Los Aurora: cante, toque, baile… y mucho temperamento.

«No creo que el flamenco (como ente separado) esté más respetado o valorado que aquí, sino que la música, el arte y la cultura en general es de otro estatus».

Por Jaime Bajo.

Si partimos de la definición que los barceloneses dan a su iniciativa -“proyecto que mezcla poesía española, baile y flamenco con otras músicas populares”-, entonces podemos entender que su propuesta, que podríamos encuadrar en el jazz flamenco, no renuncia al diálogo con otros géneros musicales. Un proyecto nacido fruto de una bonita casualidad y que ya cuenta con una nutrida agenda de actuaciones, buena parte de ellas en países como Canadá o Corea del Sur. Una de las propuestas más interesantes emanadas del Taller de Músics y alejadas de lo que a priori podríamos esperar de este. 

Nos hemos habituado a que la mayor parte de propuestas que emanan del Taller de Músics tengan una cierta proyección jazzística de vanguardia y no un enfoque más flamenco como el vuestro. ¿Cuándo comenzasteis a interesaros por dicho género de géneros y cómo se produjo la confluencia entre los componentes que dio lugar al nacimiento de Aurora?

Cada componente del grupo tiene su pequeña historia con el flamenco, en algunos casos con una vinculación más seria. Nuestra confluencia se produjo gracias a Enric Palomar (compositor residente en Berlín especializado en fusionar la música contemporánea con el flamenco), que entonces era director artístico del Taller de Músics. Durante ese período escribió varias obras fusionando “ensembles” grandes de corte más clásico (orquesta, coros, big band, cámara…) con formatos más flamencos (cantarores, guitarras flamencas) y/o modernos (instrumentos eléctricos, batería) y allí coincidimos las primeras veces los músicos de Aurora (que ya teníamos buena relación, pero no había ningún proyecto en mente entre nosotros). El primer embrión del proyecto fue causal, pues a raíz de una petición de l’Auditori de Barcelona a Pere Martínez proponiéndole una actuación para homenajear a Manuel de Falla. Nuestro cantaor pidió consejo a Enric y juntos acabaron de redondear la formación y el repertorio. Luego hicimos un trabajo de grupo para darle entidad al proyecto.

¿Qué tipo de ayuda se os ha brindado desde el Taller de Músics?

El Taller nos ha aportado la visibilidad que hemos necesitado hasta ahora. Primero hicimos muchos conciertos por el área de Cataluña y luego nos han expuesto en ferias internacionales realizando showcases. Gracias a eso hemos conseguido muchas actuaciones en el extranjero. Ellos se encargan de nuestra gestión productiva de los conciertos y de estar al tanto de subvenciones, convocatorias, etc. Todo ese papeleo. Y aprovechan sus contactos para programarnos allá donde se pueda.

¿Qué otros proyectos conocéis que sigan una línea similar a la vuestra en vuestro entorno o en Catalunya?

Proyectos que mezclen poesía española, baile y flamenco con otras músicas populares o contemporáneas, hay muchos. Por citar un ejemplo, el trabajo de Mariola Membrives es destacable. En cuanto a formato, no nos hemos encontrado con ningún hermano.

Aunque no resulte tan conocida, comenzamos a ver a florar una escena flamenca en Barcelona con eventos como los festivales De Cajón, Ciutat Flamenco o el Gran Festival Flamenco del Palau de la Música Catalana. ¿Existe un circuito de tablaos, salas, eventos, promotoras y público en Barcelona -o Catalunya en general- que garantice la viabilidad de proyectos como el vuestro? ¿Qué receptividad tienen el flamenco y el flamenco jazz en vuestra área de influencia?

En la programación musical de Barcelona el flamenco juega un papel importante. El público (tanto extranjero como local) lo acepta muy bien. Hay escuelas, tablaos, asociaciones, salas, festivales y público. Pero hay que apuntar que nosotros no hemos seguido una vía exclusivamente flamenca para alcanzar nuestra carrera. De hecho, hemos tocado más en programaciones de jazz y de músicas del mundo. También es verdad que las programaciones de cualquier empresa, así como las propuestas musicales son cada vez más eclécticas, por lo que no se hace raro ver a un artista flamenco actuar en un festival de jazz ni viceversa.

