Jazz Eñe 2023: Música con acento y personalidad. La experimentación y creación que dan forma al jazz español

GDV Raynald Colom y Manel Fortià - Foto: José Luis Luna
GDV Raynald Colom y Manel Fortià - Foto: José Luis Luna

Texto: Adrián Besada
Fotos: José Luis Luna

El pasado mes de julio tuvo lugar una nueva edición de Jazz Eñe, el proyecto auspiciado por Fundación SGAE para impulsar la creación jazzística española frente a programadores extranjeros.

De nuevo en San Sebastián, de nuevo en el formidable e imponente teatro Victoria Eugenia y enmarcado en la 58 edición del longevo y ya mítico Jazzaldia, se dieron encuentro ocho grupos provenientes de diversos puntos de nuestra geografía para presentar proyectos de la más variada condición.

El comité de selección, formado por el pianista Abe Rábade; Javier Estrella, director de Jazz Eñe; Miguel Martín, director de Jazzaldia; Verónica Ferreiro, autora y cantante, participante en Jazz Eñe 2016 y 2022, que dieron cuenta de las necesidades de esta convocatoria, en la que los acentos y la diversidad fueron un gran acierto para ofrecer una programación ecléctica y con una calidad inmejorable.

Por tercer año consecutivo me encontraba en Donostia, de nuevo entre el ajetreo de los miles de visitantes y turistas que van y vienen a ritmo de swing entre el teatro Kursaal, la Plaza de la Trinidad, la playa de Zurriola y el teatro Victoria Eugenia, emplazamientos clave de una de las citas más importantes del jazz en Europa.

Entre cafés, cañas y gildas se personaban colegas, amigos y amigas, músicos, programadores, medios y aficionados que daban cuenta del gran éxito de público de esta edición, en la que gran parte de los conciertos colgaron el cartel de sold out. Desde luego, desde Fundación SGAE, a quienes agradezco con vehemencia el invitarme a formar parte de Jazz Eñe un año más, dieron cuenta de las carencias y necesidades manifiestas en ediciones anteriores para dar forma a un line up que resultó de lo más atractivo y heteróclito, lo que, personalmente creo, fue un gran acierto. Si cabe destacar algo es la variedad de estilos, músicos, instrumentos y repertorios que a lo largo de los cuatro días de festival, entre el 22 y el 25 de julio, se dieron cita.

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Lucía Rey – Foto: José Luis Luna

La primera jornada daba comienzo a las doce y media del mediodía con el trío liderado desde 2017 por la pianista Lucía Rey, acompañada por Ander García al contrabajo y Alberto Brenes a la Batería. A pesar de que no había tenido oportunidad de escucharlos en directo, este era uno de los conciertos que más curiosidad generaba al público en general y a mi en particular, ya que el proyecto de Rey resuena en la escena jazzística nacional como un mantra.

Tras la clásica presentación por parte del director del festival, Javier Estrella, y la presentación del trailer de la nueva película de Fernando Trueba y Mariscal, Dispararon al pianista (6 de octubre), apareció en escena el trío con talante y talento. Las virtudes del proyecto residen, en primer lugar, en la comunicación entre los músicos, con un discurso musical que acentúa la complicidad y bagaje del proyecto. En segundo lugar, en el lenguaje jazzístico de Rey, un juego compositivo que abraza la canción, la melodía y con ciertas incursiones folclóricas y flamencas que se hacen evidentes sin entrar en clichés ni estereotipos. Por otro lado, destacaría la presentación en sí, el histrionismo, sutil y necesario, que es congruente con los símbolos y significados interpretados, tanto en los niveles de representación textuales como performativos.

