verá la luz este verano, toma su título de “Jesus Rhapsody” de Preacher & The Saints, grabación que abre el citado “himnario funk”. Le pregunto a Ifedayo la razón de este alarde de historia de los cuartetos góspel al elegir repertorio nuevo: “Escuché más de un centenar de canciones y me senté para pensar qué mensajes tienen vigencia todavía hoy y qué sonidos representan aquello que se estaba perdiendo”. El objetivo es inspirar a otros con estas canciones y les sean tan útiles como le han sido a ellos. Rescatando “We Don’t Love Enough” quieren poner en primera línea la falta de compasión y amor que hay en Estados Unidos ante determinadas problemáticas sociales, injusticias y desigualdades. En un plano más de superación personal, Ifedayo me contó que gracias a “God’s Been Good To Me” se encontró un nuevo lugar vocalmente intentando hacer algo “a lo Aretha Franklin”.
Al hablar de inspiraciones, Ifedayo me deja claro que no son solamente “artistas góspel”, sino que han bebido de muchas otras influencias de las que la “música góspel es la raíz” y por eso en sus canciones hay cosas que suenan a funk, rap o disco. Aunque él esta vez no las ha citado, sé que entre los referentes musicales de los miembros del grupo también están Brandy, Mariah Carey y Beyoncé. Esta vez sí que me ha citado un claro referente a todos los niveles, Little Richard: “un innovador que empezó su carrera como un niño predicador, exactamente igual que yo”. Otro referente esencial es su madre, la pastora bautista Cynthia McCants. Ifedayo define la música de The Harlem Gospel Travelers como “una mezcolanza del pasado y el presente que no es nueva si miras a través del tiempo a esos pioneros que han reescrito el relato del tiempo en que vivían” y los aplica a su performatividad y estética: “por eso me ves cantando sobre las bondades de Dios con mi pelo, mis tacones y todo eso porque quiero darte un espectáculo pero también quiero darte algo que alimente tu alma para el resto de tu vida”. Le da especial importancia a la música góspel como una experiencia que parte de la iglesia pero que es para todo el mundo sin restricción alguna: “[…] hay aceptación para todo el mundo. Nosotros tres representamos tres opciones diferentes de personas queer afroestadounidenses. Yo quizá soy más extravagante que Dennis o George, pero queremos que la gente vea que reflejamos el amor, la paz, el gozo, una conexión con Dios”. Realmente el término que hemos usado en nuestra conversación no es “extravagante” como tal, sino “flamboyant” de “flame” (llama), un término que ha analizado en profundidad la etnomusicóloga Alisha Lola Jones en su libro Flaming? The Peculiar Theopolitics of Fire and Desire in Black Male Gospel Performance (Oxford University Press, 2020) y que tradicionalmente se relaciona con la “carnalidad” y lo percibido como queer en el contexto de las iglesias afroestadounidenses. Ifedayo se autodefine públicamente como un “artista no-binario”, algo complicado de entender y apoyar en su contexto religioso donde el “cristianismo muscular” sigue siendo preponderante en la construcción de identidades.

Pero hoy existe público más allá de estos prejuicios. Me atrevo a decir que hay tres cosas que están ayudando a que The Harlem Gospel Travelers se entiendan perfectamente con el público en España: primero, la aparición de una oferta de música góspel en las últimas décadas, que intenta huir de los clichés y la mera explotación económica trayendo artistas activos de la escena góspel estadounidense e internacional, ha ayudado a que existan aficionados con bastante juicio crítico en el género que no se tragan ya cualquier cosa; segundo, acudir con música góspel a lugares que suelen estar fuera del circuito habitual de esta música, allí donde ayer pudiste escuchar jazz o punk hoy tienes a tres jóvenes predicando a través de la música; y tercero, la autenticidad -un término musicológicamente más complejo de lo que parece- sigue conectando con la gente, y en los conciertos de The Harlem Gospel Travelers se palpa su sinceridad, se siente que realmente el público es parte de su iglesia y como buenos “pastores” cuidan de ella, tanto que Ifedayo se refiere al público español como “su familia”. Ya han estado un par de veces por aquí, pero si quieres darles una oportunidad recuerda que estarán este verano en Santiago de Compostela (Festas do Apóstolo, 23 julio), Madrid (Sala El Sol, 25 julio) y Soria (Enclave de Agua, 26 julio).
