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BELÉN BANDERA “LA MÚSICA, COMO LA VIDA, ES PARA COMPARTIRLA»

Belén Bandera - Fotografía: Roger Giralt
Belén Bandera - Fotografía: Roger Giralt

Entrevista: Jaime Bajo / Fotografías:  Belén Bandera, Roger Giralt y Daniel García Ábalos

Belén Bandera - Fotografía: Roger Giralt
Belén Bandera – Fotografía: Roger Giralt

Belén Bandera posee tanto las virtudes como los defectos de toda creadora que se precie. Tiene, por un lado, ese puntito caótico de aquella que garabatea sus cuadernos y diarios a base de dibujos, recuerdos, vivencias y postales de su eterno viaje hacia todas partes. Y, por otro, alberga maletines rebosantes de ideas que algún día llegará (o no) a plasmar en forma de canción. De momento, un buen ramillete de esos tesoros atesorados en sus apuntes ha terminado por materializarse en forma de tonadas que ha logrado reunido en su libro-disco (¡solo en formato físico!) autoeditado “Origins”.

En primer lugar y para abrir la veda, me interesa preguntarte por la Belén que fuiste hace unos años. ¿Cuándo se despertó en ti el interés por la música? ¿Qué fue lo que hizo “click” en tu mente para que sintieras un genuino interés en profundizar en el aprendizaje de la música?

Ya desde mi más temprana infancia se estableció para mí una profunda conexión con la música y, lo que es más relevante para mi obra, una relación casi directa entre música y movimiento, entendido como viaje. Tenía por costumbre pasarme infinidad de horas balanceándome en un caballito de madera al son de la música, viajando con mi mente y creando una variada miscelánea de historias que fueron dando forma a un mundo interior muy rico. Mis aspiraciones eran entonces demasiado inocentes para ser articuladas -y no fue hasta los ocho años que emprendí mi formación musical-, pero, igual que para Stravinsky, el hecho de identificar estas impresiones tempranas consiste cierto sentido revelador para mí, pues es a partir de entenderlas que empiezo a tomar consciencia de mi persona como músico.

¿Cómo descubriste que tu instrumento era la voz? ¿Probaste con otros instrumentos antes de decidirte?

Empecé estudiando piano -instrumento que, a pesar de nuestros altos y bajos, jamás me ha abandonado-, aunque admito que he tenido varios amores por el camino que me han aportado otras visiones de la música. A los diecinueve años me descubrí con la voz, el único instrumento que tiene el don de la palabra, y me enamoré. La verdad es que me considero música por encima de etiquetas como “cantante” o “pianista”. El “instrumento” es precisamente eso, un medio.

Videoclip de “Orígenes”

Tengo la sensación de que tu libro-disco “Origins” es un disco muy honesto y nada pudoroso, que muestra facetas muy íntimas de tu personalidad, tus inquietudes, tus temores, tus preferencias, tus amores… ¿Componer es, al fin y al cabo, un proceso de desnudez en público? ¿Te preocupa lo que los demás opinen o sientan al escuchar tus composiciones?

Permíteme responderte con otra pregunta, y citar de paso a la poetisa Montserrat Abelló: “¿es escribir pasión o necesidad de sobrevivir?”. La composición es, como toda creación, el fermento de una época, más efímera o extensa, pero el producto de una necesidad sincera del creador por vaciarse, por destilar aquello vivido transformándolo en arte. Y, como toda confesión nacida de las entrañas, no puede someterse a juicio, es simplemente sincera. No tiene sentido alguno juzgarla -siquiera preocuparse por las opiniones ajenas-, cuando ha nacido de tu hora más pura y honesta. No obstante, sí que me interesan y despiertan curiosidad las impresiones de los demás, pues la música es para compartirla, como la vida.

¿Sentiste que, de algún modo, te habías sobreexpuesto una vez diste por finalizado el libro-disco?

Respecto al contenido de “Origins”, representó un reto el hecho de elegir los materiales que darían forma al libro, pues debía tener en cuenta que no dejaría de ser un producto, al fin y al cabo, pero a su misma vez no podía ignorar el origen y naturaleza personales de dicha obra; así que el resultado es un equilibrio sincero, más decantado hacia la desnudez de mi propia alma, sin barreras de prejuicios que pudieran entrometerse en mi música, sus raíces y el contexto del cual nace. Puede que en algún fugaz instante haya sentido un atisbo de vértigo, pero entonces caigo en que mi obra me refleja en estado puro, ¿por qué debiera entonces avergonzarme? Emprendí cada paso y tomé cada decisión tal y como la sentía, y estoy en paz con el resultado, que no conforme.

¿Tuviste, al entregar el álbum, esa sensación de vacío que sienten los creadores al ofrecer todo lo que tenían que contar?