De lo que sí parece vivirse un cierto “revival” permanente en Barcelona y su corona metropolitana es de la rumba catalana: cuando se menciona a Peret, Chacho o El Pescaílla, a todo el mundo le parece reivindicable como expresión genuina de la tierra e incorporable a la música contemporánea. ¿Qué opinión os merece este fenómeno cultural y sociológico y, como palo flamenco que puede considerarse, qué posibilidades veis de incorporar o adaptar la rumba catalana a vuestra música?

Hace unos años la rumba se hizo muy popular. Algunos de nosotros hemos tocado en grupos de rumba. Aunque todo es posible, creo que nuestro futuro no pasa por ahí.

Pese a pertenecer al terreno de lo popular, en la actualidad es escasa la difusión que se da en escuelas no musicales a las composiciones de Manuel de Falla, Felip Pedrell o Isaac Albéniz, que vosotros sí abordáis en vuestro trabajo de debut. ¿Por qué creéis que se reivindica tan poco nuestro legado musical?

Se reivindica muy poco el legado musical en general. Falla, Pedrell, Albéniz… sí que utilizaron una estética ibérica, pero lo que los hace más grandes es que supieron conectar con lo universal. Es una pena que se conozca poco su legado al igual que el de tantos otros.

¿Hasta qué punto es necesario educar a la sociedad en general acerca del valor que tienen nuestros compositores con la finalidad de que sus creaciones retornen a la esfera de lo popular, de lo cotidiano?

La educación musical en España tiene un problema muy grande, y es que básicamente se da por la televisión o por internet, es decir, a base de productos que nos venden para consumir, más que en experiencias o profundizando en una relación histórica cultural. El público de masas casi no tiene criterio. Así que es muy necesario educar a la sociedad con referentes musicales tanto de aquí -que los hay- como de allá, pero que de verdad tengan un auténtico compromiso artístico, no comercial.

La mayor parte de las canciones que integran vuestro álbum son interpretaciones de los mencionados compositores o adaptaciones del cancionero popular del poeta granadino Federico García Lorca. ¿Es necesario empaparse bien de las raíces antes de embarcarse en la composición de piezas propias?

Si quieres continuar de alguna manera con uno u otro legado, tienes que empaparte sobre ello, y copiar, imitar, es la vía más directa para aprender. Esta es la teoría que más he escuchado a pedagogos y artistas. De hecho, el arte en sí mismo es copiar: tú partes de una idea, de una figura, de una sensación… y básicamente es una faena de trasladar ese concepto al medio que domines (sonido, movimiento escénico, materiales plásticos, etc.) mediante tu persona. A medida que vas adquiriendo técnicas y procesos de diferentes personas, los mezclas y los haces tuyos, te vas conociendo mejor y, poco a poco, empiezas a intuir un estilo “propio”. Pero nadie inventa nada: es una evolución y fusión de influencias concretas. Distintos modos de ver y mostrar. Por lo tanto, diría que sí, es esencial.

¿Resulta complicado lograr que las creaciones propias puedan equipararse en el repertorio a las composiciones de los maestros?

Claro, es muy complicado equipararse a los “maestros”, por algo lo son. Nuestra intención no es llegar a compararse con nadie, simplemente utilizamos composiciones de maestros, los arreglamos con la visión de Aurora y los mezclamos con nuestras propias composiciones con el fin de contar una historia.

Dado que habéis estudiado a los compositores clásicos, ¿qué elementos musicales y condicionantes sociales debe tener una composición para que pase a forma parte de la cultura popular?

Para que una composición llegue a formar parte de la cultura popular han de coincidir muchos azares. Ha de darse el hecho que la gente la llegue a conocer y la haga suya, que puedan verse reflejados. Debe tratar un tema que haga referencia a un asunto candente a nivel social del momento, y a la vez trascendental. Evidentemente si cuenta con elementos de la cultura popular (ritmos, instrumentos, vocabulario), el pueblo se siente identificado. Y cuanto más sencilla sea la canción, más público la cantará.

Habéis tenido ocasión de girar con vuestro proyecto por tierras extranjeras. ¿Habéis sentido que, como comentan muchos músicos, el flamenco -y sus expresiones híbridas como el flamenco jazz o el rock andaluz- es más respetado y valorado fuera de nuestras fronteras de lo que es aquí?

No creo que el flamenco (como ente separado) esté más respetado o valorado que aquí, sino que la música, el arte y la cultura en general es de otro estatus. Solo por cómo te miran, ya sientes que tu trabajo es más importante. A parte de eso, al ser el flamenco una música vinculada a España, no se van a poner a criticar algo que no es suyo. Es más, lo valorarán como positivo por darles idiosincrasia. Tampoco tendrán tantos prejuicios.

