VIPSBALSOUND 2025 – “Duel de Mestres”: Fumero & Sánchez: cuando el jazz se vuelve raíz, palabra y fuego.

Horacio Fumero y Julián Sánchez

Texto: Pedro Andrade

@pedroandracifu

 

El pasado 23 de mayo, en el marco del ciclo de conciertos VIPSBALSOUND 2025, tuvo lugar uno de esos conciertos que no deberían pasarse por alto: el encuentro entre Horacio Fumero y Julián Sánchez, dos músicos excepcionales que se enfrentaron, más que en un duelo, en una conversación profundamente humana a través del jazz. El escenario fue el patio de la Fundación Cuixart, en Palafrugell, un lugar íntimo, cargado de arte y belleza, donde los músicos parecían arropados no solo por el público, sino también por el imponente árbol que preside el jardín central: una presencia majestuosa que abrazó literalmente la música.

Este concierto, como parte del ciclo programado con mimo por Pere Pons, se inserta en una propuesta que va mucho más allá de una simple programación musical. Pons, figura clave en la difusión del jazz en España, periodista cultural y programador incansable, ha convertido cada cita en una experiencia cuidada y significativa. Con una trayectoria que abarca medios, festivales y publicaciones especializadas, su labor como curador de este ciclo es también una declaración de principios: respeto por la música, por los músicos y por el público. Gracias a él, conciertos como este encuentran el contexto idóneo para florecer.

 Lo que ocurrió esa tarde en la Fundación Cuixart fue, ante todo, un diálogo entre dos trayectorias que se cruzan y se reconocen. Horacio Fumero, con más de cinco décadas de carrera, es historia viva del jazz europeo y latinoamericano. Su sonido es denso, reflexivo, cargado de memoria. Formado junto a Gato Barbieri y consolidado en el trío de Tete Montoliu, su contrabajo no solo marca el ritmo: narra, emociona y da cuerpo a una manera de entender la música como compromiso y como identidad. Julián Sánchez, por su parte, representa la exploración constante, la madurez creativa que no renuncia al riesgo. Su trompeta, melódica e inquieta, fusiona tradición e innovación. Recién llegado de Cuba, donde participó como invitado en su festival de jazz, trajo consigo el eco de sus vivencias musicales en Brasil y Latinoamérica y una energía que se mueve entre lo poético y lo rítmico.

Durante el concierto se sucedieron piezas de ambos, algunas procedentes de la trilogía Aires de Sánchez, que alternó trompeta con percusiones como pandeiro o maracas, dotando al dúo de una riqueza tímbrica sorprendente. La influencia brasileña —de maestros como Pixinguinha, o Luiz Gonzaga— apareció no solo en las estructuras rítmicas, sino en la calidez melódica que impregnó gran parte del repertorio, mención especial a la versión del Pagão de Pixinguinha. Fue una música llena de paisaje, que evocaba el sertão, el nordeste, el polvo, el agua, la saudade.

Pero también hubo lugar para el folclore argentino, al principio con una milonga y más tarde, cuando Fumero cantó “Los ejes de mi carreta” de Atahualpa Yupanqui, en un momento de desnudez emocional que trascendió cualquier etiqueta estilística. Con voz directa, sin adornos, el contrabajista reivindicó su identidad sudamericana, la palabra “sudaca” resignificada con orgullo como bandera cultural, en línea con el pensamiento de autores como Julio Cortázar. Ese homenaje a las raíces, al origen, fue uno de los puntos más intensos de la velada, cargado de sentido político, poético y vital.

No faltaron tampoco los guiños a los grandes del jazz: una versión libre de Milestones de Miles Davis permitió a los dos músicos volar sin red, improvisar, escucharse, retarse con respeto y complicidad. Fue una de esas piezas donde el jazz muestra todo su poder como arte del instante, del riesgo compartido, del diálogo profundo sin palabras.

Horacio Fumero y Julián SánchezAmbos músicos, cantaron, con humor, con alma, con naturalidad. Como si el canto fuese una extensión lógica de la conversación instrumental, un modo más de acercarse al público y de decir: aquí estamos, esto somos. Y lo que son —unidos por la música, por la honestidad artística, por el amor a sus respectivas raíces— se expresó sin fisuras en una actuación inolvidable.

En tiempos donde la música en directo muchas veces se convierte en ruido de fondo o en escaparate, lo que proponen artistas como Fumero y Sánchez —y lo que defiende incansablemente Pere Pons desde su trabajo curatorial— es otra cosa: música como experiencia viva, profunda, llena de sentido. En el corazón de un jardín lleno de historia e historias, bajo la sombra acogedora de un árbol centenario, el jazz sonó con la claridad de lo verdadero. Y quienes estuvieron allí lo saben: fue un verdadero lujo.

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