Con Billie Holiday -una biografía coral-

Texto: Jesús Umbría Brito

El título de la edición española de “With Billie” de Julia Blackburn ya revela, antes de la primera página, la esencia de la obra. La autora compone hábilmente un relato a varias voces, alejándose de los tópicos que rodean a una biografía. Con esa libertad del que se desprende del discurso y se convierte en oyente, decide dejar que sean los testimonios, la visión y los recuerdos de diferentes colegas de escenario, amigos, familiares, agentes del FBI, camellos, productores y demás personajes que se cruzaron en la vida de Billie Holiday los que conformen ese crisol y nos esbocen, como las múltiples formas de un caleidoscopio, a la persona que vivía tras “Lady Day”, del mito de una de las cantantes de jazz más fascinantes del siglo XX.

El mérito es compartido y, se entiende, buceando en las fuentes de la autora. Blackburn parte de las entrevistas y la minuciosa investigación que en los 70  realizó Linda Lipnack Kuehl, una aspirante a biógrafa que, durante años, trató de escribir un libro sobre Billie. Una enamorada del jazz y del estilo de la cantante, que prematuramente se suicida sin acabar una obra para la que seguramente no estaba preparada. Linda resultó, sin embargo, ser una mujer con el carisma suficiente como para intimar y entrevistar con cierta complicidad a quienes desempeñaron un papel clave en la trayectoria musical y vital de Holiday.

Durante décadas la familia de Linda guarda decenas de registros sonoros, voces y recuerdos de grandes y pequeños nombres de la escena del jazz, que acaban en las manos de un coleccionista privado. Este los cede a Julia Blackburn y ahí comienza a tejerse, con los retales de este increíble material, la base de esta biografía.

Grabaciones a las que la autora se aproxima con el espíritu y la curiosidad de una detective, de una observadora desprejuiciada que ofrece al lector estos testimonios sin adulterar, en crudo. Borrachos, drogadictos, amigos y músicos de la vieja guardia desgranan, a veces con una memoria bastante dudosa, su paso por la vida de la cantante.

Las transcripciones aparecen como quien presenta las evidencias de un crimen. Los propios entrevistados se retratan, con sus contradicciones, sus flaquezas, miserias y virtudes. La autora sólo se toma la licencia de puntualizar y contrastar la información con notas a pie de página y, en ocasiones, presenta la versión que otro personaje aporta de un mismo episodio.

Resulta una lectura irresistible para un amante del jazz que, además de acariciar todas las aristas vitales de un mito, puede perderse de la forma más placentera en los aspectos musicales. Leer de primera mano las transcripciones de noches de encuentros con personajes de la escena como Buck Clayton o Teddy Wilson, los capítulos sobre Lester Young, Melba Liston y otros tantos maestros del género; Conocer la relación que les unía, las noches en Harlem, la admiración que se profesaban, las anécdotas… descifrar los entresijos y las aventuras de una joven Billie rodeada de monstruos sagrados.

Blackburn, sin embargo, nos conduce a través de sus páginas un paso más allá. Es muy agradecido lo revelador que resulta el libro a la hora de situar y entender el contexto y las circunstancias que moldearon a Billie como persona y la convirtieron en un icono del jazz. Lo que significaba ser negra y mujer en la América de aquellos años. Cómo fue abrirse paso en una escena en la que las cantantes dependían de las grandes orquestas de swing y quedaban ensombrecidas por band leaders como Jimmie Lunceford, Count Basie o Woody Shaw, nombres propios siempre masculinos. Cuál era la raíz de esa conducta tan adictiva y autodestructiva que la acabaría arrastrando hacia una muerte tan prematura.

La autora relata, a través de los ojos de quienes la conocieron, el ascenso de la artista desde las calles de Baltimore hasta sus actuaciones en el Carnegie Hall, sus momentos de gloria y un declive al que sin duda ayudaron sus adicciones pero también la persecución y las detenciones a la que fue sometida.

Lejos del tono sensacionalista de la biografía escrita por Bill Dufty en los años cincuenta, Blackburn nos da la oportunidad de desmontar esa leyenda negra llena de excesos y drogas que ofrece un retrato demasiado reduccionista. Podemos escuchar, no sólo por testimonios de sus amigos, sino también a través de agentes infiltrados, como fue acosada por una administración racista y corrupta que la usó como chivo expiatorio para publicitar la lucha antidroga, y cómo este periplo derivó en su penoso paso por la cárcel y su muerte.

Este dibujo tan complejo nos permite descubrir a la persona frágil e insegura que se esconde tras la artista, la hija de Sadie la prostituta, la novia del proxeneta mafioso, la leader que cuida y protege a los integrantes de su banda, la chica que reza en el orfanato, la politoxicómana, la cantante que era única contando historias y el ser humano hastiado de la segregación.

Es una delicia leer esta biografía construida a través de la mirada de los que compartieron aquellos años tan salvajes y a la vez tan musicalmente estimulantes. Al menos nos permite acceder a la historia desde otro prisma, porque las adicciones existían pero como dijo el que fue su pianista Mal Waldron “es que Lady Day tenía mucho que olvidar”.

Fue como asistir a una gran tragedia, un documental en el que al final esbozas una sonrisa porque Julia Blackburn, después de tanto dolor, decide acabar el relato con la descripción de la sesión que la CBS grabó con varias leyendas del jazz el 8 de diciembre de 1957. En ese momento imaginé a Lady Day feliz, cantando junto a sus amigos y disfrutando con los solos de Gerry Mulligan, Roy Eldridge o Coleman Hawkins. Cerré el libro y me apresuré a escuchar su voz entonando “Fine and Mellow”.

 

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