Álvaro Gómez nos presenta el relato «Jazz», de su libro «Deja de mirar el puto móvil»

Álvaro Gómez, autor independiente y creativo publicitario de profesión, nos trae su relato Jazz, peteneciente a su libro de relatos cortos Deja de mirar el puto móvil. Este breve cuento urbano hará que muchos de los aficionados recuerden sus primeros contactos con el jazz en directo, ya que según su propio autor «pretende dar una pista a la gente sobre cómo adentrarse en este género musical. Además, este libro busca entretener y que el lector despegue la cara de la pantalla del móvil. Si alguien termina el libro habiendo sonreído alguna vez, habiéndose parado a pensar en otro par de ocasiones y habiendo buscado en Spotify alguna lista de Jazz, solo por probar, habrá sido un éxito». Los más curiosos podrán hacerse con el libro en: clic aquí.

J A Z Z (por Álvaro Gómez)

Una apuesta era una apuesta, así que allí estaban, en un diminuto club con el techo bajo y abovedado de ladrillo visto, sentados frente a uno de los ídolos de Protagonista, el mismo que a Syra aburría hasta el dolor.

—Además de que no sé si va de moderno o de viejuno, no entiendo absolutamente nada de lo que dice y, por más que todos esos le miren con cara de circunstancia mientras vacían la copa —señaló con la cabeza a un grupo de gente barbuda y moderna que asentía en silencio sin apartar la vista del escenario—, apuesto a que ellos tampoco.

—Es probable; pero yo me he jugado una cena a que acabaría gustándote y no pienso perder. Lo que falla es que intentas comprender lo que está contando, céntrate en cómo se mueven las palabras que utiliza. Estamos acostumbrados a frases sencillas con un vocabulario bastante corto, Jazz habla otro idioma, si lo único que intentas es descifrar el mensaje, no tardarás en desesperarte.

—¿No es esa la idea de una conversación? Bueno, en este caso, un monólogo, ¿entenderse?

—No siempre necesitas compartir idioma para decir algo con sentido. A ver… ¿sabes francés?

—No —contestó Syra tajante.

—Pero siempre dices que te encanta cómo suena, más aún, que te pone que te hablen en francés.

—Sí, pero no es lo mismo.

—¿Ah no? No prestas atención al mensaje, lo mismo te da que te reciten el Quijote o que te lean un periódico, te concentras en el sonido de las palabras, en la cadencia.

—Supongo.

—Esto es igual, con el añadido de que, a veces, Jazz dice cosas que ni siquiera él entiende rápidamente. Tómate dos cervezas más y escúchale como si te hablara en francés y, después, me invitas a cenar.

—¿Siempre es así?

—No, al final acabas pillando gran parte de lo que quiere decir. Así se empieza.

 

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