Daniel Juárez: «Cualquier idea es válida para desarrollarla».

Por Jaime Bajo.
Daniel Juárez @ José Luis Luna

Haber comenzado tan joven y habiendo disfrutado de estancias en Donosti, Nueva York y Groningen le ha reportado al saxofonista talaverano Daniel Juárez un bagaje que le permite codearse de tú a tú y sin complejo alguno con figuras eminentes del jazz como Dave Liebman, o acompañar a artistas contemporáneos como Rachel Therrien, Mareike Wiening, Sebastián Chames o Miron Rafajlovic. La clave estriba en mostrarse versátil y capaz de adaptarse y aportar en cada proyecto en el que participa.

Si atendemos a la formación que has recibido como saxofonista, podrías considerarte un privilegiado por haberte formado al más alto nivel en centros como Musikene de Donostia, el Prins Claus Conservatorium de Groningen, o haber disfrutado de una estancia en Nueva York. ¿Hasta qué punto le resulta útil y en qué medida enriquece a un músico este tipo de experiencias en otros países?

He tenido mucha suerte pudiendo completar mis años de estudios musicales en estos centros, los cuales son muy buenos ya que cuentan con grandes pedagogos, y el nivel de los alumnos que tuve como compañeros cuando estudiaba allí era bueno. De hecho, lo que me parece interesante acerca de dichos lugares es que representan un punto de reunión entre profesores y alumnos en el que compartir experiencias y conocimientos. Es decir, la gente hace que estos centros tengan sentido, gracias a poder tocar y compartir todo esto con otras personas.

¿Qué diferencias has apreciado en cómo se valora la música en estos países, y en el modo en que se interactúa y relacionan los músicos?

En cuanto a la valoración de la música en otros países que tienen más bagaje de música moderna como el jazz, es evidente que es más valorado y respetado (sobre todo en Estados Unidos, que fue la cuna de este género musical). España va por muy buen camino: actualmente hay una gran cantidad de músicos extraordinarios. Pero creo que necesitamos seguir aprendiendo cosas. Desde mi punto de vista, hace falta más conexión entre las ciudades grandes y que se dé más pie a que los proyectos importantes y con verdadera relevancia artística tengan cabida en todos los lugares posibles de la escena.

Tu álbum de debut, “Caminos”  (Free Code, 2014), incluía un texto bastante emotivo en el que tu profesor Bobby Martínez afirmaba sentirse reflejado en ese ímpetu tuyo por aprender. ¿Qué poso ha dejado en ti las enseñanzas de Bobby -y de otros nombres como Bob Sands o Germán Kucich- y en qué medida se ha visto reflejado eso en tu manera de entender, interpretar y afrontar la música?

Bobby ha sido como un padre musical para mí. Me enseñó infinidad de conocimientos sobre la música y sobre el saxofón y, sobre todo, a amar esta música y dedicarle todo el empeño que merece, así como el afán por seguir adelante con todo lo que me proponga. Al igual que a mis padres, él es una de las personas a quien le debo mucho. He tenido mucha suerte de tener maestros como él y otra serie de grandes personas y musicazos.

Todo jazzero o músico de formación creativa que se precie tiene en mente un proyecto personal con el que, salvo honrosas excepciones, apenas puede ofrecer actuaciones dado que debe involucrarse en infinidad de proyectos ajenos para poder ganarse el sustento. ¿Hasta qué punto es positivo o negativo el hecho de tener que participar de tantos proyectos que restan tiempo para dedicarse a su proyecto más personal? ¿De qué forma puede el talento individual aportar y enriquecer proyectos colectivos o iniciativas ajenas?

