María Grand con Marta Sánchez: Anohin, la hija del deseo, en el Jimmy Glass Jazz Bar.

Texto: Rosa María García Mira

@rosamgmira

Fotos: Jorge Ribera

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La saxofonista suizo-argentina María Grand aterrizó la noche del jueves 18 de abril en Valencia, en el emblemático escenario del Jimmy Glass Jazz Bar. El motivo de ello fue la presentación de su nuevo disco a dúo con Marta Sánchez, Anohin, que se publicó el día 29 de marzo en todas las plataformas en streaming. El local, que estaba repleto de jazz fans, cosechó un gran éxito con este concierto tan exclusivo. Es necesario notar, a su vez, que el concierto estuvo patrocinado por la gente del Jimmy Glass Jazz, una asociación de entusiastas y melómanos que apoyan la cultura y traen músicas tan escurridizas como las que vimos este día.

Tanto Grand, que venía de Suiza, como la pianista Marta Sánchez, de Nueva York, vinieron a España expresamente para tal evento, sin ninguna otra fecha programada aquí. Pero entre los propios asistentes había numerosas personas que venían de otros lugares del país (como yo misma, desde Madrid) o incluso turistas que, al enterarse del concierto, no perdieron la oportunidad. Ha sido tal el revuelo causado por esta artista, que había una larga cola desde más de una hora antes de la apertura de puertas en la entrada del club. Debemos agradecer a Chevi, el dueño del club, todo su trabajo y su buen hacer con sus clientes. El Jimmy Glass es uno de los clubs de jazz más emblemáticos de España, y no sería posible sin el trabajo y el cariño que pone él en todas las actividades que lleva a cabo.

La sesión comenzó con «We Live In Two Different Worlds». Con esta primera sufro un pequeño dilema: se trata de una canción popular compuesta por Fred Rose en 1943 y tradicionalmente de la escena del country y el bluegrass de Texas, pero Ahmad Jamal la interpretó varias veces a lo largo de su vida desde que la interpretó por primera vez, en 1962, en su disco Ahmad Jamal at the Blackhawk. La melodía que interpreta Jamal está tan desdibujada que incluso he tenido que transcribirla para comprenderla — Jamal añade un swing y una sofisticación armónica no presentes en otras versiones. Grand comenzó con su saxofón, sola, abriendo así el concierto, como una especie de llamada a la que más tarde se uniría Sánchez.

Foto: Jorge Ribera

El cambio a «TII», como un medley, composición propia de la saxofonista de trabajos anteriores, marcó el inicio de la presentación de su proyecto personal. Hay una especie de balanceo, de recreación en el constante movimiento entre improvisaciones colectivas más libres y vueltas a la tierra. Causaba desconcierto en el público. Melodías, arreglos colectivos y demás elementos, servían a modo de código para volver a anclarse al tema de inicio. No se trata de una estructura típica de standards ni de concierto. Los acordes, como pisadas, de Marta, aquí, se van deconstruyendo poco a poco, dando espacio a su estilo personal e introduciéndonos en su mundo armónico conforme avanzan las canciones. En la versión de su álbum Magdalena no había piano, como ocurre con otras piezas de este concierto, lo que lo convierte en una experiencia única y especial, demostrando la voluntad de riesgo y las capacidades de ambas artistas.

«Flores», tema de nueva composición, con una melodía preciosa cantada por Grand, terminaba con la frase «Todo lo que había perdido me ha sido devuelto». La improvisación colectiva se realizó sobre un motivo rítmico constante, a modo de mantra, que se fue desarrollando lentamente y desdibujando, en un viaje motívico magistral, que posteriormente continuaron con la pieza «Cells II», primera canción perteneciente a su último lanzamiento discográfico. Aquí, Grand explicaba en una entrevista que el sonido del piano preparado está «vagamente inspirado en algunos djembes, tambores de África Occidental, que tienen algunas piezas de metal y cada vez que golpeas el tambor, vibra», cosa que casa perfectamente con ese aura espiritual que inspiran las composiciones de Anohin.

