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Tigran Hamasyan en una sala de clásico

Tigram Hamasyan ©Víctor Moreno

Tigran Hamasyan

Texto: Alicia Población

El pasado sábado 18 de marzo, la sala de cámara del Auditorio Nacional estaba llena hasta los topes. No era para menos, el pianista armenio Tigran Hamasyan, llegaba, acompañado del contrabajista Rick Rosato y el batería Jonathan Pinson, con quienes ha registrado su último álbum StandArt (Nonesuch, 2022) para presentar su nuevo trabajo.

El álbum, incluye algunos de los títulos más destacados del cancionero jazzístico americano, como Big foot de Charlie Parker, I didn’t know what time it was de Lorenz Hart y Richard Rodgers o All the things you are, de Oscar Hammerstein Il y Jerome Kern. Este proyecto se caracteriza por ser el primero de Hamasyan en el que la base del repertorio no son sus propias composiciones, sino versiones de temas míticos del jazz americano.

Nada más comenzar el concierto, se hizo notar la mala idea que es programar conciertos de jazz en salas específicamente preparadas para la música clásica. La reverberación que caracteriza la de cámara, aunque con una cola menos exagerada que la que deja la sinfónica, convirtió el concierto de trío en, prácticamente, un concierto de batería. Ya sucedió lo mismo la última vez que el pianista Brad Melhdau estuvo en el Auditorio, la sala grande tuvo un lleno absoluto, pero el concierto perdió muchos matices. Quizá por este motivo, este año Melhdau ha sido programado en los Teatros del Canal.

En esta ocasión, incluso el público pareció molesto con la situación, y lo demostró con un par de gritos en alusión al poco volumen del piano en comparación con el de la batería. Supongo que este vociferio, cuyas palabras eran ininteligibles para los músicos, no facilitó que se sintieran arropados y no fue hasta el tercer tema cuando empezaron a escucharse más cómodos y cálidos.

Si bien es cierto que los temas propios de Tigran Hamasyan son una auténtica delicia y que fue una pena que no coparan el groso del concierto, en las versiones de Parker o Hammerstein sonaron timbres cercanos a ese folklore armenio que tanto caracteriza las composiciones del pianista. Lo maravilloso de Tigran es que te hace sentir los temas en 11 o en 13, pero siempre hay un groove por debajo en cuatro por cuatro que te lleva a casa, que te arropa con la familiaridad de un caminar constante y regular.

Rosato, impertérrito, marcaba ese paso, firme, seguro, dándoles tierra a sus compañeros, como si fuera cosa suya mantener la raíz bien hincada en el suelo. Sin embargo, cuando aparecía un hueco para solear, se iba a los agudos, trepando por el mástil con una precisión sobrecogedora, y sin perder en ningún momento el tempo interior.

Pinson, cuya mandíbula se apretaba o mascaba chicle, dependiendo de la intensidad de la música, llevaba los solos de Hamasyan hasta la cima, para luego volver a bajar sin prisa.

El pianista, por su parte, empezaba encogido en la butaca, como casi sin querer que nadie más que él escuchara la música que salía de las teclas, y poco a poco hinchaba las notas, las llenaba de intensidad, de aire, y se iba abriendo él, corporalmente, como si fuera su cuerpo quien emanaba la música misma.

En uno de los últimos temas, Hamasyan y Rosato intervinieron con Pinson alternándose el protagonismo cada cuatro compases y mostrando todas las posibilidades del instrumento. Las alturas que escogía Tigran las imitaba Pinson en los toms y del mismo modo el pianista recogía los ritmos que su compañero le lanzaba. En alguna ocasión se echó en falta el uso del silencio por parte de Pinson, ya que en ciertos puntos llegó a sobrecargar el alarde de virtuosismo americano del batería.

Más allá de esto, la delicada exactitud con la que los músicos entraban, todos a una, en cada vuelta al tema, y la precisa interpretación de las versiones, nos hizo disfrutar en gran medida del concierto, pese a la mala acústica de la sala. Ojalá el próximo ciclo de jazz que programe el CNDM, con nombres tan potentes como el de Tigran Hamasyan, pueda escucharse en mejores condiciones.

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1 comentario en «Tigran Hamasyan en una sala de clásico»

  1. Hola. Estuve también en ese concierto y el problema creo que no es de la acústica de la sala sino el oído de los técnicos de sonido, un problema que es habitual en los conciertos de jazz contemporáneo en Madrid y que no sucede en otras ciudades. En Madrid se ecualizan los conciertos de jazz como si fueran conciertos de rock. Los técnicos parece que desconocen que la batería debe sonar en el jazz sólo un poco más que el bajo y un escalón inferior al del piano, el saxo y la trompeta. Con este mismo batería, Johnattan Pinson, ya hubo el mismo problema en el concierto de noviembre de Mark Turner en el Tempo Audiophile Club. Allí, durante la primera mitad del concierto, destruyó literalmente el sonido de Turner y Jason Palmer. Sólo tras el descanso, y después de que dos personas habláramos con el director del local, Pinson corrigió las amplificaciones de su batería y pudo escucharse la música. El problema no sólo que los técnicos de sonido de las salas le digan sí a un batería que no sabe o no puede escucharse a sí mismo, sino que no parecen un personal especializado en este tipo de música y el problema es recurrente. Además parte del público madrileño no acompaña en este tipo de conciertos porque aplaude las baterías atronadoras como si estuvieran, ya digo, en un concierto de heavy metal. Son innumerables los conciertos de jazz contemporáneo en esta ciudad cuyo sonido tiene que corregirse pasados los dos primeros temas y, a veces, desgraciadamente incluso más tarde.

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