Robeson, de Davóne Tynes, en el Barbican Centre (Londres): La historia de un genio político que apoyó a la izquierda española

Robeson

Texto: Rosa García

 

Hace ya bastante del concierto que nos proponemos reseñar. Sin embargo, creo que el nivel de búsqueda y análisis que requieren las canciones que allí se escucharon no merecen menos. Incluso hemos podido entrevistar al propio creador de esta política obra en primicia para nuestros lectores: Davóne Tynes. Se trata de una obra pensada originalmente para formato de Teatro Musical, pero adaptada para su tour europeo, promocionando su nuevo álbum y debut a solo Robeson.

Sin embargo, urge justificar la razón de ser de esta crónica-entrevista sin aparente relación con España. ¿Por qué, se preguntarán, reseñamos esta pieza que no ha sido interpretada en nuestro país ni de la mano de músicos españoles? Precisamente por eso. Tenemos de todo y a la vez todo nos falta; nuestra incansable necesidad de vivir nos puede atrapar en una burbuja de suficiencia donde quizás a veces el embrutamiento capitalista obstaculiza la posibilidad de avanzar culturalmente.

RobesonY es que en el contexto sociopolítico en que nos encontramos actualmente en el eje Estados Unidos – Europa – Oriente Medio, parece carnavalesco vivir ajenos a ciertos hechos capitales, continuando de forma muy flamenca en una burbuja de productos artísticos cuidadosamente diseñados para hacernos «felices». No me malinterpreten, no se trata de un asunto personal hacia aquellos que poco o nada tienen que decir sobre el sufrimiento propio o ajeno. Sin embargo, una nube negra y tumultuosa derechista, que nos acecha desde norte América pero que ya guardábamos desde hace siglos, nos convence diariamente de que el enemigo son los okupas, los inmigrantes de África, las mujeres que se quejan y no se callan, los marroquíes, turcos, indios, latinos, personas trans o no binaries… Todo aquello que no sea hombre cis-hetero-blanco nos amenaza. Y desde luego, que los alquileres se disparen, que los jóvenes no podamos comprar una casa, que muchas andemos con spray de pimienta cuando salimos a comprar el pan; todo esto, sin lugar a dudas, no es culpa de un sistema clasista, racista y sexista que quiere perpetuarse en infinito bucle neo-feudalista y que mantiene al 1% de la población podrido de dinero.

Por eso, una obra como la de Tynes es necesaria en España y en todos los lugares que puedan permitírsela. Necesitamos con urgencia catastrófica a artistas como Davóne Tynes, que sean capaces de arriesgar e hibridar tradiciones y culturas aparentemente dispares en una unión catártica para romper los muros del sistema en 60 minutos. Los hay, existen, pero hay que programarlos, hay que respetarlos y hay que pagarles el caché que nos piden. Y hay que informarse sobre lo que nos cuentan. Porque el arte político es el alimento de nuestras almas y de nuestra ética como seres humanos. Porque activistas como Robeson merecen ser recordados, escuchados y llorados.

Paul Robeson (1898-1975) fue un profesional polifacético, jugador de fútbol estrella que entró en Rutgers College (Nueva Jersey) con una beca deportiva, en 1915. Jugó en la National Football League mientras se graduaba en Columbia para obtener su título en Derecho (LLB). También era barítono y actor, y actuó en estos años en obras capitales del movimiento artístico conocido como Harlem Renaissance. Gran amigo de Alfred Einstein, quien lo admiraba enormemente como artista, Robeson, aparentemente descubrió su vocación como activista político durante la Guerra Civil española. Su simpatía con el bando republicano y su absoluto compromiso con acabar con el fascismo fueron ejemplares. Viajó a España, a Benicassim, a cantar a los heridos del bando republicano, en incluso llegó a visitar el frente de batalla y animó a los soldados (en 1938) cuando parecía que todo lo tenían perdido (y lo que les quedaba por perder).

Tynes nos contaba cómo el estudio de Robeson había sido un camino de autodescubrimiento. «Robeson es una forma de honrar a un antepasado con el que me siento muy conectado porque nuestro trabajo es similar, pero también es una historia de resiliencia. También es una historia de cómo puedes ser perseguido por tu vida y sobrevivir más allá de eso», nos decía Tynes. Robeson, orgulloso comunista y afín al régimen de Stalin, fue despojado de su pasaporte durante dos años e intentó suicidarse dos veces. Sin duda, se trataba de un personaje complejo, aunque comprometido con el antifascismo, quizás no resaltó toda la oscuridad que el propio Stalin encarnaba.

