El trompetista y compositor Ambrose Akinmusire vistará el lunes 26 de mayo la capital española con su cuarteto habitual: el pianista Sam Harris, el batería Justin Brown y el bajista Harish Raghavan. Actuarán en el Teatro Lara de Madrid.
Texto: Rosa María García Mira
Desde másJazz, tuvimos la enorme suerte de entrevistarlo para promover este concierto y acercar al público español las complejidades de su música. Se trata de un concierto que acunará composiciones previas del artista en este formato de cuarteto, en una especie de «comeback» tras un parón propiciado por la pandemia.
En esta entrevista, el trompetista nos habló bastante de su visión artística y de su filosofía de vida. El jazz y la música se presentan como vehículos para expresar un estilo de vida en comunidad, empático y dinámico. En el arte de Akinmusire encontramos mensajes de aceptación, de escucha colectiva y de libertad sin constricciones.
Creo que estaría genial comenzar hablando de tu concierto del 26 de mayo. Nos gustaría saber en qué consiste esta mezcla de tus trabajos pasados.
—Correcto. Para mí, esto se trata de volver al formato de cuarteto. Hemos hecho algunas presentaciones aquí y allá desde que sacamos nuestro disco con Blue Note, creo que fue en 2020 o 2021. Justo antes de la pandemia fuimos al estudio. Creo que la pandemia empezó en marzo, y nosotros estábamos grabando en enero, así que empezamos justo antes. Esa fue realmente la última vez que nos concentramos en el cuarteto. Así que esto es una especie de regreso para mí. Hemos estado juntos durante 15 años, y nos conocemos desde hace más de 20. Así que sí, podríamos tocar muchas cosas, pero definitivamente me estoy enfocando en continuar con el cuarteto. Habrá mucho material nuevo y algunas cosas del último disco del cuarteto y quizás otras cosas más, pero aún no lo sabemos. Lo decidimos en el momento.
¿Qué significa tener esa conexión con los músicos, la empatía que se desarrolla, cómo la música surge de eso…? Tu música tiene un cierto sentido de comunidad, y tu enfoque hacia la música y la improvisación, es como una declaración de identidad o una forma filosófica de ver el mundo.
— Sí. Pienso que el escenario —al menos en mi banda— es un lugar donde todos se sienten cómodos siendo ellos mismos al 100%. Los humanos somos complejos, ¿sabes? Algunos días te levantas y te sientes totalmente distinto al día anterior. Y cuando tocas música, a veces tienes que «actuar» esos estados de ánimo: actuar la felicidad, lo que sea. En mi banda, espero que todos se sientan cómodos siendo como realmente se sienten. Creo que esa es la mejor forma de tener conversaciones honestas y abiertas. Trato de usar el cuarteto o la improvisación como un modelo para vivir mi vida: intento ser yo mismo al 100%, aceptar a los demás, tener empatía. Y eso me permite tener más empatía con otros humanos porque yo mismo soy muy cambiante. Así que cuando veo a alguien de mal humor, lo entiendo.
Sí. También hablas mucho de la aceptación. Porque vivimos en un mundo donde siempre hay que mejorar, crecer, y tú hablabas de otra forma de vivir.
—Sí, hablo de hacer lo mejor que uno puede y de dejar que tu brújula moral guíe tus acciones, no necesariamente lo que dice la sociedad. Yo solo trabajo en ser una buena persona. Y a veces, esa buena persona no quiere hacer nada. Y trato de no forzar eso. Lo más importante para mí como artista y como hombre es poder apoyar mi cabeza en la almohada cada noche y dormir bien. A veces tomas decisiones que te hacen sentir incómodo, aunque sean buenas para tu carrera o para el dinero. Pero cuando te acuestas a dormir, algo no se siente bien. Así que trato de que mi moral y mi integridad estén donde creo que deben estar.
Entonces tienes un fuerte sentido de la justicia. Sin embargo, has llegado a remarcar que tu música no necesariamente es política.
—Sí, no creo tener opción. He vivido muchas injusticias, sé exactamente lo que es. Me ha pasado a mí, a mi cultura, a mi gente. Así que lo tengo muy claro. A la fuerza. Creo que en algunas culturas —no solo la negra—, cuando se han vivido injusticias, eso se fusiona con tu existencia. No tengo el lujo de no tocar blues, incluso si estoy tocando algo abstracto. Mi expresión es el blues, porque está en mí, en mis experiencias, en mis ancestros, en mi día a día. Es la lente a través de la cual veo el mundo. Y, como dije ayer, el hecho de que yo esté en el escenario, siendo libre de hacer lo que quiero, cuando quiero, es ya un acto político. No necesariamente mío, sino de mis antepasados, que hicieron sacrificios para que yo pudiera estar allí.
La música o tu manera de expresarte artísticamente, ¿puede ser un acto de empoderamiento?
