El notable compositor, filósofo, saxofonista y pianista cumplió 80 años y su música se consolida como una obra profunda, compleja, muy vasta y que ha influenciado a varias generaciones de artistas. Se editan dos cajas con música muy diferente, entre ellas una serie de conciertos en Inglaterra con su cuarteto de 1985 que incluía en el piano a la gran Marilyn Crispell.
No lo tuvo fácil Anthony Braxton en la construcción de su camino artístico. Muchos músicos devotos del swing o cultores del hard bop lo estigmatizaron en su momento no sólo porque consideraban inabordable su obra sino porque hasta le imputaban alardear de una pose de intelectual que no condecía con el espíritu de la música negra.
Pero Braxton, quien tropezó, cayó y se levantó varias veces, impostaba atributos de tinte intelectual -pipa, anteojos con montura moderna- acaso para ridiculizar la extemporánea división entre emoción e intelecto que muchos agitaban al analizar lo que se dio en llamar jazz de vanguardia.
Braxton acaba de cumplir 80 años con un corpus artístico extraordinario por lo complejo, vasto y admirable, en el que compuso obras de altísima sofisticación para todo tipo de formatos: dúos, tríos, cuartetos, una o varias orquestas y hasta ¡100 tubas!
Lo cierto es que Braxton es hoy una referencia indispensable en la música de vanguardia, tanto en el aspecto compositivo -trabajaba con un sistema especial para ordenar sus ideas musicales- como en el de la improvisación, donde dejó una huella muy profunda, que fue la semilla a partir de la cual crecieron artistas hoy reverenciados como Marilyn Crispell, Taylor Ho Bynum, Gerry Hemingway, Mary Halvorson y muchísimos más.
Con motivo de su 80 aniversario se editaron dos cajas de discos con música muy diferente. Una de ellas, de la serie Trillium es la nominada con la X – Trillium X– y consiste en una caja de 8 cds más seis horas de material audiovisual. Después de trabajar varios años en este proyecto, Braxton lo estrenó con un concierto en Praga, que está incluido en la caja, acompañado por su colaborador de la época de Wesleyan University, Roland Dahinden. El condujo la PMP Orchestra, que integró un ensamble de 12 voces y música de ordenadores y también, naturalmente, de seres humanos. En la obra se exploran múltiples “espacios oníricos”, inspirados en ideas metafísicas, místicas y exhaustivas sobre la condición humana.
El otro box set editado para celebrar el cumpleaños de Braxton es, por así decirlo, más tradicional, Se trata de cinco discos de su cuarteto de las décadas del 80 y del 90, integrado por la pianista Marilyn Crispell, el contrabajista Mark Dresser y el baterista Gerry Hemingway. Estos álbumes registran presentaciones en vivo en diversas localidades británicas como Southampton, Sheffield, Bristol o Leicester, todas en 1985, y que permanecían inéditas.
Es música acaso más accesible para los recién iniciados en Braxton, aunque tal vez la puerta de ingreso para los neófitos sea la de los discos de la serie In the Tradition o las relecturas de Thelonious Monk, en algunos de los cuales contó con el concurso del pianista catalán Tete Montoliu, un músico que no se puede ser catalogado como free. La tradición, de la que no renegaba Braxton, es para él un punto de partida. Desde allí, entrelazando la música de raíces afroamericanas con la vanguardia europea que conoció tras viajar a París en la década del 60, Braxton comenzó a edificar su obra monumental y distintiva.
Marilyn Crispell es hoy una suerte de primus inter pares entre las pianistas y compositoras que han abrevado en la improvisación y la vanguardia. Ella es parte de los discos ahora editados con los conciertos de Inglaterra. “La música solía estar estratificada: tocábamos varias composiciones simultáneamente. Los sets estaban construidos como suites-bloques y capas de material. A veces había módulos intercambiables que se podían tocar en distintos órdenes. Había pistas de pulso repetitivas, tocadas por debajo de las composiciones escritas, ya sea por el bajo y la batería, o por mí o Anthony”, dice Marilyn consultada por MásJazz.
Ya en 1968, cuando lanzó su disco de solo saxo For Alto, Braxton puso en evidencia que trazaría un camino muy alternativo a lo conocido. “La música tiene que ser desafiada”, fue su lema.
Para formarse una idea del interés que generó el derrotero artístico de este notable saxofonista, pianista, filósofo y compositor habrá que recordar que en 2023 se realizó en Alemania la primera conferencia internacional exclusivamente dedicada a su vida y a su obra. En las palabras que allí pronunció durante una conversación con uno de sus compañeros de ruta, el trombonista George Lewis, es posible aproximarse a ciertos conceptos centrales de su pensamiento musical.
Dijo allí Braxton: “Cada vez más, cuando reflexiono sobre eso que llamamos música, me descubro pensando que esto forma parte de una ofrenda espiritual. Es parte de un misterio cósmico. Es parte de una relación simbólica que une cosas: cohesión sónica como un concepto que dice que la música asocia cosas, personas que vienen de experiencias muy distintas -de pronto, con la música, surge una conexión-. La gran disciplina de la música como una disciplina que no está separada de la sanación y la medicina; la música como una disciplina que alinea componentes, especialmente si estás en un estado donde las cosas no están funcionando y tu espíritu tal vez se esté hundiendo o algo así. La música puede realinearte vibracionalmente y ayudarte a comprenderte mejor a ti mismo.”
También sostuvo allí que se considera “un estudiante profesional de música” que quiere seguir aprendiendo. Sus discípulos lo elevan a una categoría superior. Mary Halvorson, guitarrista de alto vuelo que integró sus grupos y lo acompañó en giras por el mundo fue contundente ante la consulta de MásJazz: “Anthony es la razón por la que soy música hoy.”