Terror Milk: Sonidos metálicos, eléctricos y caóticos

Terror Milk en Café Berlin 06 junio 2025

Texto y fotos: Jesús García

@jota_visual

Una amalgama de sonidos metálicos, eléctricos y caóticos se empiezan a hacer con el espacio mientras la gente que llena el madrileño Café Berlín una noche de sábado cede en sus conversaciones. Una moneda gira, se abre el bucle. Terror Milk aparecen en el escenario con sutileza, desde abajo, montados en un arpegio sedoso que suena como un mirlo que canta en mitad de la noche. Es ‘Bang! Bang! Pum!’, el que fuera el single de su primer largo ¿Qué cuentan las ovejas cuando no pueden dormir? (2024, prod. Íñigo Bregel) y que ya declara intenciones: el séptimo de la banda es la atmósfera que generan entre los seis del escenario. La moneda vuelve a girar pero esta vez da paso al terremoto, ‘Las cuestas cuestan’ arranca con una batería poderosa que da pie a un riff ácido y chillón y a unos cuidados coros que son también seña de identidad de la banda madrileña. Le sigue ‘Si no lo siento me lo invento’ momento tras el cual Luigi Gómez, guitarrista, voz y compositor, lanza un temprano agradecimiento a los presentes y al técnico de sonido.

La alternancia entre lo eléctrico y lo acústico es una constante sobre el escenario, algo así como hablar a la vez por el móvil, el teléfono de rueda o el portero automático. La moneda sigue girando y ‘Cosquillas’ termina con un cántico circense a voces entre la banda y el público. No quiero ni pensar el dineral en aquaplast para tapar aquella grieta… se preguntan en ‘La grieta’, uno de los temas más icónicos de la banda y que repasa un pasado que se escapa líquido entre los dedos. Néstor se arma de cacharros y hasta de una radio para sumar capas de sonido a una banda que camina de la mano. Con ‘Ma! Los niños no quieren jugar’ las referencias se hacen presentes y Los Kinks se asoman entre los amplificadores. Es el turno de ‘Voy, voy, voy…’ la primera canción nueva de la noche que aterriza con un poderoso riff que se va abriendo paso entre una calma circular. La distorsión, que también atraviesa un viejo teléfono analógico que Luigi utiliza como segundo micrófono, se balancea con armonizados coros al más puro estilo de Breakthru de Queen. El tema que da nombre al disco es la antesala de uno de los momentos más íntimos del concierto, ‘erasequeserá’ mece al que escucha en un juego de palabras mientras llega la mitad del concierto y abre las puertas a dos temas nuevos que ya venían sonando en los conciertos previos, ‘¿Por qué no te largas de aquí?’ es una declaración de intenciones para cantar a acústica y voz delante de tus amigos. Después Luigi, solo en el escenario, arpegia las notas de ‘Dile a mi hermano’, probablemente el momento más emotivo del concierto, que sirve para echar de menos en voz alta, como quien no tiene miedo de hacerlo delante de un desconocido.

Una vez alguien le dijo a Luigi que ‘se cantaba en el idioma que se follaba’, quizá por eso, un grupo como Terror Milk, plagado de inspiraciones anglosajonas, decidió traducir el ‘Dunes’ de Alabama Shakes en una versión que iba sonando a despedida.

Con ‘Dios aprieta pero no existe’ la banda coquetea con las guitarras saturadas y repetitivas del punk para dar pie al tema más ruidista del repertorio, ‘Cuchillos, cucharas y cachivaches’ empieza en la intimidad de una habitación oscura donde una melodía circular y una súplica desesperada ‘¡no por favor!’ va abriendo las puertas a una avalancha de sonidos abstractos y ensordecedores. ¿Dónde termina la música y empieza el ruido? ¿dónde termina el ruido y empieza la música?. La banda de las camisas -se podría llamar así al grupo madrileño, siempre cuidadosamente ataviados para sus espectáculos- se hace las mismas preguntas que un tal John Cage.

‘Tus bandas favoritas’, es un tema que desea lo mejor a quien lo escuche: ‘que tus bandas favoritas sigan juntas siempre, que siempre visiten tu ciudad’. Esa noche estaba pasando para algunos de los presentes y su último regalo era ‘El papel para el que nací’. La moneda estaba a punto de dejar de girar pero había tiempo para un riff de guitarra que el público fiel acompañaba con sus gargantas como el que vocifera un lema en una manifestación. Un final por todo lo alto. La moneda se detenía. La música -¿o era el ruido?- se disolvía. El bucle se cerraba.

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