Texto de Gadea Pintado y Pedro Andrade / Fotografías de Jaime Delgado Drake & Pedro Andrade (IES Colegio Madrid)
Emmet Cohen al piano, Yasushi Nakamura al contrabajo y Kyle Poole a la batería ofrecieron el pasado 2 de noviembre, en el Teatro Pavón de Madrid, un concierto potente, fresco, efervescente, dinámico, divertido… y podríamos seguir, de esta manera, con más adjetivos calificativos que intenten plasmar de la manera más gráfica posible la gran sorpresa que nos llevamos los que todavía no conocíamos la propuesta musical del pianista estadounidense.
El trío, en formato acústico ofreció una velada musical en la que destacó la maestría instrumental de cada uno de sus integrantes. Pudimos escuchar algunos temas de su último trabajo Uptown in Orbit (Mack Avenue Records 2022), lanzado precisamente el pasado mes de octubre de este mismo año. Composiciones como “My love will come today”, “Li´l Darlin” fueron sonando a lo largo de la velada, piezas que dan testimonio de un refinado gusto por las influencias más clásicas del jazz contemporáneo, el mismo Cohen, en una de sus interacciones con el público, hizo referencia a algunos de sus grandes inspiradores, como son: Duke Ellington, Count Basie, Thelonious Monk, Cedar Walton, Monty Alexander, entre otros.
La unión musical de estos tres enormes instrumentistas nos llevó a momentos sobrecogedores durante la noche. Los tres demostraron poseer una técnica de interpretación muy personal.
Emmet, nacido en Miami y afincado en la capital del jazz hace varios años, ha colaborado con los más grandes; por mencionar algunos: Jimmy Cobb, Ron Carter, Benny Golson y Albert “Tootie” Heath, con los que ha grabado, además, sus ya conocidas Masters Legacy Series, en los que muestra su variado lenguaje pianístico del jazz, del que pudimos tener constancia la noche del 2 de noviembre. Un despliegue musical que denota un conocimiento profundo de la música jazz, de su historia, que fluctúa entre rag time, el jig piano y la música jazz más actual, para muestra, “Spillin´the tea”.
Destacar también el virtuosismo y contundencia del contrabajo de Nakamura, que en varios momentos de la noche jugó con una dinámica de frecuencias bipolares que se sucedían entre las caricias arpegiadas a las cuatro cuerdas hasta los golpes en pizzicato, en ciertos momentos violento, contra el mástil de un contrabajo que sufría los estruendos y saturaciones muy bien medidas y, sin duda, trabajadas, por un músico inspiradísimo, entregado en absoluto al momento musical, efímero y único. Velocidad, creatividad en la improvisación, absoluto dominio de los momentos de tensión, qué decir, el contrabajista japonés, afincado en New York desde hace varios años y músico asiduo en las bandas de Cecile Mclorin o Bobby Watson, nos dejó con la boca abierta a más de uno, sobre todo en “Distant Hallow”.
Qué decir también de Kyle Poole. Una máquina de precisión y detalles sutiles que marcan la diferencia. Durante todo el concierto mostró una asimilación total de los cortes melódicos, los saltos de tiempo y ritmo que hacían de las composiciones, en un primer momento, aparentemente sencillas en su melodía, se convirtieran en un entramado de rupturas y alianzas sonoras con el piano y el contrabajo, haciendo de la composición final un laberinto polifónico rico en matices, cadencias y combinaciones de progresiones irrealizables. La complicidad y comunicación entre los músicos fue total. En cierto momento del concierto, el siempre risueño Cohen presentó a sus compañeros afirmando que llevaban más de diez años tocando juntos. Poco tiempo para algunos, pero mucho si consideramos que esos diez años son la tercera parte de la vida del joven pianista, en la actualidad tiene 32 años.
El laboratorio musical de Harlem en el que Cohen comparte, en muchos casos, de manera viral, sus colaboraciones con otros músicos de la zona, han hecho que la trayectoria profesional del intérprete se proyectara de manera masiva en los últimos años. Es justo decir, que esa proyección mediática tiene un sustento musical muy bien definido en el caso de Cohen. Su trayectoria en el mundo clásico y el amor por la herencia musical del jazz, como género, han hecho de este autor uno de los nuevos referentes musicales del momento, y con razón.
“Finger Buster” tema con el que dio final al concierto terminó por romper el aplauso del público, muchos, como nosotros, felices por la sorpresa de conocer de primera mano esta propuesta, otros, ya fieles seguidores del pianista, visiblemente conmovidos por tener de nuevo al compositor en un escenario madrileño.
Finalmente, el intérprete apuró su última intervención para informar que estaría enseguida en el hall del Pavón para saludar a los asistentes y firmar los ejemplares de su flamante trabajo discográfico.