—Sí. Pero yo no hago nada para empoderarme. Nací empoderado. Mis ancestros hicieron los sacrificios. La imagen que tengo es la de mis ancestros lanzando un ladrillo por una ventana. Yo no recojo ese ladrillo, yo camino a través de la ventana. Pero sí hago cosas como ser humano que me fortalecen: hago ejercicio, voy a jiu-jitsu, intento tener una buena alimentación… Lo normal para estar saludable, porque eso es necesario para acceder a ese nivel creativo.
En tu nuevo disco, honey from a winter stone, hablas de ser padre y de una experiencia cercana a la muerte y cómo eso te dio fuerza, pensando en tu hijo.
—Sí. Pensar en mi hijo me sigue dando fuerza. También pensar en mis hijos figurativos, en las próximas generaciones, me impulsa. En los sacrificios de mi madre. Hay muchas cosas a las que recurro para inspirarme. Porque yo soy una persona muy cambiante. Soy súper tímido y luego no lo soy. Tengo amigos que aman el escenario y se emocionan por estar allí, pero no es mi caso. Yo amo la música, amo crear, conectar con algo superior, pero no necesito el escenario para eso. A veces lo hago más para inspirar a otros, para mostrar que puedes ser tú mismo y tener éxito, o mejor aún, que puedes definir tu propio éxito. Hay personas como Robert Glasper, Esperanza Spalding, Kamasi Washington… ellos siguen un camino. Pero hay otro camino también, uno diferente, y aún puedes tener éxito si eso es lo que sientes.
Eso es muy interesante. ¿Qué es el éxito para ti ahora? Recuerdo que dijiste que tus composiciones eran un espacio libre donde todos pueden expresarse, no sobre quién toca mejor.
—Exactamente. Nada de esto se trata de mí. Mi nombre está en el disco, en la composición, pero solo significa que en ese momento la musa pasó a través de mí. Eso es todo. La musa es lo importante. Trato de no adueñarme de nada, ni siquiera en la práctica. Cuando traigo una canción, todos aportan algo y siempre cambia, porque, como dije, la gente siente distinto cada día.
¿Sientes que la inspiración es algo externo, como una musa?
—Sí, totalmente. No creo que el arte venga de nosotros. Podemos estudiar, escribir, pintar lo que queramos, pero no creo que el mejor arte venga de nosotros. El arte que te da escalofríos y va directo al corazón… eso viene de otra parte. Es algo más alto, algo diferente. Todo lo que hacemos como músicos de jazz o improvisadores es para deshacernos de nosotros mismos, del ego, de nuestras limitaciones. Por eso practicamos: para tener técnica, pero luego olvidarla y dejar que la música nos atraviese. Aprendemos para dejar de pensar, porque cuando piensas, el ego toma el control. Todo lo que practicamos es para poder desaparecer y dejar que la música fluya.
Es muy interesante eso de trascender. Hablamos ayer de eso, sobre tocar para ganar dinero o por encargo, o tocar porque realmente ves o sientes algo.
—Sí. Solo puedo hablar desde mi experiencia. Cuando era más joven, tenía que sobrevivir. Tomé todos los trabajos. Algunos fueron buenos, otros no tanto. Recuerdo una vez que tocaba en un bar ruidoso en Nueva York una balada sobre Emmett Till, un joven asesinado por mirar a una mujer blanca. Para mí, era algo muy fuerte. Pero nadie prestaba atención. Todos gritaban. Y algo hizo clic dentro de mí: nunca más tocaría música solo por tocarla. La música es otra cosa para mí. Pero tuve que pasar por muchos conciertos para entenderlo. Porque si alguien te paga, ya es otra cosa. A veces no es profundo. Solo está bien hacer las cosas porque sientes el llamado de hacerlas.
Me encanta que hagas esta música increíble y que todos la amen. Con respecto a ese sentimiento de adaptación cuando llegas a un lugar nuevo a tocar, me gustaría saber cómo vives una nueva ciudad cuando estás de gira.
—Sí. Lo que hago es investigar el mejor café del lugar e ir caminando. Observo lo que pasa en la ciudad, me da una idea de la cultura local. Casi todos en la banda hacemos eso. También intento ir a museos, aunque me agotan porque es mucha información visual y se camina muy lento. Pero estoy intentando desarrollar esa resistencia para visitar museos en cada ciudad.
Me encanta lo del café. ¿Algo más que quieras añadir sobre el concierto para nuestros lectores?
—Espero que ver a esta banda inspire a las personas a ser más activas con su libertad, especialmente en estos tiempos de censura. Creemos en la improvisación. No estamos allí solo para tocar cosas impresionantes, eso es fácil. Lo difícil es ser libre entre otras personas libres, dejar espacio, escuchar más que hablar. Ahí hay belleza y poder, incluso en el intento.