Tras unos minutos para operar la tramoya, aparece en escena el grupo Move, un cuarteto con un lustro de vida que acaba de publicar su primer disco homónimo formado por Alberto Arteta al saxo, Miguel Benito a la batería, sustituyendo a Borja Barueta; Iñigo Ruiz de Gordejuela en el piano, y Javier Callén al contrabajo. El concierto comenzó con una composición de Arteta titulada “Javi’s dilemma” que dejaba entrever la narrativa del proyecto, que se presentaba con sobriedad y buen hacer. Con un fuerte peso de la tradición norteamericana, las composiciones rezuman hard bop y jazz neoclásico, un vaivén constante entre una suerte de impresionismo y swing moderno, interpretado de un modo impecable, que orbita en torno a la melodía y al saxofón. No es una propuesta sorprendente ni innovadora, pero necesaria y bien ejecutada, ya que da cuenta de una realidad musical que en términos de identidad, sobre todo si hablamos de jazz, atiende a la realidad que vivimos; son composiciones que, como bien apuntó Daniel Clemente, representan esos “viajes urbanos, cruzar avenidas entre taxis y sonidos de claxon, igual que llenarse de polvo en rutas monegrinas, entre tomillo y cardos, acariciados por la carrasca”.

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Bill Frisell y Julian Lage – Foto: José Luis Luna

El día siguiente comenzaba agitado, las elecciones generales llamaban a las urnas a millones de ciudadanos, aunque la comidilla del día fue el fastuoso recital que la noche anterior ofrecieron Julian Lange y Bill Frisell en “la Trini”. El saxofonista Carles Margarit se subía puntual al escenario de Jazz Eñe para presentar su proyecto No se pierde la señal, recordando a Joan Margarit con su quinteto, formado por Laura Simó a la voz, Xavier Algans al piano, Raimon Ferrer al contrabajo, y David Xirgú en la batería. Dos temas instrumentales abrieron el concierto para dar paso a la voz de Simó, que hacía sentido sobre un jazz que tendía a lo modal y al ostinato, que apoyaba versos, melodías y rapsoda. Con cortes precisos y tiempos muy bien medidos en general, fueron capaces de dar forma a un jazz que hace ecos del funk o el soul, en los que destaco la actuación del contrabajista Raimon Ferrer, uno de los más sólidos de esta edición, con un sonido y groove inmejorables que sorprendió por un lenguaje actualizado y moderno.

El segundo concierto del día lo firmaban los veteranos del jazz gallego Baldo Martínez y Nani García, fundadores del ya mítico grupo Clunia Jazz y buenos amigos. En formato de cuarteto, con Miguel Cabana a la batería y Lois Rivera al saxo, hicieron una revisión de composiciones del contrabajista y pianista. Tres generaciones de jazzistas gallegos que reafirmaron la personalidad musical del noroeste de la península a través de un lenguaje personalísimo y con un proyecto sin pretensiones, poniendo en juego la función transcultural de los espacios de experimentación que ofrece el jazz como lugar de construcción y deconstrucción de identidades. En esto radica, precisamente, la virtud de este cuarteto, la música para saberse disfrutada, la puesta en valor de los músicos y también el hecho de dar la oportunidad a instrumentistas jóvenes como Rivera de introducirse y mostrarse en el circuito nacional como músico profesional, condición legítima que defendió y demostró junto a sus tres compañeros, músicos experimentados y curtidos en escenarios de todo el mundo.

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Alto For Two – Foto: José Luis Luna

Las elecciones generales, el concierto de Tiken Jah Kafoly y los bares donostiarras hicieron que el tercer y penúltimo día de festival comenzase con la bendición de Zagreo y Dioniso. La primera actuación de la mañana fue del grupo Alto for Two, encabezado por las saxofonistas Irene Reig y Kika Srangers, compositora del grupo. Junto a estas Joan Monné al piano, Marc Ayza a la batería y Giuseppe Campisi al contrabajo. Desde el 2017 ambas músicas cosechan gran cantidad de éxitos y han llevado a cabo proyectos diversos que les han permitido presentar su música en diferentes puntos de la geografía nacional e internacional. El grupo, vinculado al Taller de Musics de Barcelona, presenta una propuesta de corte más bien clásico, con mucha potencia y energía, en la que el factor más interesante es “la unión de los bagajes musicales de las dos artistas, que da como resultado una propuesta ecléctica y distintiva que ofrece un amplio abanico de sonoridades que traducen en formato quinteto”.

