“La Creación” de Chucho Valdés: cómo interpretar y transmitir la riqueza ancestral Yoruba en una gran pieza musical

©Txus García

Texto: José Bolívar Durán / Fotografías: Txus García

Del recorrido musical de Chucho Valdés sabemos muchas cosas. De sus raíces; de la influencia de su madre y de su padre en la configuración de su propia geografía sonora; de su inmersión en el piano a tan temprana edad; de sus estudios; de su labor docente; de sus composiciones; de sus premios… Es tan extenso su prolífico legado que, como pasa con los grandes de la música, las palabras pierden vitalidad al intentar describir lo que han creado en la música, para la música y por la música.

Y lo que vimos en el Palau de la Música Catalana el pasado 23 de noviembre da cuenta de su robusta y rica experiencia, de su ancestral y (a la vez) moderna comprensión de la música y, lo principal, de su capacidad para interpretar siglos de espiritualidad yoruba en una maravillosa pieza musical. “La Creación”, estrenada en el Adrienne Arscht Center de Miami el 05 de noviembre de este año, es una obra que, en palabras del mismo Chucho en entrevista concedida al diario La Vanguardia, “explica la creación del dios de los yorubas, Olodumare, el creador de la regla de Ocha, la santería, con sus ritmos, sus cantos. Y cómo evolucionaron hasta que se crea la música afrocubana y desde allí, la afroamericana, el blues, el jazz…”.

Olodumare, aquel dios único de la religión Yoruba, es la manifestación material y espiritual de todo lo existente; un dios que, además, no está en contacto con los humanos. Un legado espiritual que tiene sus orígenes en el Oeste de África y, como se afirma en el libro Los Orishas en Cuba, llegó a través de los esclavos que fueron llevados a trabajar en las plantaciones de azúcar. Pero, junto con los cuerpos que se trajeron para venderlos a una vida de miseria, algo más llegó: su alma, y su religión. Y el mismo Valdés reconoce que con “La Creación”, pretende transmitir la esencia, el ADN de un legado que no quiere que se pierda, por lo que en el mismo concierto indicó que es “la obra más completa que haya compuesto”.

Un público que expresó su fidelidad al padrino del Festival Internacional de Jazz de Barcelona vibró con fuerza en la presentación de los catorce músicos que hicieron parte de “La creación”. La fuerza, el aplomo y la dulzura del octogenario piano del compositor, los impecables arreglos y la dirección de Hilario Durán y John Beasley, la batería del percusionista cubanoamericano Dafnis Prieto que siempre marcó una estructura jazzística en la obra, la profundidad del contrabajo de José Armando Gola, “el tsunami” (como lo llamaría en pleno concierto el propio Chucho) Roberto Jr. Vizcaíno en las percusiones.

Y claro, los tambores Batá, instrumentos que por excelencia se usan en las ceremonias Yoruba, interpretados por Erick Barbería, Yosvany González y Felipe Sarria, quienes a su vez entonaban los cantos en la propia lengua de esta cultura ancestral, acompañados por la necesaria fuerza de la voz femenina de Yeny Valdés. Las trompetas a cargo del maravilloso Brian Lynch (que llegó a grabar con Ángel Canales, Héctor Lavoe y Eddie Palmieri) y Etienne Charles y los grandes saxos Carlos Averhoff (tenor) y Marcus Strickland (alto).

Riqueza ancestral, origen, historia, ritmo. “La creación” nos acerca a aquellas diásporas de las que ya poco se habla y, por lo tanto, poco (o nada) sentimos. La presencia de la santería, de lo místico, de la magia en una suite de tres movimientos que logró transportarnos a memorias colectivas que si bien pueden ser ajenas a quienes no pertenecemos a al mundo Yoruba, sí nos permite indagar, hacernos preguntas, percibir el eco del Batá para alimentar el camino que estamos transitando. Ese conocimiento es de ellos, pero lo que sentimos en el Palau, sin duda, fue un gran momento de transmisión cultural y espiritual enmarcado en una impecable atmósfera de jazz… una atmósfera universal, legible, moderna, una especie de puente hacia esos mundos llenos de conocimiento, fuerza, inspiración.

Chucho ya nos había permitido conocer (entre otros de sus trabajos) con Misa Negra y Jazz Batá la magia de las diásporas y estéticas yorubas, pero con “La Creación”, sin duda, se llega a un nivel muy alto de compenetración y fusión para seguir abriendo puertas al infinito camino de la música afrocubana. Infinito por su historia, por lo que aún no conocemos de la misma, por lo que se está haciendo y por los caminos que se siguen dibujando por creaciones como ésta.

Al cierre, el gran regalo adicional: la interpretación de una parte de la joya musical Bacalao Con Pan (originalmente grabada en 1973 para el sello EGREM), de lo que nadie, nadie, ni el mismo Chucho, escapó a la tentación del baile. Después de “La Creación”, después de los aplausos y las ovaciones finales, los músicos volvieron para darle la alegre puntada final al concierto con aquella energía de calle, de esquina del barrio, del son, de aquello que sólo la atmósfera salsera nos da. Esperamos que el padrino del festival nos siga acompañando por muchos años más…

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