“Decay”, también de nueva composición, lo sucedió. Grand explicaba, entre risas y sobre el silencio sepulcral y serio de la sala, que está inspirado en «las cosas en la vida que solían ser una posibilidad y ya no lo son». Acabaron, antes del descanso, con «Canto Manta», una composición infantil del cantautor venezolano Jesús Hidalgo y uno de sus hits más esperados del anterior trabajo discográfico de Grand, Reciprocity, dedicado a su hijo. Tras la parada para cenar en la que todo el auditorio estuvo pendiente de las artistas, y en la que grandes músicos del panorama nacional, como Antonio Lizana, se quedaron para felicitarlas por su música, Grand y Sánchez retomaron el espectáculo.

Comenzaron el segundo tirón con otra nueva composición «Figit time», que contó con un solo de la saxofonista sin acompañamiento. Esto propició un buen retrato de su virtuosismo y de sus habilidades rítmicas y técnicas, como en alguna ocasión ya apuntó el pianista y profesor de Harvard Vijay Iyer. La astrología es un aspecto importante de la música de Grand, así como la mitología. «Guerrero hundido» (de Anohin) viene de su propia experiencia. Grand tiene Marte en Piscis, lo que significa que su guerrero está bajo el agua, está hundido — a nuestros lectores más astrólogos seguro que les interesa—. Esto es un aspecto de su comportamiento y una herramienta direccional para su vida también. En sus clases regulares, abiertas en su Patreon, Grand utiliza la astrología y la numerología para dividir la práctica y conseguir un estudio creativo e individualizado.

Foto: Jorge Ribera

Grand anunció que traía varios productos de merch disponibles con ella, como camisetas o stickers con la portada del álbum, disponibles en la página web de Biophilia. Continuaron, de nuevo, con otro tema de estreno «Every corner a story», dedicado a sus vivencias en la ciudad de Nueva York, en la que estuvo afincada unos diez años. La ciencia y la medicina holística también forman parte del universo sonoro de Anohin. «Semilla» es una canción dedicada a su terapeuta, Luz Emilia, quien tuvo una influencia particular en la compositora, especialmente después de su depresión posparto. «Mi hijo era muy pequeño y aún no hablaba bien, y a veces la llamaba Semilla», nos explicaba.

La canción «Luiza», de Jobim, acababa el concierto, al igual que su álbum. En Anohin, sin embargo, ella la cantaba. En esta ocasión, la melodía fue interpretada con su saxofón tenor.  Las frases «Vem cá, Luiza, me dá a tua mão / O teu desejo é sempre o meu desejo» le parecieron a Grand hermosas. El decir «Deseo solo lo que tú deseas» es muy poderoso y necesario, y así conectando con todo el concepto del disco.

Anohin es un apodo que su amigo Aaron Rossman Kiss le dio, y significa «la hija del deseo», que inspiró toda la idea del álbum, ya que «el deseo es una fuerza poderosa que no puede corromperse», explica. La complicidad entre Grand y Sánchez es asombrosa. Es casi como una comunicación telepática. La saxofonista afirma que «Marta tiene una personalidad muy fuerte que no duda en oponerse», y es precisamente ese choque entre sus personalidades lo que le da a esta música un giro divertido e interesante. «Se trata de ir más allá de la cohesión musical todo el tiempo y explorar qué sucede cuando tienes dos puntos de vista muy diferentes que pueden unirse», reflexionaba Grand.

Foto: Jorge Ribera

No contento el público, las músicas tuvieron que volver al escenario al acabar. Decidieron interpretar el standard «How Deep Is The Ocean», en el que la vuelta a la tradición aportaba el buen sabor de boca y de entendimiento conocido que el público esperaba, acabando la velada tal y como comenzó.

Parece justo afirmar que no sólo se trató de la presentación de su nuevo disco, sino que casi estaban estrenando otro. La cantidad de canciones de nueva composición, muchas de ellas nunca antes tocadas por ambas —recordemos que era el inicio de la gira—, nos justifica el compromiso tan fuerte que tienen estas artistas con el público. Lo que queremos es más artistas que arriesguen, que nos ofrezcan algo nuevo y fresco. No sobra decir tampoco lo fácil que es reconocerse en una música tan personal y honesta. Unas letras con una poesía y un mensaje universal muy político; una combinación de lo conocido y lo nuevo. Al final, es una pena que no haya más conciertos de Grand por el país, y que músicas con los valores y los mensajes de unidad, respeto y vulnerabilidad, que debemos promover en nuestras comunidades, queden al margen muchas veces, aplastadas por el mainstream y la homogeneidad del sistema económico actual.

 

Por Rosa María García Mira

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