Entrevista a Julio Martí, director artístico de Las Noches del Botánico (primera parte)

Texto: Fernando Roqueta / Fotografías: Iñigo de Amescua

En un marco incomparable y privilegiado, a escasos minutos del centro de la capital, se encuentra el Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense, sede de unos de los festivales que, en tan solo 5 ediciones, se ha convertido en un referente dentro del circuito estival, Las Noches del Botánico.

Con más de cuatro décadas dedicadas a la música, Julio Martí, que en la pasada edición de JAZZMADRID ofreció una programación sobresaliente con Villanos del Jazz, es uno de esos personajes que son fuente inagotable de vivencias y anécdotas en las cuales aparecen y se mezclan muchas de las grandes figuras de la música. Sin embargo, lejos de maniqueísmo y formalismo redundantes, la sencillez y el entusiasmo que sigue mostrando a lo largo de una hora de conversación en el marco de esta entrevista, llega a tal punto que acaba prestándose, entre risas y buen humor, a nuestra sugerencia de tirarse en el césped, en esta calurosa tarde de primavera, rodeado de margaritas, para una sesión fotográfica memorable en la que todos los presentes acabamos entonando el Strawberry Field Forever de los Beatles.

Para entrar en materia, cuéntanos brevemente en qué circunstancias se conocieron con Ramón Martín (codirector de LNDB) y de qué manera se gestó la idea del festival. ¿Tenían pensada la ubicación actual?

Ramón llevaba un par de años con un festival llamado DCODE. Coincidió que en ese momento la Universidad deseaba recuperar su experiencia con el jazz, ya que aquí tuvo lugar un proyecto denominado Complujazz. De hecho, programé algún concierto de Complujazz, sin tan siquiera asistir en ninguna ocasión, debido a que estaba en otro contexto y nunca encontré el momento adecuado para asistir. El hecho es que un día un amigo común que tenemos con Ramón, me llama, quedamos y nos vemos aquí para estudiar la posibilidad de un proyecto y ver ubicaciones dentro del campus. Quedamos en el museo del traje, luego fuimos a Cantarranas donde tiene lugar el DCODE. Se me ocurrió preguntar donde tenía lugar el Complujazz y me contestaron “en el jardín botánico”. Les dije: “bueno, pues vamos a verlo”. Cuando llegamos lo vi claro. Esta era la ubicación idónea, no para un nuevo Complujazz, sino para otra propuesta que necesitaba Madrid, fuera de salas cerradas como el circo Price donde estuve programando en esos últimos años a artistas como Diana Krall o Earth, Wind & Fire y que me limitaba en cuanto a aforo y oportunidades de patrocinio.

Cuando arrancó este nuevo proyecto, tuvimos dos años previos, bajo otra denominación, hasta que vimos la luz a partir del tercer año en el que el evento paso a llamarse Las Noches del Botánico.

Mi referente en ese momento era el Festival de Jazz de Montreux, que proponía una rigurosa programación jazzística y a la vez ofrecía otros géneros musicales adyacentes al jazz con figuras emblemáticas dentro de las músicas populares, además de una ubicación idónea próxima al lago Leman.

¿Qué función desempeñas dentro de la organización?

Lo mío es la programación artística. Ramón es un experimentado profesional de la producción. Cada uno nos adjudicamos esa parcela donde sabemos que ofreceremos lo mejor de nosotros mismos.

¿Cuál es tu relación con la música, o las músicas, y más particularmente con el jazz?

