Un tablao como una casa

Texto: Jacobo Rivero

En un encuentro con Joaquín San Juan, gerente y capitán de la escuela de baile Amor de Dios en Madrid comentaba: “Mientras los empresarios españoles no tenían más relación con Japón que comprar relojes en Canarias, los flamencos estaban yendo a Japón y a muchos otros sitios”, y añadía, “esos viajes con sus gracias y desgracias tienen un valor increíble”. San Juan ponía en valor los trayectos de una diáspora flamenca que se constituyó desde mediados del siglo XX, y antes con figuras como Ramón Montoya o Carmen Amaya, como fundamental para entender la presencia del flamenco en medio mundo. De Turquía a Brasil, de Australia a Estados Unidos y también, singularmente, a Japón. De las escuelas y tablaos de Sevilla, Madrid o Barcelona al país del sol naciente, probablemente una de las culturas en principio más antagónicas a la de la península ibérica.

En el libro Un tablao en otro mundo. La asombrosa historia de cómo el flamenco conquistó Japón de David López Canales (Alianza Editorial, 2021) se cuenta ese viaje a tierras lejanas, con la maletita flamenca a cuestas, sin tener ni papa del idioma o las costumbres, pero con el anhelo de engordar la cartera. El libro de David López Canales tira del hilo que construyeron un montón de flamencos intrépidos para crear una relación especial y entrañable con el país asiático, unas circunstancias que además ayudaron a soliviantar las precarias economías de muchos de ellos y que en algunos casos significaron que a la vuelta de sus tareas vendrían con el dinero suficiente como para pagarse una casa. Una inversión en toda regla que iluminaba la cara de aquellos elegidos para representar el flamenco en tablaos y academias nipones.

Un tablao en otro mundo es un libro imprescindible para conocer también a los pioneros de uno y otro país, para entender el embrujo que cautiva a muchos japoneses con el arte español y también para contar las penurias y alegrías de ese viaje hacia lo desconocido. “A mí me ayudó a saber quién soy, como artista y como flamenco. A mí Japón me dio media vida” cuenta el bailaor Manolete en el texto, a lo que el autor añade: “Manolete se fue a Japón siendo bailaor y con cada viaje que hacía regresaba siendo maestro”. No fue el único. Por el libro desfilan Tomás de Madrid, la Tati, Cristina Hoyos o el polifacético Chiquito de la Calzada. También genios totémicos como Antonio Gades o Paco de Lucía que encendieron las luces para miles de japoneses amantes del arte. Una conexión especial que en el libro recoge las figuras que desde el otro lado recogieron el guante en Tokio y Osaka de programar flamenco a miles de kilómetros de su lugar de origen. Un libro que es un viaje necesario para poner en valor una cultura universal como es el flamenco, la diáspora de sus artistas y el legado que van dejando más allá de unas fronteras ibéricas donde muchas veces no se reconoce lo suficiente el poder liberador de la música que produce. Ese mantra que sí cautivo a una audiencia japonesa que supo conectar con la profundidad del flamenco, creando una escuela de aficionados de la que hoy el flamenco se reconoce orgullosa. En buena medida gracias a una serie de artistas valientes que –como decía Joaquín San Juan- tienen un valor increíble.

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