Es cierto que cuando alguien apuesta por su proyecto personal, hay que dedicarle mucho tiempo y esfuerzo que no siempre se tiene. Sin embargo, me siento muy agradecido y motivado por poder participar en otros proyectos, ya que siempre se aprenden cosas al interpretar la música de otros artistas, y creo que esto es muy positivo para todo músico. Al igual que en un proyecto personal los músicos que uno elija para tocar tu propia música pueden aportar su punto de vista hacia esa música, también uno aporta su punto de vista hacia la música de los demás. Y esto siempre genera un punto extra interesante para cualquier líder de banda, ya que se aprende mucho también tocando la música con diferentes intérpretes y formaciones.

Daniel Juárez @ Harold Abellán

Llama la atención el solapamiento de músicos que deambulan en aquellos proyectos en los que tomas parte de forma habitual: Jorge Castañeda (piano), Darío Guibert (contrabajo), Álvaro del Valle (guitarra), Roberto Nieva (saxofonista). etc. ¿Qué diferencias podemos encontrar entre proyectos como The Machetazo, el quinteto de Jorge Castañeda o tu propio quinteto, y cuáles son los elementos musicales y estéticos qué te sirven para determinar en qué proyecto concreto encaja cada composición?

La lista de músicos que participan y colaboran en estos proyectos es muy variada, y siempre me pareció fantástico. Las diferencias residen en la intención de cada uno de los proyectos: el proyecto The Machetazo consiste en una banda colectiva, más enfocada a colaborar entre todos los miembros a la composición y moldear las composiciones y el estilo musical de la banda de forma grupal. Las bandas como la de Jorge o la mía propia consisten más en centrar la atención en las composiciones personales de los líderes, aportando el resto de los miembros su punto de vista y forma de tocar al darle sonoridad a dichas composiciones. Sin embargo, las composiciones y las decisiones importantes siguen siendo del líder en la mayor parte de los casos. Ambas formas de trabajar son muy productivas y se aprende mucho.

En el último decenio hemos visto aflorar una nueva generación de músicos, muchos de ellos procedentes de escuelas de música donde la enseñanza es más individualista y creativa, que no se conforman con interpretar los estándares del jazz, sino que se atreven a defender un repertorio propio. ¿En qué medida crees que es importante escuchar y asimilar los clásicos del género antes de lanzarte a componer piezas musicales?

Creo que es fundamental tener clara la base de este género, escuchando muchos discos, transcribiendo a intérpretes de generaciones anteriores, aprendiendo la mayor cantidad posible de temas estándar y del repertorio clásico, y todo el lenguaje posible. Todo esto es la base sobre la que se debería empezar a generar algo más allá.

¿En qué momento te empezaste a sentir capacitado para componer?

Desde mi punto de vista no se trata de sentirse capacitado o no, sino de sentir la necesidad de expresar, de forma natural, lo que confluye de todo lo que uno va aprendiendo. Hay músicos que no sienten esta necesidad y se conforman interpretando la música de otros, lo cual es también respetable. En mi caso fue hace ya más de diez años que empecé a componer. Hasta llegar al punto en el que me encuentro he aprendido cosas y, lógicamente, esta forma de componer ha cambiado. Desde mi punto de vista, cualquier idea es válida para comenzar a desarrollarla.

¿Por qué crees que se ha producido este estallido creativo en la escena jazz española en los últimos años y qué posibilidades reales existen de que estos proyectos puedan desarrollarse por infraestructura -sellos, escuelas, salas, medios…- y público?

La creatividad en la escena, no solo española sino mundial, se produce por esta necesidad de expresión de la que hablaba, que no deja de ser la misma que tenían los músicos de generaciones anteriores, dadas las circunstancias sociales y culturales que sean en cada caso. Creo que la música debe seguir su camino y desarrollo, un desarrollo del que somos responsables. Y también creo que toda la música que representa una parte importante dentro de un género musical ha de ser preservada. Dicho esto, actualmente hay músicos que tocan todo tipo de subestilos dentro del jazz, y que gracias a ello esta música puede seguir desarrollándose al mismo tiempo que se conserva su base.

