Moisés P. Sánchez: DEDICATION II (2024)

Texto: Ramón García

El pianista madrileño Moisés P. Sánchez nos tiene muy bien acostumbrados. Cada vez que edita un nuevo trabajo eleva su listón musical a una altura aún mayor y, en esta ocasión, arriesgándose a caer en aquello de «segundas partes nunca fueron buenas». La ventaja es que Dedication II (2024) se encuentra más cerca de una evolución personal  y un reencuentro deseado que de la simple continuación de un trabajo anterior.

Han pasado casi tres lustros desde aquella primera entrega, Dedication (2010), donde sumó a su sección rítmica habitual, Toño Miguel (contrabajo) y Borja Barrueta (batería) a uno de los saxofonistas más brillantes de nuestro jazz moderno, el valenciano Javier Vercher. En aquel trabajo, una de sus primeras incursiones discográficas, encontrábamos a Sánchez buscando su camino y bastante influenciado por sus grandes referentes. Moisés, que se había curtido en su juventud con los standard del jazz vocal en la Larry Martin Band, se inspiraba en sus ídolos pianísticos (Bill Evans, Keith Jarrett o Brad Mehldau) pero también incorporaba a su paleta musical las influencias de bandas como Yellowjackets o el Pat Metheny Group, con la alargada sombra de Lyle Mays.

Poco a poco fue forjando una personalidad jazzística que es bien identificable en la actualidad, con trabajos como Metamorfosis (2017), There´s Always Madness (2019) o Unbalanced (2019) en los que incorporaba polirritmias y estructuras complejas evocadoras del rock progresivo de los setenta, hacía incursiones en la tercera corriente y sumaba a las anteriores influencias las de pianistas contemporáneos como Tigran Hamasyan, Craig Taborn o Aaron Parks.

En esta nueva entrega nos encontramos con un músico en plenitud como instrumentista y compositor, con un estilo bien definido y reconocible. Además de reunir al cuarteto original, se suman a su propuesta la percusionista María Arranz y la vocalista Cristina Mora, con quien lleva trabajando más de una década y cuya voz se transforma en un instrumento más en sus composiciones. El trabajo comienza de forma trepidante con «Dodecatónico», una extensa composición con un poco de todo lo expuesto anteriormente, esa evocación al progresivo sobre una estructura compleja, con inevitables aires ‘zappianos’ sugeridos por las aportaciones de la marimba de Arranz. En ella se alternan los momentos circenses con los más oscuros y hay espacio para la improvisación, como demuestran los excelentes solos de Vercher y el propio Sánchez en la parte más «swinguera» y «coltraniana» del tema.

Con medios tiempos como «Staying at penss» o «The Monk», retornan al brillante y exquisito estilo del sonido de Yellowjackets, que encaja como un guante con esta formación, y la pseudo balada «Melancolía», con la afinada voz de Cristina complementando la melodía, es un buen ejemplo de la particular sensibilidad de Moisés como compositor, alguien que no se limita a seguir la tradición e intenta sorprender a la vuelta de cada compás.

El ostinato del contrabajo de Toño sirve como base para construir «Good Thoughts, Right Actions», una de las composiciones más clásicas respecto al canon del jazz moderno, donde nuevamente destaca la maestría improvisadora de Vercher y una sección rítmica que, después de tanto tiempo unidos, no puede estar más engrasada.

Tras la reflexiva «Some piece of mind» llega el tour de forcé «Dedication II», una mini-suite en continuo crescendo en la que destacan la preciosa ejecución de la melodía al unísono entre Cristina y Javier y el emocionante y contenido solo de scat de la cantante. El final se acerca con «Nobody Knows What Will Come», una marcha lenta e hipnótica que nos retrotrae a los cuartetos clásicos de Jarrett en los setenta y donde Moisés se reserva la parte central para mostrar su pericia como solista. La misteriosa y susurrante «Loss» es la elegida para terminar, dejando al oyente en un estado equiparable a una relajante sesión de yoga.

En definitiva, Dedication II es un trabajo a la altura de su autor, constatando que Moisés P. Sánchez se encuentra en uno de los momentos más inspirados de su carrera. Visto lo visto, no nos daría ningún miedo que anunciase una tercera parte.

Por Ramón García