Nací en 1956. ¡Imagínate en los 60 lo que sonaba en la radio española! Básicamente telenovelas, que mi madre escuchaba asiduamente, de las cuales recuerdo algunos nombres de ciertos protagonistas como la actriz de voz Matilde Conesa o el guionista Guillermo Sautier Casaseca ¡Si te digo que lo oía todos los días! no se me olvidara nunca (risas). En los interludios, había música española, y yo lo que escuchaba era la copla y a Concha Piquer porque soy de Valencia. Ese era mi entorno musical en esa época, y de allí no salía. En 1963/64, con 7 u 8 años, con la complicidad de mis hermanos mayores que ya eran unos “hípsters”, se suma a mi universo musical un disco con una hermosa portada roja: la banda sonora de West Side Story. Me enganché a ese disco. Recuerdo que era un vinilo con una portada doble que se abría a modo de libro y en la que aparecían fotos de la película, que, debido a mi edad, no podía ir a ver al cine. Esas fotos tomadas durante el rodaje mostraban esa escena tan conocida del baile en el gimnasio que, a la vez que escuchaba el disco, coreografiaba en mi mente infantil a modo de mambo. Así que monté un espectáculo para la familia y al finalizar cada función, pasaba la mano para recoger algunas pesetillas… empecé ganándome la vida coreografiando a West Side Story (risas).

El siguiente paso fue con unos primos mayores que me descubrieron a esos chicos modernos británicos llamados The Beatles en el momento en el que estrenaban en España la película “¡Qué noche la de aquel día!” que pude ver en los cines Capitol, rodeado de niñas que no paraban de gritar. Le pedí a mi madre que me llevara un día entre semana para que pudiera verla sin gritos ni histéricas a mi alrededor (risas). En cuanto a la parte nacional de la música que escuchaba, fue la de cualquier otra persona en esa época. Marisol, Joselito, Manolo Escobar que coparon las pantallas en los 60, el inicio del rock español con los Canarios, los Bravos, los Pekenikes hasta llegar a Serrat, la canción protesta etc… No era siempre mi onda, pero al fin y al cabo seguía siendo música. En 1970, asistí a mi primer festival con 13 años, en la playa de La Pobla de Farnals, en el que actuó Julio Iglesias, y al día siguiente Alfredo Kraus que me impacto sobremanera debido a que desconocía el lenguaje operístico.

«La escena está experimentando un crecimiento increíble en estos últimos años, mostrando calidad y diversidad en las propuestas»

¿Y en qué momento fue tu encuentro con el Jazz?

En 1975, escuchando a Bill Evans con su trio. Empiezo a cogerle el gusto con un vinilo, que me regalaron uno de mis hermanos y una prima mía, titulado Explorations, un álbum magnifico que contiene algunas de mis composiciones favoritas de Evans, además de dos álbumes que Charles Mingus grabó para el sello Columbia a finales de los 50 o principios de los 60… Y para colmar el vaso, volviendo de un festival de rock en Inglaterra, tuve la oportunidad de asistir a un concierto de Bill Evans trio en el club Ronnie Scott de Londres, en el que me quedé en todos los pases, hasta las 2 de madrugada, sentado frente a ellos. Allí se produjo la auténtica revelación y supe en ese momento que el Jazz me acompañaría a lo largo de toda mi vida. Años más tarde me prestaron la obra completa de John Coltrane, como 50 o 60 lps. Acababa de comprarme un Revox A77 así que dedique varios días a grabar todos los vinilos y esas grabaciones me acompañaron mientras estudiaba como un cosaco en la facultad de medicina.

Dentro de unas semanas arrancara la sexta edición de Las Noches del Botánico ¿cuál es tu valoración personal de estas cinco primeras?

Siento una gran satisfacción porque disfruto mucho de lo que hago. Evidentemente tenemos una programación comercial, siendo la única manera de poder sostener un festival de estas características. Sin embargo, en cada nueva edición intento que la programación sea acorde con mis gustos musicales. Siendo director artístico, sé que hay que hacer concesiones para que esto funcione, pero hay que hacerlo bien. La clave es que el criterio que tenemos en nuestros gustos musicales sean lo suficientemente importantes para que la gente lo disfrute igualmente, y sobre todo nosotros ya que trabajamos todo el año con el único fin de que el resultado sea espectacular y sea rentable. Somos dos empresas familiares pequeñas y funcionamos hasta ahora sin ayudas, aunque estamos a la espera de que nos concedan, desde el Ayuntamiento de Madrid, una pequeña partida en esta edición.