RobesonEl artista no se nos presenta como el típico cantante de ópera. Además de haber tocado el violín durante años, también estudió sociología en Harvard, a la par que análisis y teoría musical. Después de esto, lejos todavía de una carrera en interpretación, trabajó en Artists Management, en desarrollo, en diseño de producción, etc. Esto le permitió entender cómo funcionaba ese mundo desde dentro «me desmitificó el proceso» nos decía. Él tenía un deseo inescapable de ir al conservatorio para «desarrollar la técnica para comunicar». Sin embargo, allí se encontró con el tan adorado canon de la música clásica: la búsqueda de la perfección, el werktreue y la religión de la música. «La idea de excelencia es extremadamente subjetiva. Y lo que ciertas culturas dominantes consideran excelente, simplemente no es cierto para otras grandes partes del mundo».

Su bagaje en teoría musical hizo que entablara relaciones más estrechas con los compositores vivos, pues su capacidad para entender las obras contemporáneas le proporcionaba una ventaja interpretativa importante. Su técnica en Juilliard evolucionó de manera poco convencional. Él comentaba que pensaba «en estas líneas aparentemente diferentes o modernas como en el jazz. Maniobraba a través de los intervalos como si fuera un clarinetista».

Su voz también sufrió una evolución inesperada al estudiar a Paul Robeson: « «estudiar a Paul Robeson para este proyecto fue como ir a la escuela de posgrado para construir mi voz, o como ir al siguiente nivel. Porque escuché mucho su voz durante un año entero y muchas veces en la ducha […]». Para él, Robeson tenía una técnica natural perfecta: «[…] escuchándolo, me di cuenta de que tenía un apoyo respiratorio maculante, usaba la resonancia frontal de su voz de forma clara y consistente y luego tenía una garganta muy abierta y un espacio posterior».

ROBESON es una continuación de su primer recital, Recital nol. 1: MASS. Este se presentaba dentro del género de la misa, como una deconstrucción del rito católico, donde cada sección se resignificaba con un nuevo mensaje de hibridación: «mezclar y fusionar todos los mundos musicales que me gustaban y con los que estaba conectado más allá del canon europeo occidental, en gran parte blanco, que no odio, pero quiero ponerlo en conversación con otras partes de mí mismo». Así, el cóctel musical de Davóne Tines se presentaba como mezcla de varios estilos musicales de procedencia afroamericana, con su formación de ópera clásica.

Su segundo recital: ROBESON, es una continuación estética de este concepto. Sin embargo, se incluye este homenaje al activista y multidisciplinario Paul Robeson. Todas las canciones incluidas fueron grabadas por el cantante. Tynes aseguraba que su propósito era «coger esta vieja canción, pero vamos a pasarla por tantos estilos como creamos conveniente para mostrar de todas las maneras las cosas que queremos explorar estéticamente», de esta manera, por ejemplo, «Scandalize my name» pasa por unos cuatro estilos diferentes en el álbum (disponible en streaming en todas las plataformas), y en torno a seis diferentes en la versión de directo. Esto ocurre debido a que, entre otras cosas, los músicos John Bitoy (pianista clásico y de jazz) y Khari Lucas (bajista y diseño sonoro) son capaces de seguir a Tynes y de guiar la música por caminos diferentes en cada ejecución. El cantante expresó en numerosas ocasiones su agradecimiento al contar con profesionales tan capaces.

RobesonEn una representación brillante y siguiendo casi totalmente el orden del disco, este artista es capaz de transportarnos por un mundo de activismo, de profundidad musical y de riqueza estilística. Canciones como «Some enchanted evening» aúnan la potente dulzura operística de la voz de Tynes con los acordes modernistas y decimonónicos de Bitoy. Audios con mensajes políticos en Othello», vamps reivindicativos («Now,  do you call that justice?», «Why not stay in Russia?») o juegos de luces catárticos son algunos de los elementos que podrán ustedes encontrar en esta obra. Hollerings, cantos de trabajo, blues, bebop, modernismos, corales de bach, Rachmaninoff y demás estilos y géneros, muestran una hibridación cultural perfecta entre música clásica y músicas de origen afroamericano.

Quizás a modo de metáfora como un gospel profético, Davóne Tynes conseguía con esta obra tanto hacer gritar de emoción como derramar lágrimas de llantos silenciosos en el público tras canciones como «Let it shine», donde, además, el público se levantó de sus asientos en una ovación en unísono. La armonización magistral que se conseguía a través de esta mezcla de elementos acústicos y electrónicos no pudo sino provocar este tipo de respuestas en los oyentes. Y creemos, con bastante criterio y énfasis, que puede que este tipo de propuestas, que trazan puentes entre culturas, que provocan reflexiones políticas y que invitan a la re-visitación del pasado en el presente, sean extremadamente beneficiosas para la programación cultural española.

