JAZZMADRID 20 – Daniel García Trío: música que cura el alma

©Jorge Arévalo
©Ernesto Cortijo

Texto: Jaime Bajo / Fotografías: Ernesto Cortijo

Venciendo a ese absurdo complejo que tenemos (algunos) españoles y que nos hace siempre valorar mejor las propuestas alóctonas (y, si son anglosajonas, mejor) que las autóctonas, el pianista salmantino Daniel García Diego quiso demostrarnos, con hechos y a base de composiciones propias, que nuestro folclore tiene un valor enorme, y que comenzar a apreciar la diversidad cultural española, será la forma de, en primer término, disfrutarla, y, en segundo lugar, derribar aquellos absurdos prejuicios.

Es por ello por lo que no dudó en atacar de primeras con las bulerías de “Potro de rabia y miel”, pieza incluida en el último álbum homónimo de estudio que registrara Camarón allá por 1991 junto a su cohorte de flamencos (los consabidos: Paco de Lucía, Tomatito, Carles Benavent…), introducidas por el propio piano en una sucesión de notas certeras y sin vanidades innecesarias (mejor poco y “sentío” que mucho y “de relleno”), apelando al imaginario popular y consiguiendo implicar al público (ese otro “50% fundamental para que un directo funcione”, como reconoció el músico en un gesto que delata humildad).

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Pero, pese a su impronta, Daniel es muy consciente del valor que cobra saber rodearse de compañeros que entiendan el discurso a defender (reivindicar en este caso) y lo complementen añadiendo su creatividad al conjunto sin pretender eclipsarlo. Esto es, que pongan su ego “al servicio del” grupo y no “a pesar del” grupo. Y, en este sentido, ha forjado “La comunidad” que integran los músicos cubanos Reinier Elizalde “El negrón” (contrabajo) y Michael Olivera (batería), autor este último de un solo de una rítmica contagiosa en el citado tema, correspondido por el aplauso entusiasta de los allí presentes.

Si bien, antes de elaborar repertorio propio, una decisión inteligente es saber impregnarse del acervo musical de quienes sentaron precedente, y Daniel hace gala de una gran intuición al reivindicar aquel trabajo del trompetista Miles Davis inspirado en nuestro flamenco y titulado “Sketches of Spain” (1960). Y, en concreto, extrae la intervención inicial del propio Miles en la composición de su pianista Gil Evans “Soleá” -un tema que, sin embargo, no obedece a los esquemas de una soleá- para construir “Dream of Miles”, una pieza que no desentona en el hilo argumental de su actuación al hacerla propia.

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La concentración que requiere perpetrar una composición ajena (unas notas proyectadas en este caso) con el debido respeto a sus autores, contrasta con ese momento de locura contagiosa que se concede el salmantino (y del que hace partícipes a sus socios) en “Alegrías pa´ Averío”, una pieza pensada para plasmar los múltiples accidentes domésticos de que es víctima un familiar suyo y en el que el trío demuestra una solvencia que, no por casualidad, les ha permitido realizar una amplia gira por medio mundo respaldando la edición del álbum “Travesuras” por parte del sello alemán ACT.

Y es precisamente “Travesuras”, un tema que introduce un solo extenso y muy rítmico, acompañado de palmas por parte del público y realizado por Reinier Elizalde “El negrón”, una composición que, en palabras del pianista, recupera “un folclore que va más allá del flamenco”. En concreto las charradas, canciones populares charras interpretadas en las diversas localidades de las provincias de Salamanca, Zamora y Cáceres con gaita y tamboril, a las que Daniel confiere otra dimensión armonizándolas en clave de jazz junto a sus dos “hermanos musicales”. Una canción que ya apareciera en el álbum “Samsara” (2018), que sirvió para titular su último trabajo y que pone de manifiesto la plasticidad del jazz para ir moldeándose con el transcurso del tiempo, erigiéndose como la marca de clase de su repertorio.

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Con el público rendido a la evidencia (el directo del trío es una propuesta muy solvente y forjada en numerosas actuaciones, una mayor parte de ellas realizadas allende nuestras fronteras), el pianista y sus dos colegas regresan a escena para culminar su actuación marcándose la única pieza de su álbum anterior, “Gitanillas”, una composición propia cuya melodía es relativamente fácil de recordar y sirve para que los asistentes a su actuación puedan corearla y grabarla en su memoria, una fórmula que ya hemos visto emplear, con indudable acierto, a músicos israelíes como el pianista Tigran Hamasyan o el contrabajista Avishai Cohen.

La programación completa y detallada de JAZZMADRID 20 esta disponible pinchando este enlace

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