Yerai Cortés, Steve Coleman y Kurt Elling, protagonistas de una jornada inolvidable en el Jazzaldia

El pasado 24 de julio, Yerai Cortés presentó en el Auditorio del Kursaal de Donostia su propuesta más ambiciosa hasta la fecha, dentro del marco del Jazzaldia. Lo hizo con Guitarra coral, un espectáculo que desafía la convención del recital flamenco al uso, explorando una dimensión casi teatral, más cercana a la performance contemporánea que al tradicional “tablao”.

Texto: Pedro Andrade

@pedroandracifu

Fotos: Alejandro Sanz Fraile

@a_kind_of_light

El guitarrista alicantino, acompañado por un insólito coro de seis cantaoras –María Reyes, Triana Maciel, Nerea Domínguez, Elena Ollero, Salomé Ramírez y Macarena Campos–, vistió el escenario de lirismo, mística y profundidad. Las voces femeninas, dispuestas como un coro griego flamenco, no solo acompañaban, sino que construían junto a la guitarra un tejido armónico y rítmico con identidad propia. Ellas no fueron fondo: fueron cuerpo, alma y contrapunto.

La puesta en escena, extremadamente cuidada, apostó por una estética cargada de símbolos. Dos butacas rojas, un taburete, y un diseño de luces minucioso sirvieron de base a una coreografía sobria pero viva, en la que las cantaoras alternaban posiciones, creando dinámicas visuales que acompañaban el discurso sonoro. Sin embargo, el elemento escenográfico más dominante fue una niebla escénica constante: un velo de humo espeso que, aunque en principio aportaba atmósfera y profundidad, por momentos restaba nitidez y cercanía, generando cierta sensación de sofoco visual.

Musicalmente, el concierto fue un recorrido intenso y técnicamente impecable por una serie de composiciones originales que entretejen flamenco contemporáneo con texturas atmosféricas. Desde la apertura con Malagueña finale hasta Rototxi, pasando por títulos como Moderno y canastero, Frágil como una bomba, Ni en los cafés parisinos o Sonar por bulerías, el repertorio fue amplio, bien secuenciado y sin pausas verbales: Yerai no dirigió una sola palabra al público. Ni saludos ni agradecimientos. Solo música hilvanada con sobriedad y determinación.

Un momento particularmente emotivo fue la inclusión, en mitad del concierto, del audio de su madre María –“Soy frágil como una bomba”–, extraído del documental La guitarra flamenca de Yerai Cortés, dirigido por Antón Álvarez (C. Tangana). Esa frase, también presente en el disco, parece resumir el alma de este proyecto: una guitarra que se reconoce vulnerable y poderosa, introspectiva pero radicalmente innovadora.

Aunque el espectáculo impresionó por su solidez técnica y su ambición estética, su hermetismo escénico le restó cierta conexión emocional directa con el público. La distancia entre lo conceptual y lo visceral se sintió a ratos. Aun así, hubo olés espontáneos, palmas acompasadas y ovaciones sentidas. La audiencia reconoció lo que allí se estaba fraguando: una reinvención del formato flamenco que pone en valor no solo a la guitarra como protagonista, sino al conjunto como cuerpo coral.

Al caer la tarde, el centro de gravedad del festival se desplazó a la emblemática Plaza de la Trinidad, con ese escenario mítico donde la historia del jazz en Donostia se escribe desde hace décadas… y también donde el cielo amenaza tormenta al menor descuido. Como dicta la tradición, el público llegó preparado: algunos con chubasqueros propios, otros confiando en la organización, que ya tiene previsto el reparto de impermeables en cuanto cae el primer txiri miri. Y cayó, por supuesto. Steve Coleman subió al escenario bajo un cielo que empezaba a soltar goterones, abriendo con su habitual despliegue cerebral junto a los Five Elements. La propuesta del saxofonista es tan singular como exigente: estructuras modulares, secciones que aparecen y desaparecen en orden imprevisible, músicos que juegan como piezas de ajedrez entre bloques rítmicos imposibles. Un jazz que obliga al oyente a no parpadear, con piezas como “MDW NTR”, “Nine to Five”, “Pad Thai”, “Drop Kick”, “Change the Guard”, “The Streets” y “Of Many Turns”. Nada de standards, ni melodías fáciles. Jazz sin concesiones, para mentes afiladas y oídos atentos. Cada movimiento en el escenario parecía parte de una coreografía interna, y aunque la lluvia quiso protagonizar, el grupo mantuvo el control con precisión quirúrgica.

La noche continuó tras el receso con uno de los platos fuertes del festival: Kurt Elling, acompañado por los legendarios Yellowjackets. Y ahí cambió el tono por completo. Si Coleman apelaba a la mente, Elling apeló al corazón y a la memoria del jazz-rock de los años dorados. El repertorio fue una especie de homenaje a Weather Report, con letras originales escritas por Elling sobre composiciones históricas de Zawinul y compañía. Se escucharon piezas como “Elegant People”, “Continuum”, “3 Views”, “Downtown”, “Current Affairs” y “Palladium”, y cerró con un bis emocionante: “A Remark You Made”, interpretado con una delicadeza que puso la piel de gallina hasta al que tenía el chubasquero empapado. La voz de Elling, con ese timbre oscuro y cálido, se acopló de maravilla a los grooves fluidos de los Yellowjackets, generando una sensación de unidad sin fisuras. Fue un concierto elegante, preciso y a la vez profundamente humano, donde la música respiró sin adornos, sin teatralidades, sin filtros.

En conjunto, la jornada ofreció una triple cata de estilos contrastantes: la vanguardia flamenca envuelta en humo de Yerai Cortés; el jazz laberíntico e intelectual de Steve Coleman bajo la llovizna; y la clase magistral de Kurt Elling, que cerró el día con un equilibrio perfecto entre virtuosismo y emoción. El público, como siempre en Donostia, aguantó la intemperie con estoicismo y entusiasmo. Porque en este festival uno se moja con gusto, siempre que valga la pena. Y vaya si valió.

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