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‘Bulbancha’ y el turismo musical alternativo

Texto: Gilberto Márquez

Otra forma de conocer las ciudades es posible. Existe una vía alejada de la visita gregaria tras el turoperador o la basada en la búsqueda de estándares de cada destino en Internet. Ahora que parece que el sector comienza a ver la luz tras el final del túnel, el escritor y periodista madrileño Jacobo Rivero presenta una obra que, sin ser estrictamente una guía de viaje, tiene mucho de ello. Tampoco el jazz tiene la exclusividad aquí, pero impregna casi todas sus páginas. Porque Nueva Orleans es la cuna del género, pero también el corazón que bombea, a través del Misisipi como arteria principal, otros estilos musicales que mezclan raíces africanas, caribeñas y/o europeas para nutrir al resto del mundo. Aunque, sobre todo, lo que contiene en grandes dosis Bulbancha. Música, calle y resistencias desde New Orleans (Clave Intelectual, 2021) es la pasión y grandeza del ser humano.

El volumen que nos ocupa es una recopilación de catorce fascinantes narraciones, salpimentadas con entrevistas a diversos protagonistas, que nos ofrece una panorámica, al mismo tiempo, tradicional y desconocida de la urbe. De esta manera, el lector tiene la oportunidad de transitarla y obtener una visión diferente gracias al descubrimiento de experiencias sobre lucha, superación, rebeldía o cooperación y siempre con la música como trasfondo e instrumento generador de actividad dentro de esta comunidad mestiza.

Precisamente bulbancha’ es la voz con la que los nativos americanos choctaws denominaban al territorio sobre el que los colonos franceses erigieron la Crescent City en 1718 y cuyo significado es “lugar de muchas lenguas”. Las posibilidades comerciales derivadas de su posición estratégica en el mapa la han convertido en punto de encuentro de las más dispares culturas y han configurado su carácter cosmopolita. No obstante, igualmente ha sido una región marcada por desigualdades, fenómenos climatológicos extremos y desgobiernos. De ahí que las reivindicaciones, el esfuerzo colectivo y la defensa de lo autóctono estén tan presentes. Si no, no se entendería que el aeropuerto y el principal parque de la villa lleven el nombre de Louis Armstrong, por citar sólo un ejemplo.

En el texto se invita a vivir un jazz funeral y la «democracia en estado puro» que es la secondline, en palabras del clarinetista Michael White; a valorar el peso haitiano y cubano en la génesis jazzística a través de la carrera del pianista y compositor Louis Moureau Gottschalk, precursor del ragtime; o a admirar a figuras como Sweet Emma Barrett, paradigma de superación que no cejó en la faena a pesar de su enfermedad. Del mismo modo, resulta esencial inmiscuirse en algunos de los espacios donde se desarrollan hechos relevantes, como el club Preservation Hall, el primero abierto a un público interracial, o la emisora de radio WWOZ, cuya labor de difusión del talento local desde hace décadas es encomiable.

Dotada de un sonido propio, NOLA cuenta con una abrumadora nómina de artistas ilustres: por estas líneas aparecen semblanzas de Champion Jack Dupree –mediante los testimonios del guitarrista danés de blues Kenn Lending-, Allen Toussaint, Dr. John o James Booker, objeto en 2013 de un documental filmado por Lily Keber, quien se encarga aquí del prólogo. Asimismo, destacan conversaciones con personajes como Rollin’ Joe, que preside con inusitada vitalidad una secondline desde su silla de ruedas, o el activista político Malick Rahim, fundador del Black Panther Party en la ciudad en 1970 y del Common Grand, programa de ayuda instaurado tras el huracán Katrina.

No sólo de oriundos bebe el ejemplar firmado por Rivero, pues dialoga con otras personalidades que han decidido instalarse e impulsar su profesión desde Nueva Orleans. Es el caso de la conocida como emperatriz punk del afrorock, Cole Williams, agitadora del movimiento Black Lives Matter y creadora de una asociación de apoyo a los sintecho; o de la violonchelista Layla McCalla, quien nos recuerda la influencia criolla en el nacimiento del jazz. En su relato, además, rememora al poeta Langston Hughes, referente de la diáspora africana, amante del jazz, amigo de Nicolás Guillén y admirador de la Niña de los Peines. El que, en una visita a la URSS, sentenció: «Yo no renunciaría al jazz ni por una revolución mundial». Poca broma.

Si bien permaneció bajo dominio español durante cuarenta años en el S.XVIII, no dejan de sorprender los vínculos de NOLA con nuestro país. Si volvemos a Hughes, cronista en la Guerra Civil, sabremos más detalles de las peripecias de los negros nativos que lucharon en las filas de las Brigadas Internacionales. Pero lo más llamativo es la relación existente con el flamenco y la emigración de algunos de sus artífices tras la contienda del 36. En una historia trenzada y emocionante, nuestro compañero en más JAZZ magazine hace referencia al Chateau Flamenco, tablao en el que actuó una de las interrogadas, la bailaora Rosa Montoya, que, a la postre, grabaría ahí un disco junto a su socio Ciro Diezhandino con producción de Cosimo Matassa, uno de los responsables del New Orleans Sound. Una tradición flamenca que continúa en la actualidad en la peña La Pepa, regentada por María José Salmerón, quien también instituyó la fundación Mamacita Aid Social, que trabaja en el estudio y promoción del arte español y sus orígenes en la zona.

Bulbancha. Música, calle y resistencias desde New Orleans es el resultado de la atracción de Jacobo Rivero por la ciudad más poblada del estado de Luisiana. El flechazo se inició en 2012, cuando acudió para realizar un reportaje, empezó a tomar forma de libro en 2016 en una nueva incursión y se ha completado durante el confinamiento con otros tantos encuentros virtuales. En estas 228 páginas consigue transmitir la esencia de sus gentes y la importancia de sus costumbres para acercarlas a los que todavía no hayan tenido la ocasión de disfrutarla in situ. Aunque también desea romper tabúes y estereotipos y dedicar un momento para la reflexión, porque algunas de las acciones que se describen podrían ser perfectamente aplicables en otras partes del planeta. Así que, ya tienes planes para tu próxima aventura. Pero no se lo digas a nadie.

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