Acudir a las Noches del Botánico es una experiencia que trasciende lo musical. Los responsables del festival han conseguido crear un oasis de buen ambiente en un enclave ideal para soportar, aunque sólo sea por unas horas, los rigores del verano madrileño. Las zonas de descanso para tomar algo tranquilamente (los chill out, que dirían los modernos) cada vez son más y están mejor acondicionadas; el recinto ofrece una más que aceptable oferta gastronómica y todo el espacio es una gran zona verde que disminuye la temperatura considerablemente respecto al resto de la ciudad, una temperatura que puede llegar a ser asfixiante según qué días.
Dentro de esa experiencia holística (que dirían los modernos) que propone El Botánico, se encuentra el regreso de bandas que tuvieron su esplendor en otras décadas, pero que aún permanecen en activo, como Kool & The Gang, Roxette, Texas…. Es el caso de Morcheeba, banda noventera cercana a la corriente trip hop (con Tricky y Massive Attack como máximos exponentes), al acid jazz y al downtempo, si bien con melodías más elaboradas y ciertos toques pop, blues y folk.
Morcheeba presentaba su último trabajo, lanzado este 2025, Escape the Chaos, pero empezaron el concierto recordando su primera época, con canciones como «Trigger Hippie», «Friction» y «The Sea», la primera canción levantamóviles (efectivamente, si quieres saber cuál es el canción de más éxito de un grupo, cuenta las manos alzadas sujetando móviles en un concierto). El público, encantado de verse transportado a los noventa, coreaba los estribillos más famosos.
En los primeros compases del concierto, el sonido de los instrumentos se superponía a la voz de Skye Edwards e impedía apreciar todos los matices con los que la cantante juega. De hecho, el guitarrista Ross Godfrey parecía más pendiente de la configuración de los pedales de efectos y de dar indicaciones a los técnicos de sonido que de la música.
Afortunadamente, el sonido se estabilizó y el respetable pudo disfrutar de la música atmosférica y cuidada de Morcheeba. Canciones como «Call for Love», «Otherwise», «Never an Easy Way», «We Live and Die» o «Part of the Process», otro de los éxitos levantamóviles de la banda.
A mitad del concierto, Skye Edwards informaba orgullosa que ella misma había confeccionado por la mañana el vestido que llevaba. Se cambió entonces los botines negros que vestía y se calzó unas bailarinas. «Ahora puedo bailar», aseguró. Y así, sin más sorpresas, continuó el concierto.
Porque, aunque es cierto que hay cierta injusticia en el hecho de que un grupo que ha seguido en activo desde hace más de tres décadas, siga siendo recordado sólo por sus tres primeros álbumes, no es menos cierto que tampoco han evolucionado mucho, que su música no sorprende lo más mínimo. Por supuesto, hay quien diga que eso es ser fiel a su estilo, pero, en el arte, debe existir un cierto elemento de sorpresa.
Parecía que en el bis sí iban a cambiar el guión cuando Ross Godfrey anunció que iba a subir el nivel de reverb, que iban a tocar un poco de jazz. Nada más lejos de la realidad: su versión de “Summertime”, interpretada a dúo por los miembros oficiales de Morcheeba, si bien muy interesante, especialmente por la voz de Edwards, que demostró el control que tiene sobre su instrumento y la claridad y potencia que puede lograr, no tenía mucho que ver con el jazz.
Con una canción más, “Bleeding Out», Morcheeba se despidió del público madrileño, que recibió lo que quería: casi dos horas de revival (que dirían los modernos) sin ninguna sorpresa.