¿Qué diferencias habéis percibido y en qué países habéis notado que existe una mejor acogida hacia vuestra música?

Por alguna razón, da la sensación de que en España nos formamos una imagen del músico como si fuera un comediante (muchos lo habrán sido). En otros países saben valorar mejor la entrega necesaria para ser músico. Creo que al público extranjero les impacta la potencia y la intensidad del sentío flamenco. Cómo un gesto, un quejío te pueden llegar adentro con tanta fuerza. Las diferencias en el trato entre otros países y España os las podéis imaginar: son más puntuales, más serios trabajando, más críticos con las cosas a mejorar, e invierten más dinero en cultura, por lo que las condiciones suelen ser mejores. El país que más nos ha solicitado es Canadá, en 2020 volveremos por tercera vez. Luego Corea del Sur. Nos llevan persiguiendo desde hace un tiempo y quieren que volvamos. De momento, parece que haremos una colaboración con un grupo coreano que se estrenará en Vic a mediados de septiembre de este año.

El flamenco consta, grosso modo, de tres elementos irrenunciables: cante, toque y baile. Sin embargo, cuando se aborda en clave jazzística, en ocasiones se prescinde de uno o dos de estos para potenciar a los instrumentistas en detrimento de los cantaores y los bailaores. Vosotros, que mantenéis los tres elementos en vuestra propuesta, ¿hasta qué punto es importante que exista un equilibrio entre estos?

Para nosotros, permanecer en la búsqueda de ese equilibrio es clave y ya es inherente a Aurora. La mezcla justa de estos tres elementos hace que el espectáculo sea más completo. La voz te cuenta las historias, el baile las encarna. Quizás uno de nuestros puntos especiales es que el toque es lo que más hemos perdido (al menos en su forma tradicional de guitarra). Situamos al cantaor y al bailaor flamencos en un espacio variable.

Al registrarlo en un estudio, ¿os ha resultado complicado que la mezcla refleje la existencia de estos tres elementos?

En el disco se pierde el elemento visual del bailaor y partes abiertas a la improvisación. Quien quiera conocer Aurora, ha de verlo en directo. En cada concierto pasan cosas diferentes gracias a la confianza que nos tenemos. Para nosotros ahora mismo el disco es solo un documento que funciona bien como carta de presentación. Para grabarlo contábamos con la experiencia de Kiko Caballero en el estudio (quién ha trabajado con Chano Domínguez, Jorge Pardo, Paquito D´Rivera…). Supo entender nuestra propuesta y defenderla tan bien como se pudo.

La historia del flamenco está trufada de enfrentamientos entre puristas y partidarios de una apertura estilística y mental. Ocurrió cuando comenzó a grabarse en soporte físico, más tarde cuando algunos artistas apostaron por hibridarlo con el rock en Andalucía (Smash, Triana, Lole y Manuel…) y, una vez más, saltaron las alarmas cuando se atrevieron a sondear el encuentro entre flamenco y jazz (Pedro Iturralde, Jorge Pardo…). ¿Consideráis necesario que el flamenco dialogue con otros géneros musicales para garantizar su pervivencia?

Creo que todos los caminos son posibles. Es importante mantener las raíces del flamenco, porque eso es una maravilla. Pero ¿por qué no debe ser lícito dialogar con otros géneros cuando muchas veces es lo más natural?

¿Os habéis cruzado con la intolerancia de esas voces, escritas u orales, que rechazan que el flamenco pueda pervertirse?

Personalmente no nos ha llegado ninguna acusación de esas, pero somos conscientes que pasa mucho en el flamenco. En realidad, es una constante de otros estilos o disciplinas; lo que el flamenco despierta es un temperamento muy fuerte. Cuando alguien empieza a experimentar demasiado, hay otros que se lo quieren cargar, que no les parece bien. Y, si te fijas, casi todos los referentes de la historia de la música conocían la tradición, pero también se atrevieron a abrir nuevos caminos y a desafiar lo ortodoxo. Supongo que lo difícil es encontrar ese equilibrio. No hay que olvidar que el flamenco ya es fusión en sí mismo. Lo que hace auténtica una música es que represente el presente y que esté hecha con las condiciones y medios que se disponga. El problema de no poder etiquetar algo no tendría que vincularse a la calidad. Y, ante todo, respeto.

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