El día que recibí “Origins” en casa y lo sostuve terminado por vez primera en mis manos, me inundó una emoción plena, vertiginosa y extraña: era mi obra, pues yo la había creado, pero ya no me pertenecía, tenía vida propia y sentí que, a partir de aquel momento, se desbocaba hacia su devenir, fuera cual fuese. ¿Vacío? Llegó, más por la evidencia de haber trabajado en “Origins” incontables horas en los últimos meses y gozar al fin de la obra culminada. Personal y artísticamente me siento muy llena, rebosante de creatividad y muy fértil en ideas. Aunque mi música y el libro están repletos de matices, hay muchas cosas que no he contado y siento que estoy constantemente fabricando ideas. El problema que acostumbro a tener es la gestión de tanto material, alguno anotado en cuadernos infinitos y otro tanto perdido, pues no doy abasto en documentarlo todo.

Belén Bandera - Fotografía: Daniel García Ábalos
Belén Bandera – Fotografía: Daniel García Ábalos

Parece que en estos tiempos que vivimos, lo material, lo tangible, lo que perdura, ha ido progresivamente desapareciendo en favor de lo efímero, lo inmediato, de lo digital. ¿Por qué consideras que sigue teniendo sentido publicar álbumes, libros o híbrido de ambos -en este caso-? ¿Es una muestra de rebeldía ante el signo de los tiempos, o era necesario para plasmar sensaciones, fotografías y momentos que de otro modo no hubiera sido posible representar?

Una vez más, es un acto de sinceridad. Ha sido el formato más arduo y difícil, pero sentí que debía plasmarlo así. Cuando llegó el presupuesto de la obra y duplicaba mis mayores temores, tuve que plantearme seriamente si cambiar totalmente el rumbo del asunto, pero, tras mucho reflexionar, desistí. Ello hubiera supuesto renunciar a mi verdad. También es cierto que soy una persona que rema contra toda tormenta con tal de llegar donde sea que se me haya metido en la cabeza, para bien o para mal. Por otra parte, en estos nuevos tiempos efímeros a los que haces alusión, vamos perdiendo experiencias, rituales, y eso no lo llevo bien: me gusta vivir intensamente y con profundidad. Antaño -yo soy demasiado joven para haberlo vivido, pero escucho atentamente cuando me cuentan-, suponía una experiencia completa el hecho de encargar tu vinilo en la tienda, esperar pacientemente el tiempo que hiciese falta, embarcarte con la mayor ilusión en su búsqueda, desenvolverlo de su funda cuidadosamente una vez ya en casa, escucharlo detenidamente mientras uno se leía el librillo… Ahora perdemos la sensación de eternidad, no tenemos ni tiempo de dar valor a aquello que tenemos delante; ya estamos en otra cosa en menos de lo que dura un clic. La esencia se nos va, se nos escurre de las manos sin tan siquiera saborearla. No tenemos tiempo ni de vivir. “Origins” es una obra editada exclusivamente en físico, y no puede encontrarse “online”, salvo un par de singles con sus respectivos videoclips. La importancia es la música, pero el libro la contextualiza. Me pareció que faltaba esencia si subía la música a las distintas plataformas en “streaming”, por no hablar ya del robo que ocasionan: vivir del aire es muy bonito, pero inviable. “Origins” es una experiencia completa que puede vivirse de muchas maneras, el ideal que yo propongo en la contraportada es el siguiente: “te invito a sentarte en el sofá de una noche cálida o al arrullo de una mañana contemplativa, junto a una copa de vino o una aromática taza de café, y a vivir conmigo el eterno regreso. Bon voyage!”.

Videoclip de “Confessió d’un desig meu”

En la escena jazz se tiende a buscar un concepto quizá más global e integrador al publicar un álbum. Una cierta coherencia. Tu libro-disco parece más bien un cúmulo de postales que has ido atesorando en los últimos años en tus múltiples periplos por el mundo. ¿Por qué es importante seguir cultivando el concepto de canción como pieza musical con sentido en sí misma?

A mi modo de ver, sí tienen una coherencia, aunque esta pase por muchos puertos. Son composiciones muy diversas entre sí que beben de distintas influencias, lenguas, incluso etapas, y, miradas desde la individualidad de cada una, funcionan por sí mismas; pero tomando cierta perspectiva nacen todas, como cualquier obra de arte, de una búsqueda personal concreta, y además es mi primer trabajo, razón de más para que se intensifique dicha búsqueda. “Origins” consiste un viaje, tanto físico componiendo sobre mis diferentes periplos, como tú apuntas, así como de introspección a mis orígenes, mi persona, y a un punto de reflexión sobre quién quiero ser. Son unos años en los que empiezo a construir mi camino y creo que todo ello puede sentirse en la música. El concepto de esta obra es, en mi opinión, el fiel reflejo de unos ojos que, bien abiertos, van buscando su propio compás, su manera de caminar, de sentir, de interpretar, explicar, de vivir y de besar.

