Ramón García: «Me gustaría que “Vivir con banda sonora” sea un estímulo para que el lector descubra nueva música»

©Marta Rodríguez

Texto: Gilberto Márquez

Nuestro compañero de la redacción de más JAZZ magazine publica su primer libro, una antología de sus artículos musicales rescatados de la prensa local, más otros inéditos, en los que mezcla sus vivencias con otros datos técnicos sobre los artistas y bandas que siempre ha admirado

Aparte de profesional de la informática y de su faceta como pianista, Ramón García lleva muchos años contagiando su entusiasmo por la música en varios medios de comunicación. Primero a través de las ondas, con una sección semanal dentro de un programa de una emisora municipal de su tierra, a la que se han sumado espacios dirigidos por él como Taberna de jazz y El faro del jazz, éste último en Subterránea, el colectivo amante del art rock que está detrás de la edición de Vivir con banda sonora. Después ha trasladado sus historias también al papel, en la columna de opinión “Oído en la taberna”, en el diario La voz de Almería, o mediante sus colaboraciones para la revista This is rock y esta misma cabecera.

Todo ese bagaje ha sido el germen de este volumen que, sin tratarse de una semblanza al uso, realiza un viaje a través de los muy diversos sonidos que, dependiendo de la época, han acompañado la existencia del autor, tal y como nos explica. «El origen del libro es el mundo de la divulgación radiofónica en el que me he visto involucrado casi por casualidad. Llevo ocho años haciendo programas y uno de ellos me dio pie a escribir en la prensa local pequeños artículos sobre lo que cada semana hablaba en ese espacio de radio. Después de unos tres años publicando, pensé que sería buena idea hacer una simple recopilación de esos artículos en un libro. Pero cuando me puse a hacerlo, a ordenar y a clasificar por temas, me vino la idea de hacer, entre comillas, mi biografía en relación con la música, sin más pretensión que reflejar mi pasión por la música e intentar que alguien que lo leyera descubriera cosas nuevas».

Para disfrutar aún más la lectura, se incorpora una lista de reproducción en Spotify pensada para acompañar el recorrido pausado por las 260 páginas de las que se compone este tomo. Asimismo, al final aparece un registro de los álbumes recomendados, ordenados por autor, con el fin de ayudar a saciar la curiosidad y el interés por la investigación de cada lector. Pero, sin duda, uno los detalles que más llama la atención es su cuidada presentación y el bonito arte gráfico que tan bien combina con las palabras. Una labor, al igual que la maquetación, surgida del seno familiar de García. «Mi primera intención fue ilustrarlo con las típicas portadas de los discos y algunas fotos de los artistas de los que voy hablando, aunque tuviese que dedicar tiempo a la gestión de derechos y demás. Pero inmediatamente pensé en involucrar en el proyecto a mis dos hijas, Paula y Marta, que se dedican profesionalmente a temas de ilustración y diseño, para conseguir como resultado un trabajo conjunto de los tres. No se trata de una novela gráfica, pero yo creo que ha quedado muy bien reflejado todo lo que yo quería mostrar con las ilustraciones que ellas han ido haciendo. La mayoría sugeridas por mí, aunque ellas también han tenido alguna iniciativa. Ha sido un gran trabajo de equipo. Incluso de la maquetación también se ha encargado una de mis hijas. Esto ha ayudado mucho a que el libro quede muy a mi gusto. El resultado para mí es muy especial porque, el hecho de poder trabajar con mis dos hijas en algo artístico… ¡Vamos, no se puede pedir más!», exclama orgulloso el escritor.

