Max Richter: delicadeza, chicharras y minimalismo en las Noches del Botánico

Texto: Violeta Salvador

@violeta_savior

Fotos: Darío Bravo

@dariobravo.es

Todavía asoman los últimos rayos de sol. El calor plomizo estival parece suavizar conversaciones y ralentizar los movimientos de un público especialmente calmado. Entre toda esa quietud expectante, suena una orquesta de chicharras, sonido legítimo del verano, con contratiempos imposibles y una extraña cadencia.

De repente, se hace un silencio sepulcral cuando los músicos aparecen, acentuando el clamor de los insectos, que se afanaban en recordarnos su presencia. Max Richter al piano, teclado y electrónica, acompañado de un quinteto de cuerdas: dos violines, una viola y dos violonchelos, tiene un aura serena y respetuosa. El compositor alemán, prolijo y minucioso como pocos, es ampliamente conocido por haber compuesto música utilizada en el mundo audiovisual, apareciendo en largometrajes como Vals con Basir, El Congreso u Hostiles; y en series que nos resuenan especialmente en la actualidad como The Last of Us. Sus composiciones surcan el minimalismo clásico inspirado en Arvo Pärt, Phillip Glass o Steve Reich con armonías emocionales y melodía especialmente líricas. Es considerado uno de los compositores de la nueva clásica más sólidos e ilustres.

Él mismo nos explica de qué forma está estructurado su concierto. Una primera parte dedicada al estreno en España de su último disco:  In A Landscape (2024); y una segunda parte que recupera uno de sus trabajos más emblemáticos: The Blue Note (2004).

In A Landscape es una urdimbre de polaridades entretejidas con maestría. Como él mismo nos explica, su interés por la interacción entre la naturaleza y lo artificial toma presencia con la mezcla de instrumentos acústicos y electrónica, eje vertical del concierto. Desde «They Will Shade Us With Their Wings» hasta «Love Song» nos sumergimos en un viaje a nuestra propia intimidad, dirigidos con la delicada pero infranqueable mano del compositor. Destellos de luz y profundidades insondables nos aguardan tras su escucha, aunque hay algo de incompresible en este trabajo, menos emocional que la mayor parte de su obra. Entre pieza y pieza, escuchamos los «Life Studies», pequeños momentos musicales electrónicos que sirven de interludio y presentación. Nos van arrastrando con cortesía de una atmósfera a otra, y sin darnos cuenta, nos vemos sumergidos en otro de los paisajes sonoros de Richter. Esta cualidad, la capacidad de alterar la percepción propia del tiempo y el espacio, es una de las grandes virtudes de su música. Curiosamente, la presencia de las chicharras aporta un aura aún más extravagante, turbando a la audiencia sin confundirla del todo, fundiéndose en la interpretación con derecho propio.

Tras una pausa, volvemos a escuchar la voz pausada de Richter, dando la bienvenida a la voz que acompañara The Blue Note con textos extraídos de «The Blue Octavo Notebooks» de Franz Kafka. Este álbum fue compuesto como una forma de reivindicar y reflexionar sobre la violencia y la guerra, en un contexto en el que la guerra de Irak estaba a punto de estallar. La elección de este trabajo nos envía un mensaje sincero y claro sobre su postura frente al mundo, una postura en la que las guerras no tienen cabida, con una clara reivindicación de la no violencia.

Enseguida escuchamos la famosísima «On the Nature of Daylight», profundamente emocional, que desarrolla una secuencia armónica repetitiva en la que nos sumergimos sin remedio.  Cada una de las piezas del álbum contrasta con la anterior de formas muy diversas. De nuevo, polaridades geométricas que muestran la profundidad de las reflexiones de Richter. Y sus ganas de sanar a un mundo herido con instrumentos acústicos y electrónica. Al fondo, una mujer danza en solitario, regalando su movimiento a «Arboretum» y «Old Song». Delante, una pareja se abraza sobrecogida en «A Catalogue of Afternoons». Cerca de mi, unos amantes se besan en «The Trees».

Cuando culmina la música, el público se levanta con una ovación enfurecida que contrasta con lo vivido. Y, mientras la calma vuelve a los jardines, vuelven las chicharras a plagar la noche, sin conseguir conciliar el sueño.

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