Jorge Pardo, la nueva aventura del chamán

Texto: Ramón García / Fotos: Rosa Cid

La noche del 13 de noviembre retornó el jazz al Teatro Apolo, dentro de las actividades del XXIX Festival de Jazz de Almería (Almerijazz 2021) con el esperado y, en cierto modo, misterioso concierto de Jorge Pardo; la única información facilitada previamente por la organización consistía en relacionar la música que se ofrecería con el inminente estreno del documental «Trance», dirigido por el almeriense Emilio Belmonte, centrado en la figura del músico madrileño.

El acto estuvo precedido por una breve intervención del Concejal de Cultura, Diego Cruz, conocido cantante almeriense que se enfrenta a la difícil tarea de regir los destinos culturales de la ciudad en momentos tan complejos como los que ha generado la reciente pandemia. Él, además, ha sido el impulsor de la recuperación del festival, tras algunos años de sequía institucional respecto a este estilo musical. Comenzó Cruz disculpándose en nombre de la banda de Ray Collins, cuyo concierto debía haberse celebrado el día anterior, pero que fue suspendido por contagio de Covid de su cantante.

Su presencia en el escenario, en realidad, tenía un motivo mucho más concreto: la entrega del premio Georgia Jazz Club. Memoria a Serafín Cid al artista principal de la noche. Es bien sabida la vinculación de Pardo con el pueblo almeriense desde hace décadas, cuando recaló por Mojacar ya en tiempos de la mítica banda Dolores. Desde entonces los aficionados siempre le han considerado como un paisano más. El premio, que lleva incluida la coletilla ‘por su aportación al jazz y trayectoria profesional’ posee un componente emocional extra, al contener el nombre de quien fue gerente del club de jazz con más solera en tierras almerienses. Jorge agradeció el galardón con la sencillez y el humor que le caracteriza: ‘He hecho mucha parte de mi carrera musical aquí, desde hace bastante tiempo. Cuando no había quien me aguantase como tocaba, vosotros lo hacíais’.

Entre el público de la velada, una personalidad ilustre del jazz nacional, Alejandro Reyes, quien fuera alma del Club de Música y Jazz San Juan Evangelista (el Johnny) y valedor del propio Jorge en sus inicios. Junto a él, el joven Rafael Álvarez Espejo, co-director del muy recomendable documental Solo en un día, en el que, de una forma muy original, se da un repaso a los míticos clubs de jazz de Madrid.

El concierto transcurrió casi como una de aquellas largas improvisaciones colectivas del Miles eléctrico de finales de los sesenta en las que, sobre una base modal, todo se orienta al extenso desarrollo de los solos de cada uno de los músicos. Jorge se arrancó con la flauta –que fue alternando con el tenor- y sus ya característicos guiños al universo del flamenco, estilo en el que tiene el mismo reconocimiento que en el del jazz. A partir de ahí todos los temas, salvo una bonita balada casi al final, se basaron en un esquema similar: alguno de los músicos, tras una breve intro, hacía la propuesta de un sencillo ostinato sobre el cual el resto se lanzaban con pericia a acompañar o improvisar, según lo que tocase.

Tras el protagonismo inicial del líder, hubo momentos para lucimiento de casi todos los músicos sobre el escenario. El toque flamenco y, en ocasiones, oriental del guitarrista Miguel Jiménez ‘el melón’, la calidez y swing del vibrafonista Toni Risco –cuyo instrumento no tuvo la sonorización que merecía-  y un siempre solvente Dani Domínguez, batería poseedor de un groove insuperable que se adapta con soltura a cualquier proyecto, sea vanguardista u ortodoxo, tenga aires flamencos o se acerque al rap. Sí que se notó la ausencia de un bajista profesional, por mucho empeño que pusiese el bueno de Tino Di Geraldo, a quien es preferible escuchar tocando la batería o la percusión.

El concierto acabó con una extensísima versión de unos tangos de Camarón, Rosa María. El público que abarrotaba el teatro aplaudió a rabiar, consiguiendo que la banda retornase para improvisar algo por tientos, entre los que se insertó un magnífico solo de batería de Domínguez.

Siguiendo alguna de las acepciones que el diccionario de la RAE da a la palabra trance, posiblemente cada oyente experimentó de forma muy distinta lo que esos cinco músicos mostraron. Pero ahí reside, precisamente, la magia de la música.

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