El libro está dividido en diferentes capítulos que agrupan una serie de artículos organizados por temáticas, no por orden de fecha de aparición en el periódico. Así, encontramos textos que hacen alusión a etapas vitales del escritor, géneros musicales u otros aspectos como una reivindicación de los artistas españoles o de sus admirados The Beatles. Con estas líneas descubrimos el lado más humano de Ramón García, aunque siempre vinculado a la música. «En la infancia, las novedades musicales me las llevaba mi padre a casa. En la adolescencia, sí es cierto que, en una ciudad pequeña como Almería, costaba mucho, a veces, encontrar el disco que querías. Las tiendas que había no lo tenían todo. Tampoco existía aquí esa cultura del “si no lo tengo te lo pido”. Entonces, muy importante para mí en esa época fue la compra por correo en la madrileña Discoplay». Son momentos de avidez por obtener la poca información al alcance, que conducen al autor, entre finales de los setenta y principios de los ochenta, a indagar en quioscos y puestos de segunda mano en mercadillos navideños. «Cuando yo empecé a aficionarme a la música, leía lo que pillaba. Por poner un ejemplo de lo más disparatado que llegué a comprar porque, por ejemplo, llevaba algo de The Rolling Stones, fue la Súper pop. Luego, me compraba El gran musical o Popular 1, que eran revistas más serias», recuerda.

Lo que no ha querido en estas páginas es morderse la lengua ni esquivar polémicas. De esta manera, refrenda su defensa por Phil Collins, su preferencia por McCartney o reconoce que no le gusta la gran mayoría de bandas punk o de la llamada movida madrileña. «Los ochenta, en general, fueron muy penosos a nivel musical. Yo soy un anti ochentas. Y eso que fue mi década de juventud. Sin embargo, los pasé escuchando música de los setenta, que era la década que a mí me gustaba musicalmente. Por ejemplo, para mí los Sex Pistols no tienen ningún interés, porque no sabían tocar. Igual que les pasaba a muchas bandas de la movida». También hay lugar para abordar otras controversias como la hibridación de géneros –«yo con los puristas me llevo muy mal», admite con una sonrisa- o la tan cacareada apropiación cultural –«uf… vamos, es que la cultura no tiene dueño», apostilla-.

En lo que no hay dudas es en la relevancia que el jazz tiene en la trayectoria del artífice de Vivir con banda sonora, del que, dice, sus primeras incursiones fueron gracias a «las clases magistrales de [Juan Claudio Cifuentes] “Cifu” en cada programa de “Jazz entre amigos”» y a las colecciones que se publicaban del género, como “Los grandes del jazz” de la editorial Sarpe, y que eran distribuidas por los quioscos. Asimismo, Ramón denomina al jazz «la música definitiva». «Seguro que un clásico me crucifica… Pero es que para mí lo fue. Porque el jazz no es una música, es una manera de enfocar la música. Es no ceñirte a las reglas, lo contrario que la clásica. Pienso que es la meta a la que muchos músicos deberían soñar con dominar. ¡Y ojo!, que yo soy músico de jazz, pero no lo digo porque lo domine, sino porque me parece que, musicalmente, si no llegas a captar el espíritu de lo que el jazz te da, un músico se quedaría incompleto. Para mí, el mejor concertista de piano del mundo o cualquier músico clásico, si no es capaz de improvisar algo, para mí no es un músico completo, aunque sea muy bueno técnicamente».

Por estas hojas desfilan los nombres ilustres más variados que puedan imaginar: Morricone, Tchaikovsky, Elton John, Bowie, Chick Corea, Pat Metheny, Miles Davis, Jethro Tull, Mike Oldfield, Queen, Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, Fórmula V o Carlos Núñez. Así hasta llegar a los más de ochenta escritos que culminan con el dedicado al quinteto madrileño Morgan. En su momento, este fue uno de los descubrimientos con los que García recupera a menudo la esperanza y se convence de que se sigue facturando buena música en el siglo XXI. Otros que escucha en bucle recientemente son Wobbler. Con suerte, la banda noruega de rock progresivo con reminiscencias del jazz esté presente en alguno de sus próximos proyectos divulgativos. «Yo sigo escribiendo artículos. Y me hace ilusión publicar otra vez, no sé si una segunda parte u otra cosa… Porque me ha pasado algo curioso con este libro. Cuando empecé a recopilar me di cuenta de que algunos de mis grandes mitos musicales no aparecen porque no había escrito sobre ellos en prensa. Por ejemplo, Yes o Charlie Parker», explica. «También tengo en mente un proyecto a corto-medio plazo que me gusta mucho y que he vivido directamente: escribir sobre el jazz en Almería. Ya hay un cierto trabajo de documentación hecho, porque realicé una pequeña historia de los festivales de jazz para la web oficial de AlmerijazzEs algo que me gustaría materializar algún día no muy lejano», remata Ramón García.

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