Buena parte de las canciones que has incluido obedecen a momentos vinculados a pasajes, vivencias y paisajes que se han cruzado en tu camino a través de tus viajes. ¿Sientes que estás especialmente receptiva cuando viajas en comparación a los momentos de “rutina” o quietud?

Me identifico profundamente con R.M. Rilke al remarcar que no importa el lugar ni el momento en el que te halles: “si vuestra vida diaria os parece pobre, no le echéis la culpa; culpaos a vos, decíos que no sois lo suficientemente poeta como para invocar sus riquezas, ya que para el creador no existe la pobreza ni ningún lugar pobre o indiferente. Y si os encontrarais en una prisión cuyas paredes no os permitieran percibir ninguno de los sonidos del mundo, ¿acaso no tendríais aún vuestra infancia, las deliciosas riquezas dignas de un rey que descansan en la cámara del tesoro de la memoria?”. Aunque sí es cierto que al viajar es cuando más libre y conectada a mi esencia me siento.

¿Cómo es el proceso de creación de las canciones desde que tienes un boceto de idea hasta que terminar materializándola?

Cada composición es un universo de constelaciones distintas que se rige por su propio hacer y acaba teniendo su individual “big bang”, pero todas empiezan con una idea que se instala en mi cabeza como una revelación que lo inunda todo. Se me mete en la cabeza ir, no me preguntes por qué, a cierta isla concreta perdida en a saber qué mar, y allí tengo que ir. Me atraen los lugares inhóspitos, los fines de mundo, los rincones donde se supone que no hay nada y luego vas y resulta que una historia te estaba aguardando. Y, en efecto, voy y algo sucede: música. Stendhal relataba: “vi una vez a un pastor suizo contemplar las cimas cubiertas de nieve del Jungfrau durante tres horas, con los brazos cruzados. Para él, aquello era música”. En el viaje hago trabajo de campo, vivo, recojo ideas nuevas, me nutro del paisaje y su compás, respiro. Regreso a mi casa en Barcelona y me pongo a trabajar, como el personaje de Josipovici inspirado en Scelsi. Creo que algo que caracteriza mi manera de trabajar es, también, el comprender que la profundidad requiere tiempo, madurez; consagrar algo con sentido no viene en el transcurso de una mañana. Cuanto más tiempo de reflexión concedes a la música, más trazos hallas para dar forma a su retrato. Las emociones también me influyen mucho, del caos nacen las mejores cosas, y después necesitan orden y equilibrio para crecer.

¿Eres de las inconformistas que modifican las canciones con el paso del tiempo?

¿Inconformista? Al servicio de la música hasta el último momento. Estuve retocando detalles hasta dos días antes de la grabación, y suerte que llegó, porque podría estar descubriendo nuevos puntos de vista eternamente. Poner fin a una obra es una ardua tarea, porque imagino que representa poner el punto final a una etapa, y conlleva irremediablemente la aceptación de una versión de nosotros mismos. No me siento ya la Belén que escribió la mayoría de los temas de este disco; me encuentro en otro planeta muy lejano creando una música distinta, perteneciente a mi presente, pero estas canciones son las primeras que escribí, retratan a la joven que fui y las amo por ello.

Otro de los aspectos interesantes del libro-disco es que exploras diferentes lenguas (inglés, català…). ¿En qué medida es distinto el proceso de composición en función de la lengua que emplees?

Para mí, el proceso de composición depende exclusivamente de la historia que quiero contar, la narración de la música, la esencia del sonido. La lengua viene condicionada por esa historia -no me hubiera nacido escribirle el tema dedicado a mi abuela andaluza en cualquier otra lengua que no fuera la suya-, e influye en tecnicismos: la acentuación del fraseo es distinta dependiendo del idioma. Por poner un ejemplo, el inglés es más agradecido debido a que cuenta con muchos monosílabos, en castellano te puedes encontrar fácilmente que no te coinciden el acento musical con el de la palabra.

Belén Bandera - Fotografía: Belén Bandera
Belén Bandera – Fotografía: Belén Bandera

¿Es la musicalidad de la lengua la que te sugiere la melodía que debe tener cada canción o, al contrario: tratas de encajar letras en melodías? ¿Hay lenguas que se prestan más para irradiar ciertos mensajes que otras?

Letra y melodía suelen nacerme juntas, si no es que primero escribo la letra. En cambio, encasillar un texto en una determinada melodía me resulta forzado y poco natural.

