Grebalariak: Juan de Diego, preparado para la batalla

Toni Vaquer, Juan de Diego, Pere Loewe & Ramón Prats    ©Teo Vázquez

Texto: Federico Ocaña

El trompetista Juan de Diego, acompañado al piano por Toni Vaquer, al contrabajo por Pere Loewe y a la batería por Ramón​ Prats, nos trae con este Grebalariak (Los huelguistas), publicado en el sello Gaztelupeko Hotsak/Errabal Jazz, el que puede ser uno de los discos del año.

El disco encuentra un sonido propio que bebe de las raíces del be-bop, que es también ese punto impreciso en el que el be-bop mutó hacia rumbos desconocidos hasta entonces y aún hoy. El sonido de Grebalariak entiende el jazz aún bailable. Lo entiende cerca de la música contemporánea, le acompaña en su evolución el jazz-rock más​ ​político, el free jazz más comprometido y la música aleatoria. La enumeración se extendería tanto como cada oyente quisiera imaginar y transportarse en su escucha. Lo importante es que hay una coherencia en esta aparente dispersión, un discurso común a todas las piezas, composiciones originales de Juan de Diego. Por supuesto, no es algo nuevo. Pero sus precedentes, los músicos con cuyos proyectos podemos comparar este disco, son contados y escogidos. En las notas citan a Miles Davis, porque Grebalariak podría haber aparecido en cualquier discográfica de aquel jazz de los sesenta y setenta que comenzó a fusionarse no tanto con otras músicas, que también -y, no en vano, citan las influencias brasileñas y latinas de la rítmica- sino con el discurso político y poético, con el recitado y la propaganda.

El comienzo del álbum, con esos “Tambores de Tamadaba” que nos traen trompeta y batería, con un Pere Loewe que funciona casi como un elemento más de la percusión, mientras trompeta y piano elaboran unos solos exquisitos dentro de ese valle sonoro tejido en la primera parte del tema, haciendo incluso implícito en un momento el diálogo discreto que llevaban desarrollando desde el comienzo. En “Nabilen Dantza” la percusión sube los decibelios y la variedad en el repertorio de recursos (el trabajo en este tema de Toni Vaquer al piano y Ramón Prats a la bateria es una maravilla), con un endiablado tempo de música popular que funciona, si seguimos esa comparación con​ los tiempos de salud y prestigio del jazz, como un arreglo de Dave Brubeck, o mejor dos, porque mientras Vaquer acompaña con su particular “take five”, De Diego mantiene una melodía​​ más calmada de negras (o negras con puntillo) en los dos primeros compases y corcheas en los dos siguientes que contrastan con la agitación general y enriquecen​​ la mezcla.

“614G” es un tema muy del gusto contemporáneo, un tema que encierra varios temas, varios estilos y varias personalidades de cada intérprete que parten de un aparente caos que se concreta merced a la fe de Pere Loewe y, según el caso, también de Prats y Vaquer. El “sindicato” de músicos se agrupa y traza una continuidad entre este tema y “Greba” (La huelga), con aires latinos pero fondo reivindicativo. Inspirada por la huelga de La Canadiense de 1919 a la que tanto deberíamos agradecer todos, la trompeta de De Diego suena cálida en el fraseo. El tema, expresivo de por sí, es explorado y explotado por el trompetista, luego también por Vaquer al piano,​ a través de requiebros varios.

Abandonamos el tono cálido para quedar a merced de la urbe, la alienación, en un corte más ácido, “Antimateria”, cuyo título podría pertenecer a un grupo punk y que aquí, en efecto, encaja como un tema de rock, con un ritmo marcado por la batería. En “Balada para Sarah Sandra” tenemos oportunidad de escuchar a un Juan de Diego que nos recuerda al Miles Davis baladista.

Más descono​cida puede ser la historia del siguiente tema, un recitado en el que intervienen los músicos como en una performance o un happening beat: el momento histórico en que el artista polifacético, pre-dadaísta, Arthur Cravan, se enfrentó​ al campeón del mundo Jack Johnson, el primer boxeador negro en ganar el título mundial después de derrotar a Tom Burns. Johnson ya había sido homenajeado en un documental de 1971 con banda sonora de Miles Davis y De Diego lo incluye, justificadamente, en su particular panteó​n.

“Orwell en la plaza del tripi”, con aires latinos, deja solos de De Diego y Vaquer sugerentes mientras que “Excavadora en La menor” vuelve a la estructura casi dadaísta o aleatoria, de la que emerge una sola melodía, simpática, pegadiza, como lo es también la de “Reboso”. El tema se mueve, como en “Orwell…”, impulsado por el fraseo del trompetista vasco, con un Loewe inmenso, que se encarga del primer solo tras la exposición del tema.

Juan de Diego y sus “huelguistas” necesitan poco menos de cuarenta minutos para rendirnos no a uno, sino a varios estilos, todos condensados en estos diez temas que suponen un homenaje al tiempo que se abren a nuevos sonidos. Un motivo más -musical- para recordar a personas e hitos que, como el jazz, nos ayudaron a ser un poco más felices.

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