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Robeson, de Davóne Tynes, en el Barbican Centre (Londres): La historia de un genio político que apoyó a la izquierda española

Texto: Rosa García

 

Hace ya bastante del concierto que nos proponemos reseñar. Sin embargo, creo que el nivel de búsqueda y análisis que requieren las canciones que allí se escucharon no merecen menos. Incluso hemos podido entrevistar al propio creador de esta política obra en primicia para nuestros lectores: Davóne Tynes. Se trata de una obra pensada originalmente para formato de Teatro Musical, pero adaptada para su tour europeo, promocionando su nuevo álbum y debut a solo Robeson.

Sin embargo, urge justificar la razón de ser de esta crónica-entrevista sin aparente relación con España. ¿Por qué, se preguntarán, reseñamos esta pieza que no ha sido interpretada en nuestro país ni de la mano de músicos españoles? Precisamente por eso. Tenemos de todo y a la vez todo nos falta; nuestra incansable necesidad de vivir nos puede atrapar en una burbuja de suficiencia donde quizás a veces el embrutamiento capitalista obstaculiza la posibilidad de avanzar culturalmente.

RobesonY es que en el contexto sociopolítico en que nos encontramos actualmente en el eje Estados Unidos – Europa – Oriente Medio, parece carnavalesco vivir ajenos a ciertos hechos capitales, continuando de forma muy flamenca en una burbuja de productos artísticos cuidadosamente diseñados para hacernos «felices». No me malinterpreten, no se trata de un asunto personal hacia aquellos que poco o nada tienen que decir sobre el sufrimiento propio o ajeno. Sin embargo, una nube negra y tumultuosa derechista, que nos acecha desde norte América pero que ya guardábamos desde hace siglos, nos convence diariamente de que el enemigo son los okupas, los inmigrantes de África, las mujeres que se quejan y no se callan, los marroquíes, turcos, indios, latinos, personas trans o no binaries… Todo aquello que no sea hombre cis-hetero-blanco nos amenaza. Y desde luego, que los alquileres se disparen, que los jóvenes no podamos comprar una casa, que muchas andemos con spray de pimienta cuando salimos a comprar el pan; todo esto, sin lugar a dudas, no es culpa de un sistema clasista, racista y sexista que quiere perpetuarse en infinito bucle neo-feudalista y que mantiene al 1% de la población podrido de dinero.

Por eso, una obra como la de Tynes es necesaria en España y en todos los lugares que puedan permitírsela. Necesitamos con urgencia catastrófica a artistas como Davóne Tynes, que sean capaces de arriesgar e hibridar tradiciones y culturas aparentemente dispares en una unión catártica para romper los muros del sistema en 60 minutos. Los hay, existen, pero hay que programarlos, hay que respetarlos y hay que pagarles el caché que nos piden. Y hay que informarse sobre lo que nos cuentan. Porque el arte político es el alimento de nuestras almas y de nuestra ética como seres humanos. Porque activistas como Robeson merecen ser recordados, escuchados y llorados.

Paul Robeson (1898-1975) fue un profesional polifacético, jugador de fútbol estrella que entró en Rutgers College (Nueva Jersey) con una beca deportiva, en 1915. Jugó en la National Football League mientras se graduaba en Columbia para obtener su título en Derecho (LLB). También era barítono y actor, y actuó en estos años en obras capitales del movimiento artístico conocido como Harlem Renaissance. Gran amigo de Alfred Einstein, quien lo admiraba enormemente como artista, Robeson, aparentemente descubrió su vocación como activista político durante la Guerra Civil española. Su simpatía con el bando republicano y su absoluto compromiso con acabar con el fascismo fueron ejemplares. Viajó a España, a Benicassim, a cantar a los heridos del bando republicano, en incluso llegó a visitar el frente de batalla y animó a los soldados (en 1938) cuando parecía que todo lo tenían perdido (y lo que les quedaba por perder).

Tynes nos contaba cómo el estudio de Robeson había sido un camino de autodescubrimiento. «Robeson es una forma de honrar a un antepasado con el que me siento muy conectado porque nuestro trabajo es similar, pero también es una historia de resiliencia. También es una historia de cómo puedes ser perseguido por tu vida y sobrevivir más allá de eso», nos decía Tynes. Robeson, orgulloso comunista y afín al régimen de Stalin, fue despojado de su pasaporte durante dos años e intentó suicidarse dos veces. Sin duda, se trataba de un personaje complejo, aunque comprometido con el antifascismo, quizás no resaltó toda la oscuridad que el propio Stalin encarnaba.