Me parece sustancial el proceso de transmisión de tus ideas a aquellas personas que han de materializarlas y defenderlas a posteriori, esto es, a los músicos que te acompañan en tu trayectoria: los pianistas Arnau Pallarols y Albert Bover, la contrabajista Carla González, el baterista Enric Fuster, la trombonista Rita Payés, el guitarrista Joel Moreno. ¿Cuáles son los criterios para su selección, qué les pides para que formen parte de tu proyecto y en qué medida intervienen en el mismo aportando ideas, enriqueciendo las tuyas, etc.?

¿Los criterios de selección? Amor. Mira, la mañana en que me dirigía al estudio de grabación, tenía el alma destrozada por una situación desencadenada recientemente. Ni yo misma sabía cómo me tenía en pie ni cómo tenía que vérmelas sobreponiéndome a todo dolor para dar la talla a los tres días que se presentaban con gran exigencia por delante. Una agridulce dualidad de emociones convivía en mi: la felicidad desbordante por dirigirme a grabar mi primer trabajo y la tristeza desgarradora por lo acontecido. Esperaba el Metro cuando, a sabiendas de mi situación, recibí un mensaje que me amuebló la cabeza y puso parches a mi alma: “te diriges a grabar un disco precioso con músicos maravillosos, sé profesional, da amor. Hasta ahora”. Llegué al estudio y todo el mundo estaba aún más emocionado que yo, si cabía, con las miradas repletas de luz convirtiendo una de las épocas más arduas del año en la más bella. Carla González se presentó con un cuaderno en el que iba anotando los detalles de cada toma grabada. Albert Bover, con su generosidad infinita, compartiendo sabiduría y consejos -y reservando los restaurantes más ricos de la zona para comer, jaja-. Arnau Pallarols siempre tan leal y prestado con su eterna elegancia. Joel Moreno me regaló infinidad de consejos de cara a enfocar la grabación. Rita Payés es mi hermana desde hace años. Enric Fuster es el único que llegó a este barco sin compartir vínculo amistoso previo, y fue por recomendación de alguien muy querido. No tardé en entender imprescindible su sonido y esencia. Todos y cada uno de estos maravillosos compañeros dan alas a mi música y son de un material humano y profesional infinito. Me gusta trabajar en equipo y rodearme de personas que me estimulen a crecer, en todos los sentidos. Me seducen los detalles, la implicación plena. Busco lo más difícil, que conviertan en suya mi aventura. Cada uno vino a aportar un pedazo de su alma a aquella grabación y a las sesiones de ensayo y producción previas. La humanidad es la belleza más grande que existe, y yo estoy profundamente enamorada de la belleza.

Como mujer que se posiciona al frente de un proyecto, que asume responsabilidades como la composición, los arreglos, el diseño o la coordinación de tus grabaciones, entre otros aspectos, ¿consideras que sigue existiendo ciertos clichés misóginos que perduraban en el imaginario musical y que lastran la presencia de mujeres en la escena musical?

Por suerte, esto está cambiando, aunque queda aún mucho trabajo hasta que se igualen los derechos de género. Mujeres músicas hay, talentosas y con mucho que decir, pero muchas veces con menos lugar para expresarse. Existe un problema de representatividad -bandas, festivales enteros sin apenas mujeres, cargos de poder mayoritariamente liderados por hombres, etc.-, y eso influye directamente en que nuestra democracia sea imperfecta.

¿Crees que existe una mayor, menor o idéntica receptividad para un proyecto liderado por una mujer respecto a un hombre?

No es un problema de la audiencia -no creo que el público reciba con diferente receptividad una obra exclusivamente por el género de su artista-, pero sí que las mujeres debemos lidiar con más obstáculos para llegar a nuestro público, demostrar más veces nuestra valía y determinación como profesionales, pues el camino está mayoritariamente liderado por hombres. Personalmente, tengo la suerte de trabajar con personas que me valoran y respetan por mi trabajo, y que me han tratado siempre con igualdad y cariño, pero sí he vivido situaciones de otra índole en la escena musical y en el proceso de materialización de “Origins” que no creo que se hubieran sucedido de haber sido yo hombre. Esta desigualdad desgraciadamente no sólo ocurre en la música, es un problema muy complejo y debemos tomar todos conciencia, responsabilizarnos hombres y mujeres por igual.

¿Es estimulante, como mujer, la existencia de ciertos techos de cristal para ir rompiéndolos?

Con total franqueza, me hierve la sangre con el mero hecho que pueda siquiera considerarse estimulante el hecho de encontrarse en una posición de clara desventaja e ir salteando inquinas, rompiendo techos de cristal como tú apuntas. Es como romantizar la desigualdad, y en ello hay una parte implícita de aceptación que no se debe tolerar.

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