«A golpe de yas» de Eduardo de los Santos

Reseña por Federico Ocaña

A golpe de yas

Es casi una tradición: el primer disco en solitario viene precedido de un disco “X presenta a Y” (“introducing”, dicen al otro lado del Atlántico). Uno de los más reseñables, se me ocurre, es aquel Hank’s Shout -Introducing Lee Morgan del Quinteto de Hank Mobley, con un jovencísimo trompetista, Lee Morgan: un disco de pura escuela de Philadelphia, una combinación de explosión y contundencia hardbop, el lenguaje heredero y enriquecido de Clifford Brown que ya se intuye en Morgan (corre el año 1956, tiene solo 18 años) con la elegancia de Mobley en el tenor. Han pasado los tiempos de las big-bands. La formación es mucho más rápida. El lenguaje del bebop lleva gestándose diez, quince años en los estudios. Los jóvenes aprenden combinaciones armónicas cada vez más complejas, memorizan los viejos standards, pero también conocen a la perfección los solos de los boppers.

Tania Almada, la protagonista de Yas, de Eduardo de los Santos, publicado por Alfaguara en enero, irrumpe en la escena jazzística de Barcelona y Madrid de una manera similar. Tania, cantante y trompetista, reaparece, como solo reaparecen los fantasmas del recuerdo, en la vida de Manu Valero, narrador durante buena parte de la novela: Valero, librero y periodista del Jukebox, trasunto de cualquier revista o magazine que recoja en sus páginas la actualidad sobre el jazz (no hay tantas), no concilia el sueño desde que ella se marchó con el poeta argentino Leonardo Espacio. El joven se adentra en la fría noche para ir al encuentro de su pasado: Espacio ha publicado un libro de poemas, Yas debe entrevistarlo para Jukebox por si el libro guarda relación con la misteriosa joven, a quien la industria musical de medio mundo, cuyos prebostes salen mal parados, anda buscando desde su repentina desaparición.

El fantasma de “Yas”, de Tania, es decir, de la musa y de su música, sobrevolará, en una primera parte, escrita como un monólogo interior de Valero, mezclado con la narración de Espacio, la vida de sus dos amantes: el poeta argentino deja caer los lugares, el imaginario club Soul Station singularmente, la gira americana, y las personas (Joan y los miembros de la banda, Salt, el antipático representante de Blue Note Ted Watanabe, por cuyo perfil el autor se disculpa ante las discográficas al término del libro, Ernesto Garriga, Ian Skvorecky, hijo de un conocido saxofonista checo, la exnarcotraficante Jota, el exmiembro de la Brigada Político Social “Doctor” Tebaldi, secuaz de Billy El Niño e Irene, pareja de Manu). En la segunda parte de la novela, una vez los protagonistas (en este particular ‘Round Midnight) han ejecutado sus variaciones, toca el turno a los sidemen: los demás personajes toman voz, en especial Irene, ajena -o quizá no- al descenso a los infiernos que está viviendo su novio, que da un giro casi humorístico al relato.

Tania, huida con el sobrenombre “Yas”, sobrevolará la noche y la vida de Valero, Espacio y los demás a través de los diálogos, las despedidas y los conciertos, pero lo hará también apareciendo de una peculiar manera como narradora: a través de solos improvisados, fragmentos de escritura, Patterns que se cruzan en la narración, la electrizan, la conectan con ritmos tribales, con referentes de la historia del jazz como Miles Davis o Chet Baker, con la voz de Billie Holiday y Andrea Motis.

Yas” es el título del poemario de Espacio que el joven librero no se atreve a leer, también el seudónimo de Tania, quien a su vez lo toma de una canción, una melodía perfecta que sólo cantó una vez: “Yas” es, en definitiva, el jazz, una metáfora de la belleza fugaz o fugitiva, de un solo inapresable que contiene las raíces africanas, la música caribeña, el estilo West Coast y la febril escena de Nueva York, y Eduardo de los Santos lo acaricia en muchos momentos de este libro inaugural, primera novela del escritor madrileño.

Se percibe en la voz de De los Santos el estilo “bluesy” que se atribuye en la novela a Tania: una novela que no deja de ser un primer álbum, un “introducing Eduardo de los Santos”, bien escoltado, o dirigido, en lo literario, por Bolaño o Julio Cortázar, cuyos acentos latinoamericanizan la lectura; por Andrea Motis, Chet Baker, Billie Holiday, Parker o Norah Jones en lo musical. Yendo más allá, desprende una madurez también propia de la de los personajes de la novela: es, quizá, el efecto de la noche, esa misma noche donde todo transcurre, y la habitación de hotel donde Valero acompaña a Espacio, que bien podría ser la caverna donde Ulises se cita con Tiresias en el Inframundo.

Yas, o el jazz, se vive como algo lejano, un pozo que conserva rostros antiguos al fondo, un poso de oscuridad que conserva lucidez a pesar de que ha quedado oculto bajo el aparente brillo de las vidas rehechas, de la música ligera, de la existencia familiar y los paseos por terrenos conocidos. El jazz está para trastornar el mundo (siguiendo el lema de André Breton), para trastocar el alma de quienes lo escuchan. Nos recuerda que estamos solos, y que solos tendremos que resolver nuestra propia vida -se interprete un standard, o una canción tradicional, nuestra variación será siempre solo nuestra. Por eso merece volver a él, aunque sea en la peor noche que recuerde una generación.

Sea herencia del jazz o no (no estoy seguro de que el jazz no tomara esta estructura de la literatura), el planteamiento coral de la novela, con el walking bass de frío, drogas y alcohol con que De los Santos embriaga a sus personajes, hace que el lector se sienta cómodo en sus páginas. Puede elegir en ellas el estilo que más le gusta, que más le conviene. Y esto puede ser una trampa. La novela pierde algo de magia en el trasiego de viajes, pero gana timbres y ritmos. Desconcierta con el peso de Irene y Tebaldi, pero nos recuerda que la literatura (de Espacio, de Valero) y el jazz (de Tania) no se dan al margen de la historia de los pueblos y de la vida concreta de sus habitantes, de sus temores y sufrimientos.

De los Santos se libra de lo más difícil, tener que describir la música de Tania, dándole paso con un break que suena a batería (de Elvin Jones, o de Max Roach, acompañando a Abbey Lincoln) pero es de voz y trompeta y se lee en palabras. El libro se construye así, y los amantes del jazz y la literatura lo celebramos.

  • Yas

  • Eduardo de los Santos

  • ALFAGUARA

  • Fecha publicación: 01/2020

  • 304 páginas

  • Medidas: 150 X 240 mm

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