RobesonEl artista no se nos presenta como el típico cantante de ópera. Además de haber tocado el violín durante años, también estudió sociología en Harvard, a la par que análisis y teoría musical. Después de esto, lejos todavía de una carrera en interpretación, trabajó en Artists Management, en desarrollo, en diseño de producción, etc. Esto le permitió entender cómo funcionaba ese mundo desde dentro «me desmitificó el proceso» nos decía. Él tenía un deseo inescapable de ir al conservatorio para «desarrollar la técnica para comunicar». Sin embargo, allí se encontró con el tan adorado canon de la música clásica: la búsqueda de la perfección, el werktreue y la religión de la música. «La idea de excelencia es extremadamente subjetiva. Y lo que ciertas culturas dominantes consideran excelente, simplemente no es cierto para otras grandes partes del mundo».

Su bagaje en teoría musical hizo que entablara relaciones más estrechas con los compositores vivos, pues su capacidad para entender las obras contemporáneas le proporcionaba una ventaja interpretativa importante. Su técnica en Juilliard evolucionó de manera poco convencional. Él comentaba que pensaba «en estas líneas aparentemente diferentes o modernas como en el jazz. Maniobraba a través de los intervalos como si fuera un clarinetista».

Su voz también sufrió una evolución inesperada al estudiar a Paul Robeson: « «estudiar a Paul Robeson para este proyecto fue como ir a la escuela de posgrado para construir mi voz, o como ir al siguiente nivel. Porque escuché mucho su voz durante un año entero y muchas veces en la ducha […]». Para él, Robeson tenía una técnica natural perfecta: «[…] escuchándolo, me di cuenta de que tenía un apoyo respiratorio maculante, usaba la resonancia frontal de su voz de forma clara y consistente y luego tenía una garganta muy abierta y un espacio posterior».

ROBESON es una continuación de su primer recital, Recital nol. 1: MASS. Este se presentaba dentro del género de la misa, como una deconstrucción del rito católico, donde cada sección se resignificaba con un nuevo mensaje de hibridación: «mezclar y fusionar todos los mundos musicales que me gustaban y con los que estaba conectado más allá del canon europeo occidental, en gran parte blanco, que no odio, pero quiero ponerlo en conversación con otras partes de mí mismo». Así, el cóctel musical de Davóne Tines se presentaba como mezcla de varios estilos musicales de procedencia afroamericana, con su formación de ópera clásica.

Su segundo recital: ROBESON, es una continuación estética de este concepto. Sin embargo, se incluye este homenaje al activista y multidisciplinario Paul Robeson. Todas las canciones incluidas fueron grabadas por el cantante. Tynes aseguraba que su propósito era «coger esta vieja canción, pero vamos a pasarla por tantos estilos como creamos conveniente para mostrar de todas las maneras las cosas que queremos explorar estéticamente», de esta manera, por ejemplo, «Scandalize my name» pasa por unos cuatro estilos diferentes en el álbum (disponible en streaming en todas las plataformas), y en torno a seis diferentes en la versión de directo. Esto ocurre debido a que, entre otras cosas, los músicos John Bitoy (pianista clásico y de jazz) y Khari Lucas (bajista y diseño sonoro) son capaces de seguir a Tynes y de guiar la música por caminos diferentes en cada ejecución. El cantante expresó en numerosas ocasiones su agradecimiento al contar con profesionales tan capaces.

RobesonEn una representación brillante y siguiendo casi totalmente el orden del disco, este artista es capaz de transportarnos por un mundo de activismo, de profundidad musical y de riqueza estilística. Canciones como «Some enchanted evening» aúnan la potente dulzura operística de la voz de Tynes con los acordes modernistas y decimonónicos de Bitoy. Audios con mensajes políticos en Othello», vamps reivindicativos («Now,  do you call that justice?», «Why not stay in Russia?») o juegos de luces catárticos son algunos de los elementos que podrán ustedes encontrar en esta obra. Hollerings, cantos de trabajo, blues, bebop, modernismos, corales de bach, Rachmaninoff y demás estilos y géneros, muestran una hibridación cultural perfecta entre música clásica y músicas de origen afroamericano.

Quizás a modo de metáfora como un gospel profético, Davóne Tynes conseguía con esta obra tanto hacer gritar de emoción como derramar lágrimas de llantos silenciosos en el público tras canciones como «Let it shine», donde, además, el público se levantó de sus asientos en una ovación en unísono. La armonización magistral que se conseguía a través de esta mezcla de elementos acústicos y electrónicos no pudo sino provocar este tipo de respuestas en los oyentes. Y creemos, con bastante criterio y énfasis, que puede que este tipo de propuestas, que trazan puentes entre culturas, que provocan reflexiones políticas y que invitan a la re-visitación del pasado en el presente, sean extremadamente beneficiosas para la programación cultural española.