Mario Carrillo, Livia Giaffreda, Daniel García Diego, Borja Barrueta

Recoletos, 21 de mayo: Mario Carrillo, Livia Giaffreda, Daniel García Diego, Borja Barrueta

Texto: Daniel Román

@romanro.daniel

Por fortuna, al hablar de folclore, navegamos aguas turbulentas: los puristas son de armas tomar y los vanguardistas son irreverentes. La tormenta perfecta. Este concierto me deja con una sensación de reposo y bienestar. La propuesta está comandada por la cantante italo-española (desconozco sus nacionalidades pero identifico sus acentos) y me parece una pieza fundamental para dar con la tonalidad del concierto: colores ocres y atardeceres. Una voz gratamente expresiva pero, a pesar de su potencia, me atrevería a decir que se despliega como una cantante de jazz. El uso de la voz en tanto matices, afinación y dinámicas es sumamente cuidadoso. Parece mantenerse a resguardo de exabruptos y el dominio vocal le da un carácter que me recordó (entendiendo que las comparaciones son odiosas) a esa expresividad cuidadosamente administrada de Gretchen Parlato (que he visto en ese mismo escenario). Vamos, que cuando una escucha folclore lo más habitual es oír voces poco adiestradas en el sentido académico, y esta voz denota mucho trabajo.

En relación con la propuesta musical del conjunto, en línea con la estética propia de la cantante, se construye como el paisaje perfecto para su despliegue: canciones de amor a dúo con el contrabajista Carrillo, acompañamientos con cajón y batería tocada a mano, el piano sutil de García. Pongo por delante mi ignorancia respecto del folclore ibérico (soy chileno) y entonces, a medida que el concierto transcurre, va subiendo en intensidad y también en su folclorismo; lo digo particularmente por el uso de los panderos cuadrados y la cantante Alba Chacón, invitada especial, que nos traen el fenómeno en estado crudo. A mí me gusta el folclore (se me ve el plumero) y me encanta esa posibilidad de acceder por momentos a escenas atemporales que nos traen otros paisajes.

Como comenté al inicio, más de un tradicionalista se espantará por el uso de micrófonos, armonías impresionistas o la propia batería. Los vanguardistas dirán que habría que reinventarlo todo y que el folclore no existe. Me parece que acá hay absoluta congruencia entre los músicos, el repertorio y los arreglos. Canciones clásicas (desde las tradicionales hasta las de Joan Manuel Serrat), panderos cuadrados, flautas, y una perfecta armonía de los recursos.

La gravedad del concierto recae, desde mi perspectiva, en los hombros de Giaffreda y el repertorio cuidadosamente escogido para enaltecer —y vaya que lo merece— el folclore de la península. Conozco a Mario Carrillo (hemos tocado juntos) y nuestras principales conversaciones tienen siempre que ver con qué hacemos con estas músicas que sentimos que nos pertenecen y que también les pertenecemos. Las intentamos homenajear a nuestra manera: porque nos conmueven, porque se lo debemos a nuestros padres o abuelos o hijos, y porque, pese a los devaneos políticos del uso del folclore y las exigencias de una industria que premia todo aquello que parezca moderno y venga de Norteamérica, sumamos estos repertorios a nuestras músicas pese a todo: por los que ya no están para oírnos, pero que nosotros hacemos oír para que sigan resonando en los que vienen.

Creo que a eso se refiere la gente cuando dice que el folclore está vivo;  al susurro de un bello concierto de folcore ibérico.

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