La educación en el jazz, un terreno con dominio masculino

Un reciente informe del Berklee Institute refleja que en los principales centros educativos norteamericanos sólo el 15% del personal docente está constituido por mujeres y apenas el 8% se dedica a enseñar jazz instrumental. La brecha de género en materia de enseñanza es una deuda que resta saldar. A pesar de ello, hoy hay cientos de mujeres que han logrado pisar fuerte en la escena del jazz y que están renovando su lenguaje.

 Texto: Eduardo De Simone

@eduardodesimone

El desarrollo del jazz, se sabe, fue liderado por hombres. A las mujeres se les asignó el rol tradicional de cantantes -y desde luego muchas hicieron historia allí- pero el canon relegó durante los años del swing y también desde el surgimiento del bebop a las artistas instrumentistas, que no han recibido el lugar que se merecen en la historia del género.

Pensemos en Clora Bryant, Melba Liston, Barbara Donald, Emily Remler o Connie Crothers, y tendremos una clara noción de la relevancia de determinadas mujeres que se animaron a desafiar el patriarcado en el jazz y forjaron su camino remando en aguas turbulentas. Otras tuvieron más fortuna por peso propio, como Mary Lou Williams o Marian McPartland, y más acá en el tiempo ya la dominación masculina se rindió ante talentos como Carla Bley, Toshiko Akiyoshi o Geri Allen.

Ese proceso no fue privativo del jazz, puesto que la inequidad de género se ha evidenciado en todos los órdenes de la vida social y sólo en las últimas décadas esa rémora comenzó a cambiar de manera paulatina. Hoy no es posible pensar que alguien ensayará una directiva no explícita para que a un escenario no se trepen más de dos mujeres. De hecho, buena parte de la mejor música de jazz en la actualidad está hecha por mujeres. Dos de los discos que este año figuran al tope de las preferencias de los críticos son obra femenina: hablamos de Solace of the mind, de Amina Claudine Myers, y About Ghosts, de Mary Halvorson.

Pero la equidad de género en el jazz, que no tiene que ver con una consigna sino con las diferencias en el acceso a los elementos para dedicarse a la música que se verifican entre hombres y mujeres aún está lejos de ser una realidad.

En los últimos días se difundió un pormenorizado estudio que llevó adelante Berklee, una de las instituciones más prestigiosas en materia de educación musical, que pone en evidencia la falta de equidad de género en el ámbito docente del jazz.

El estudio fue presentado por el Berklee Institute of Jazz and Gender Justice, que dirige la compositora y baterista Terri Lyne Carrington, una pionera ella también en el protagonismo de las mujeres en el jazz.

Para el informe, que contó con el aporte decisivo de la investigadora Lara Pellegrinelli, se relevaron datos de más de 200 programas educativos del curso académico 2021/22 en los 44 estados norteamericanos y el DC.

Titulado Jazz Counts: Measuring the Jazz Faculty Gender Gap in Higher Education, la investigación revela que, de más de 3000 puestos académicos y de personal, apenas el 15 % estaban ocupados por mujeres. Y para el profesorado enfocado a la enseñanza de instrumentos, esa cifra se reduce al ínfimo 8 %.

Es decir, las mujeres acceden sólo al 8% de los cargos docentes en materia de instrumentos orientados al jazz. ¿Y hay directoras de programas de jazz en las casas de estudio norteamericanas? Sí, pero son sólo el 6% del total.

Entre otros hallazgos relevantes, el estudio consigna los siguientes:

  • El 35 % de las escuelas no cuenta con ninguna mujer entre su profesorado.
  • Solo el 15 % del profesorado total está a cargo de mujeres, y apenas el 8 % entre quienes se dedican a la enseñanza instrumental.
  • De esas pocas mujeres profesoras, casi la mitad (49 %) son vocalistas.
  • En instituciones con más de 30 miembros de profesorado, la representación femenina oscila entre 6 % y 32 %.
  • En áreas como historia de la música, teoría, composición e improvisación, las mujeres representan solo un 13 % del profesorado.
  • Gran parte de las profesoras trabajan en régimen de contratación temporal o media jornada.

Terri Lyne Carrington sostuvo que los resultados no sorprenden. Habló de cierta negligencia deliberada y advirtió: “No culpo ni juzgo a las personas por no haberlo pensado antes, pero uno debería detenerse a reflexionar: la música en sí no alcanzará su máximo potencial sin mayor equidad entre quienes la crean.” 

La difusión del informe generó un amplio debate, porque más allá de la inequidad en materia docente, sí es cierto que un creciente abanico de mujeres se ganaron un espacio de relevancia en la escena actual del jazz. Y no sólo cantantes, algo que continuaría con la tradición, sino en la ejecución de instrumentos que varias décadas atrás se consideraban masculinos, como el saxo, la guitarra, la batería o el contrabajo. Pensemos en artistas como Mary Halvorson, Marilyn Crispell, Ingrid Laubrock, Myra Melford, Maria Schneider, Kris Davis, Esperanza Spalding, Sylvie Courvoisier, Satoko Fujii y muchísimas otras, que no sólo se han abierto camino en el reino del jazz sino que lo están renovando con sus propuestas musicales.

Mariano Peyrou, narrador, poeta y ensayista, autor del libro Free Jazz, la música más negra del mundo (Anagrama) reflexiona ante MásJazz: “Las cosas han cambiado mucho. Ya no resulta llamativo que haya extraordinarias baterías o contrabajistas de jazz, ni compositoras ni directoras de orquesta, como no lo resulta que haya mujeres pilotando aviones o gobernando países. Me parece, sin embargo, que en estos campos no se ha alcanzado la normalización que hay en otros (una compositora sigue llamando más la atención que una novelista, una comisaria de arte o una profesora universitaria)”. Y añade: “En las últimas décadas han surgido numerosas jazzistas mujeres de primera fila, y creo que el público tiende a escucharlas con cada vez mayor naturalidad. Creo que lo fundamental ahora sería cambiar esas señales que envía la sociedad, con el objetivo de que las chicas a las que les gusta la música no reciban la presión inconsciente que las lleva hacia el canto o el piano y puedan elegir con un poco más de libertad. Por supuesto, también habría que tratar de cambiar la percepción que el público tiene del jazz, que es bastante contradictoria: por un lado, se percibe como algo sumamente intelectual; por otro, como algo caótico y un tanto violento. Todos estos son atributos convencionalmente asociados con lo masculino y, como pasa con la ingeniería o la astrofísica, resultan disuasorios para muchas mujeres”.

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