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JERRY GONZÁLEZ, EL OCASO DE UN LUCHADOR.

El músico, referente del jazz latino, fallece en Madrid dejando un legado perenne.

Por Jaime Bajo.

“A finales de los años 60, los conflictos entre la población portorriqueña y la policía desembocaron en el asalto a la comisaría del Bronx. Desde entonces el barrio se llamó Fort Apache. La Fort Apache Band, fundada por los hermanos Jerry y Andy González, toma su nombre de estos hechos.” Así comenzaba el fragmento que Fernando Trueba dedicaba a la figura Jerry González en su celebrado documental, “Calle 54” (2000). Para Trueba, González era una suerte de “Arthur Rimbaud del jazz latino”.

“Donde yo nací, la honra se ganaba con los puños. Lo importante era que supieran que no ibas a aguantar mierda de nadie. A mí la música me sacó de la calle”, reconocía el propio González en respuesta a las preguntas del periodista Chema García Martínez hace un par de años, con motivo de la celebración de su 50º aniversario sobre los escenarios de medio mundo, que conmemoraba con una residencia en el Café Berlín.

Durante los últimos tiempos Jerry venía deambulando en compañía de sus muletas por las salas de conciertos de Madrid, ciudad a la que había llegado atraído por la música autóctona -“empecé recorriendo los garitos de flamenco, con mi trompeta y a lo que saliera. Claro que entonces no había otro trompetista que tocara flamenco”-, y en la que llevaba años asentado como un vecino más del multirracial barrio de Lavapiés. Invariablemente, cada vez que algún músico amigo suyo -y se cuentan por decenas en el gremio musical- lo reconocía entre el público, no dudaba un solo instante en referirse a él, bien fuera para enviarle un emotivo saludo, bien para dedicarle el siguiente tema a interpretar.

Y es que el trompetista y conguero “nuyorican” era un músico muy apreciado entre sus compañeros de profesión. Las muestras de cariño tras conocer su fallecimiento se cuentan por centenares. Alguna de ellas tan elocuentes como las Maikel Vistel, saxofonista cubano afincado en Madrid que lo acompañó en sus últimas horas de vida. “Se va una gran persona, gran amigo y uno de los grandes músicos que tanta alegría nos ha dado a todos nuestros corazones con toda su música. Donde quiera que esté, maestro, extrañaremos su música y su alegría”.

El dolor embarga también al que durante años fuera pianista titular en su proyecto El Comando de la Clave, Javier Gutiérrez Massó “Caramelo”. “Siento un gran coraje y una rabia tan grande al ver como uno de los músicos más grandes de este mundo, precursor y gran fusionador del jazz, y el latin jazz con el flamenco, buen padre, buen hombre y gran amigo, se nos ha ido, al cual yo personalmente y la música te estaremos agradecido con todo lo que nos enseñaste”.

Así es como lo sentía buena parte de la escena de jazz latino afincada en Madrid. Como referente y pionero en rastrear las raíces de la música afrocubana. Pero también como alguien que no concebía las fronteras entre géneros musicales y que se había integrado como un elemento más en la escena musical española a raíz del éxito cosechado por su intervención en la citada Calle 54.

En nuestro país participaba de diversos formatos y colaboraba en trabajos de músicos de toda clase y condición, pero se le recuerda especialmente por dos cuartetos que tenían en él a su líder espiritual sobre el escenario: El Comando de la Clave (más enfocado al jazz latino con afán de poner en valor el legado de la Fort Apache Band y en el que se acompañaba de Javier Gutiérrez Massó “Caramelo”, Kiki Ferrer y Alain Pérez) y Los Piratas del Flamenco (donde compartía experiencia y saberes musicales con Diego “El Cigala”, Niño Josele o Israel Suárez “El Piraña”).

Lamentablemente el delicado cuerpo de González se despedía de este mundo en un desgraciado incendio ocurrido al filo de la medianoche del domingo en su vivienda de la calle Jesús y María 34, tras sufrir una parada cardíaca de la que fue inicialmente reanimado, pero que se lo llevaría horas después. Con él se marcha un luchador que consiguió salir airoso de numerosas batallas a lo largo de su vida; contra los maleantes del Bronx, contra sus demonios internos, contra las adicciones… y contra aquellos que defienden los géneros musicales como compartimentos estancos. Descansa en paz Jerry, tu lucha no ha sido en vano.

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