La noche del 10 de octubre, el Palacio Ducal de Medinaceli se convirtió en un auténtico epicentro de creación contemporánea. Bajo la dirección artística de Trinidad Jiménez, el Festival de Jazz de Medinaceli 2025, en su primera jornada, reunió dos propuestas que, desde lenguajes distintos, compartieron un mismo impulso: explorar la frontera entre música, espacio y pensamiento.
El pianista y compositor David Sancho presentó su proyecto Mind in Progress, mientras que el artista Vincenzo Germano estrenó su universo performativo titulado Teatro Armónico. Dos mundos diferentes, dos “nuevos horizontes” que confluyeron en una misma experiencia sensorial, reafirmando el espíritu arriesgado y exquisitamente curado de este festival.
El concierto de David Sancho, reciente ganador del Premio MIN 2025, fue el reflejo de su madurez artística. Acompañado por un quinteto de excepción: Marta Mansilla a la flauta, Miguel Benito a la batería, Jesús Caparrós al bajo eléctrico, Amara Ríos al violín y el MC Arturo (Arte) en varios temas, el pianista desplegó un repertorio que conjugó sofisticación armónica, emoción y riesgo.
Desde los primeros compases de Mathias y Someone is Gone, quedó claro que el discurso de Sancho no se limita al jazz: es una conversación abierta con el lirismo melódico, el rock progresivo, la música urbana y la electrónica. En Mente en progreso —con Arte a la voz—, el proyecto alcanzó su punto más expansivo: un diálogo entre groove, improvisación y palabra poética que definió la identidad sonora de Mind in Progress. Loving Life ofreció un respiro melódico luminoso, mientras Bosco, también con Arte, se convirtió en uno de los momentos más emotivos de la noche, un tema de introspección y ternura compartida. Déjalos entrar, homenaje a The Winds, selló el tramo final con un equilibrio perfecto entre lirismo y energía colectiva.
Sancho, melómano incansable y productor inquieto, se detuvo un instante para rendir tributo a Rick Davies, cantante y teclista de Supertramp, referencia confesada en su educación musical. En su reflexión, el pianista reivindicaba la influencia del pop progresivo en el pensamiento jazzístico contemporáneo, subrayando que la melodía y el ritmo también son espacios de libertad. Fue un guiño a esa mirada integradora que define su carrera, marcada por colaboraciones como productor y sideman de figuras destacadas como María Toro, Trinidad Jiménez o Antonio Lizana, entre muchos otros.
El marco no podía ser más apropiado. El Palacio Ducal de Medinaceli, con su belleza serena y su acústica cálida, envolvía cada sonido con una reverberación casi espiritual. En palabras de Trinidad Jiménez, que subrayó recientemente, también en una entrevista para Másjazz, la importancia de la “curaduría sensible”, el objetivo del festival es “hacer que la música respire con el lugar”. Esa visión se materializó plenamente en este concierto: Mind in Progress no solo se escuchó, sino que se habitó.

Entre las piezas más comentadas de la noche destacó “Luis Ocaña y Gaspar Noé”, una combinación tan sorprendente como inspiradora. En ella, Germano imaginaba una posible y ficticia colaboración cinematográfica del director Gaspar Noé sobre la vida del mítico ciclista Luis Ocaña, conocido por sus hazañas en los Tours de Francia de los años 80. Entre risas, el artista se adelantó a ese hipotético proyecto ofreciéndose desde ya para componer su banda sonora, gesto que evidenció tanto su sentido del humor como su imaginación desbordante, su inspiración constante y su proyección más allá de los límites de la música.
El público, reunido en la penumbra del palacio, asistió a una auténtica sinestesia. Las proyecciones de imágenes fluctuantes a cargo de Sofía Aledo se movían sobre las paredes de piedra, generando una arquitectura efímera que dialogaba con las texturas graves del clarinete y los pasajes free e introspectivos del piano. Ópera 23 ofreció más que un concierto: una pieza de arte total, una meditación sobre la resonancia, el silencio y la percepción. La sensación de inmersión fue absoluta. En palabras de algunos asistentes, “la música se volvió espacio y el espacio, música”.
Con esta doble jornada, el Festival de Jazz de Medinaceli reafirmó su posición como uno de los proyectos más cuidados y valientes del panorama actual. La dirección de Trinidad Jiménez, flautista y creadora con una trayectoria internacional encomiable, ha sabido combinar riesgo, coherencia estética y amor por la música.
Mención especial, más allá de la música, a la labor incansable de Miquel Tugores, cuya tenacidad y compromiso han hecho posible que este festival alcance ya su sexta edición. Su visión y esfuerzo constante consolidan a Medinaceli como un referente cultural en el mapa del jazz contemporáneo.
Asimismo, resulta imprescindible destacar el apoyo de la empresa Malvasía, cuyo respaldo económico contribuye a que proyectos de esta naturaleza sigan vivos en una localidad de la “España vaciada”, que gracias a iniciativas como esta logra mantener una presencia activa y vibrante dentro de la oferta cultural de la región. 