Hay un proyecto que apenas nadie conoce y es ese que llamas 8 Bits, en el que compones piezas que bien podrían haber formado parte de la banda sonora aquellos primeros videojuegos de Arcade que disfrutamos en nuestra infancia. ¿Cómo surge este proyecto que luces tan poco? ¿Qué otras ideas estás desarrollando en estos momentos alejadas de los cánones del jazz y su fusión con diferentes géneros musicales?

Siento desde hace mucho tiempo gran influencia de la música en 8 Bits, y que me ha servido mucho para componer. Para mí es más una forma de pasarlo bien con otros estilos musicales, y me alegra que haya mucha gente que lo ha pasado muy bien también escuchando dichas composiciones. Siempre me han gustado otros estilos musicales. Actualmente, aparte de esto de los 8 Bits, estoy trabajando en composiciones originales adaptadas a una formación con cantante.

Te sueles mover en un ambiente jazzístico en el que se valora de forma positiva tu capacidad de improvisación y diálogo con otros músicos, pero que al mismo tiempo tiene sus propios códigos de conducta, pautas de comportamiento y que en ocasiones tienen a ser un poco autocomplaciente con aquellos que lo integran. ¿Has sopesado la posibilidad de aportar tu saxo a proyectos que se alejan de este ambiente? ¿En qué medida representa una ventaja o una desventaja que te vinculen a él para desarrollarte como músico?

Desde mis inicios he podido tocar en infinidad de proyectos de estilos musicales como el soul, funk, flamenco fusión, música de cantautor, música latina, blues, rock, folk, música electrónica, música clásica. Y, aunque no de manera continuada, sí he podido experimentar con diversos estilos, y es algo de lo cual se aprende mucho también. Intento ser un músico versátil a nivel de estilos musicales, aunque más enfocado al estilo de jazz. No creo que tenga ninguna desventaja. El estilo musical que más me llena es el jazz, y lo considero un género muy completo y del que aprender muchas cosas a nivel rítmico, armónico y melódico. Por eso decidí centrarme en este estilo musical.

Hace unas semanas te hemos podido ver prestando tu saxofón y participando de la actuación de un referente del género como Dave Liebman, a quien ya tuviste como profesor en la mencionada estancia en Nueva York. ¿En qué medida ayuda el hecho de poder escuchar, dialogar e interactuar con leyendas del calibre de Dave para tu crecimiento personal como músico? ¿Qué clase de consejos, advertencias, experiencias o aportaciones útiles pudiste recibir en el diálogo que mantuviste con él?

Dave es una auténtica leyenda viva del jazz, y fue muy especial poder compartir escenario con él. Es una gran persona, además. Ha sido toda una experiencia de la que me llevo aprendizaje y consejos de un músico consolidado y con una voz propia muy potente. Me dio muchos consejos a nivel de cómo interpretar la música con el saxofón, así como su punto de vista sobre aspectos de la composición musical.

El último trabajo publicado con The Machetazo, “A visión in a dream” (Errabal Jazz, 2019) exploráis el encuentro entre literatura y jazz, con una narradora relatando pasajes al tiempo que los músicos tocáis. ¿De dónde nace la idea de explorar esta nueva vía de encuentro entre diferentes artes? ¿Cuál ha sido la respuesta del público a esta iniciativa interdisciplinar? ¿Tenéis en mente seguir indagando por este camino?

La idea nace de la composición que le da título al disco, “A vision in a dream”, compuesta por nuestro guitarrista Nacho de Frutos. Está inspirado en el poema del poeta inglés Samuel Taylor Coleridge. Juntos le dimos forma a dicha composición a partir de las ideas de Nacho. Así pues, también decidimos incluir algunos fragmentos de dicho poema (narrados por Helena Lanza) y musicarlos a modo en introducción y final del disco. Me parece muy interesante poner esfuerzo en mezclar entre sí dos o más ramas artísticas. Al público le gusta, ya que esto no es algo tan común viniendo de agrupaciones de jazz, al menos aquí. No descartamos seguir incluyendo otras ramas artísticas y mezclarlas con la música del proyecto.

 

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