«Siento una gran satisfacción porque disfruto mucho de lo que hago»

¿Cuáles son las fuentes de financiación de un macroevento que ofrece 48 conciertos en 47 días y que llego a congregar en su quinta edición nada menos que un total de 80 000 almas?

Las dos fuentes principales son, como te indicaba anteriormente, nuestras dos empresas, con nuestros propios recursos además de contar con apoyo promocional por parte de nuestra tiquetera entradas.com con la que llevamos varios años colaborando. Este festival se financia con la venta de entradas, la recaudación en las barras y con las aportaciones de nuestros patrocinadores, como son Cervezas Alhambra, Grupo Bacardi, Gopuff o Coca Cola, entre otros, los cuales nos permiten mejorar cada año las infraestructuras. Por otra parte, seguimos en estos momentos cerrando colaboraciones con algún otro patrocinador.

¿Cuántas personas colaboran en la organización y en la producción?

Somos un equipo que trabaja todo el año. En la parte que me toca, la artística, somos un total de 10/12 personas. En cuanto a la parte relacional con instituciones y patrocinadores, lo maneja Ramón, mi socio. En la oficina de Comunicación y Prensa, son otras 6/8 personas que están fijas. En total, unas 20 personas, y en el momento del festival se suman diariamente otras 100 personas aproximadamente durante un periodo de dos meses en labores de montaje/desmontaje, producción, personal técnico, seguridad, restauración y acomodación, merchandising, etc…

Los escasos festivales de jazz que programaron durante el año 2020, en plena pandemia, tuvieron que rediseñar su programación debido a las restricciones de movimiento a nivel internacional, y se dirigieron hacia artistas y bandas estatales ¿Cómo valoras la escena jazz estatal?

La valoro muy bien, de manera muy positiva. De hecho, hay numerosos artistas que me llaman poderosamente la atención, como es el caso del pianista Alex Conde, que estuvo afincado durante varios años en Estados Unidos y que acaba de publicar su último trabajo discográfico titulado “Descarga para Bud”, un homenaje en clave latina a Bud Powell. Alex estuvo actuando en la anterior edición dentro de la programación de flamenco. El también pianista salmantino Dani García me gusta mucho, Chico Pérez de Jaén también. Ambos ofrecen unas propuestas muy interesantes. Luego varios instrumentistas jóvenes que también me resultan de gran interés, la trompetista Andrea Motis por ejemplo. Sin olvidar a los históricos como es el caso de Javier Colina que tuve ocasión de escuchar recientemente acompañado de Josemi Carmona y Bandolero en el Café Berlín, o Perico Sambeat con Javier Vercher. Me interesa mucho el mestizaje entre flamenco y jazz. La escena está experimentando un crecimiento increíble en estos últimos años, mostrando calidad y diversidad en las propuestas. Otra propuesta que me llama mucho la atención es la de acercar el jazz a los niños, como hacen José Luis Rodríguez o Noa Lur. Una propuesta que incluiremos en alguna próxima edición de Las Noches del Botánico o tal vez en Los Villanos del Jazz.

¿Sería viable y rentable para un festival privado como Las Noches del Botánico programar o disponer de un escenario específico para artistas y bandas nacionales?

Debido a la envergadura de LNDB no podemos permitirnos ese tipo de lujos. Pero, en cambio, dentro de la programación de Los Villanos del Jazz, en espacios medianos con aforos de entre 200 y 400 personas, podremos dar oportunidad a esos mismos músicos para ofrecer su propuesta en condiciones óptimas, frente a un público más afín. Tenemos que programar con sentido común, manteniendo siempre altos niveles de calidad.

En esta edición de LNDB tendremos a Diana Krall, Pat Metheny, Herbie Hancock, Cory Henry, Robert Glasper y Snarky Puppy, entre muchos otros, dando buena cuenta de la escena más veterana pero también nuevos talentos. Sin olvidar la escena latina con Chucho Valdés acompañado del sexteto de Paquito D’Rivera y a dúo con la pianista Eliana Elias.

Continuará…

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