Tras este primer concierto hizo aparición el plato fuerte de esta edición de Jazz Eñe, Niño Josele, que sabiéndose como uno de los intérpretes y compositores de flamenco más demandados y laureados del país (y haber perdido su maleta) ofreció al público del Jazzaldia un auténtico recital en los cuarenta y cinco minutos que duró el show case. Junto con José Heredia al piano y sintetizador, Dany Noel al bajo eléctrico, Miguel Lamas a la batería y Kike Terrón en la percusión, presentó su último álbum, Galaxias, que vio la luz el pasado año. Con referencias a Camarón, Paco de Lucía y Chick Corea, el Niño Josele hizo gala de cómo combinar impecablemente sensibilidad y técnica.

En este punto me gustaría hacer una reflexión sobre la representación del flamenco en la escena jazzística española. Si bien he sido crítico anteriormente con el hecho de que el jazz español se identifique directamente con el jazz flamenco, así como las tendencias a vender este como un producto exótico basado en el cliché y la estereotipación, creo que en esta edición de Jazz Eñe se ha dado un giro a esta dinámica y el flamenco ha estado presente de una forma sutil, elegante y muy musical las veces que ha salido a coalición, además de compartir espacio y protagonismo con otros folclores, con otras sensibilidades y otros lenguajes tan válidos y tan nuestros como el flamenco. Esto es especialmente rico y provechoso, pues el jazz que se hace en España puede y debe leerse como un fenómeno sociocultural estrechamente vinculado a las actuales tendencias de la globalización y que pone de relieve una dinámica que combina la transgresión del marco de las culturas nacionales o étnicas con la innovación y creación de nuevas manifestaciones artísticas a las que las culturas establecidas tienen que responder de alguna manera.

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Gonzalo del Val – Foto: José Luis Luna

En la cuarta y última jornada, lamentablemente, no pude asistir a las actuaciones de Gonzalo del Val y de Bandolero Quarteto. Sin embargo, he podido disfrutar de sus conciertos a través del canal de Youtube del festival y, antes de mi viaje de regreso, tuve la suerte de poder hablar con del Val en una conversación de lo más entretenida e interesante, a la que posteriormente se unió el trompetista Raynald Colom. Del Val se presentó con un nuevo formato de cuarteto junto a los franceses Romain Pilon a la guitarra y Raynald Colom a la trompeta, así como Manel Fortià al contrabajo. Al proyecto de del Val lo envuelve un aura de club, con una propuesta en la que la improvisación y la creación espontánea es el elemento conductor, quizá por eso la elección de los músicos que lo acompañan en este resulte de lo más acertada.

Dentro de este Jazz Eñe destaca también la instrumentación, pues Pilon fue el único guitarrista de jazz de la convocatoria (salvando la guitarra flamenca de Niño Josele) y Colom, junto con Enriquito Rodríguez en Bandolero, los únicos trompetistas en una edición con un claro predominio del piano y el saxofón como solistas. Este último combo está formado por Álex Conde al piano, Miquel Álvarez al contrabajo, el ya citado Enriquito Rodríguez Paredes a la trompeta, y el batería, percusionista y líder del grupo José Manuel Ruiz Motos. De nuevo, un proyecto con vocación de club en el que la composición gira en torno a la percusión y la improvisación, donde el flamenco aparece en los tropos rítmicos, armonías, instrumentación y cadencias de un modo magistral, una envoltura que se complementa con el lenguaje jazzístico haciendo eco de la permeabilidad de ambos géneros y la inventiva de Ruiz como compositor.

Me gustaría concluir esta crónica dando de nuevo las gracias a Fundación SGAE y Más Jazz por brindarme la posibilidad de disfrutar un año más del mejor jazz nacional e internacional y de compartir, trabajar y vivir experiencias con amigos, colegas y personas extraordinarias; también agradecer al excelente fotógrafo José Luis Luna su colaboración con este medio y, sobre todo, su dedicación y pasión por el jazz en particular y la música en general. Por otro lado, decir que resulta especialmente satisfactorio participar en Jazz Eñe y ver cómo edición tras edición se ha trabajado en mejorar la programación y sentir que existe un compromiso con el jazz nacional, por su visibilidad, diversidad, calidad y potenciación internacional.

Sigamos trabajando por una música que, como sugiere Simon Frith, es capaz de transformar “cada nota en una sensación corporal; no es una música que hay que interpretar, no es una música que hay que pensar”.

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