Jazz, libertad y Guardia Civil

Texto por Jacobo Rivero

El experto musical de referencia Ted Giogia en su libro La música. Una historia subversiva, publicado recientemente en España por la editorial Turner define el jazz como “una música urbana que surgió del ajetreo de la que a comienzos del siglo XX era la ciudad más multicultural de Occidente”, y señala a continuación, “el lenguaje del jazz se desarrolla en contextos en los que conviven culturas distintas, porque está orientado hacia fuera y ávido de nuevas fuentes de inspiración”.  La afirmación se ha constatado con el transcurrir del tiempo, prácticamente no hay lugar en el mundo en el que no haya una conexión con la música que nació –a través de múltiples influencias y raíces- hace poco más de un siglo en Nueva Orleans. El viaje desde sus orígenes hasta la actualidad es sideral. También la forma de interpretar y sentir el jazz, con todo tipo de variantes. Pero el debate sobre qué es o no es jazz es recurrente, algo que ocurre en diferentes estilos por aquellos que defienden con ardor cualquier tipo de pureza.

Un ejemplo de los cruces de cables que puede generar la discusión, fue lo ocurrido en el cierre de la V edición del Festival Internacional de Jazz de Sigüenza en 2009. Poco después del inicio de la actuación del saxofonista neoyorquino Larry Ochs, un espectador soliviantado se levantó para expresar su protesta por lo que estaba ocurriendo en el escenario, según su criterio la música que salía del escenario no era jazz, sino “música contemporánea”, género que tenía estrictamente “contraindicado” por el médico: “A los 10 minutos de empezar yo empecé a ponerme nervioso, muy nervioso. El free jazz es una música que si no te avisan puede irritarte mucho, te pone mal cuerpo. Como no podía más me levanté y fui a reclamar el dinero de la entrada». El conflicto derivó en surrealismo. Hasta la capilla desacralizada de la localidad alcarreña, donde se celebra el Festival, se movilizó una patrulla de la Guardia Civil. Los agentes se personaron, escucharon un poco la actuación de Ochs con su banda y con oído fino dieron la razón oficialmente al denunciante.

La noticia la publicó Chema García Martínez en El País al día siguiente y aunque un testigo señala que “ni los músicos ni los espectadores no enteramos durante el concierto”, lo ocurrido en Sigüenza corrió de boca en boca y fue profusamente publicado en medios de comunicación de todo el mundo. Lo sorprendente, además de la patología del denunciante, era que la Guardia Civil tuviera la capacidad de apoyar al demandante. Por si eran pocos ingredientes, a los pocos días el trompetista, compositor, arreglista y pontífice del jazz “tradicional” Wynton Marsalis, desde su atalaya como director artístico del Lincoln Center, felicitó públicamente al diagnosticado denunciante y prometió hacerle llegar toda su discografía en señal de gratitud por su actitud insumisa. La labor de los agentes no se incluía en la gratificación de Marsalis, a pesar de que determinar qué es y qué no es jazz “oficialmente” está al alcance de muy pocos.

El asunto de las certezas y las condenas normalmente termina siendo un boomerang. Antes del concierto de Wynton Marsalis & the Jazz at Lincoln Center Orchestra que se celebró en el Festival Internacional de Getxo en 2013, un “crítico musical” me preguntó quién era el jazzista vivo más importante en aquel momento en Nueva Orleans. Respondí que la figura más destacada –en mi opinión de aficionado- era Dr. John, a lo que respondió ojiplático, antes de abandonar la conversación: “Dr. John no es jazz”. En esa dinámica de conversaciones cruzadas, tiempo después, una pianista y cantante de Nueva Orleans ironizaba sobre el papel de Wynton Marsalis como apóstol prescriptor de lo que es y no es jazz auténtico: “Él toca con músicos de Nueva York, no tienen el sentimiento que le damos a la música aquí”. Además, al contarle que en España había un crítico musical que no considerada a Dr. John músico de jazz, soltó una carcajada de incredulidad y asombro.

Partiendo de la definición de Gioia, lo que parece claro es que el “ajetreo” es un síntoma común de lo que podemos pensar que es jazz. El espíritu de liberación y revolución, de los sonidos y las formas, ha sido seña de identidad de una música que solo se entiende desde la mezcla y la libertad, que se manifiesta a través de la improvisación, individual y colectiva. También obviamente desde el reconocimiento de sus raíces. El espectador con problemas mentales de Sigüenza, con el apoyo de la Guardia Civil, puso de manifiesto que para fastidiar un concierto solo hace falta un poco de egocéntrica testosterona, un diagnóstico médico marciano, agentes de la ley y la crítica musical con voluntad censora. Ingredientes que están presentes en nuestros días en muchos escenarios que habitamos, donde supremacistas culturales de todo tipo imponen sus relatos categóricos cargados de espumarajos. Unas formas de juzgar que en realidad nunca han tenido que ver con el jazz, que nació de la convivencia entre culturas distintas. Un privilegio multicultural de fusiones que solo se logra derribando fronteras, pero que puede estar contraindicado por médicos y políticos. Larry Ochs todavía debe estar alucinando pensando en aquella noche en la que conoció a unos guardias que sí sabían lo que era y no era jazz.

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3 comentarios en «Jazz, libertad y Guardia Civil»

  1. Kerido Jacobo entiendo que cites a Ted Goia, pero results incredible que ignores a Chema Garcia Martinez
    El medio puede ser mas importante que El periodista, pero El Pais Jamas Hubiera publicado nada Si no esta Chema.
    Salud
    Gufi

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    • Tienes toda la razón, en realidad estaba y en la edición final del texto quité un párrafo donde estaba mencionado. Lo añado de nuevo. Un abrazo y gracias por el comentario.

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  2. Jazz? pero si ahora la gran mayoria de festivales de «jazz» no hacen jazz!, todo está encarado al negócio, de cara a la galeria, lobbys, intereses diversos,, amiguismos, mamoneo entre managers. y programadores que solo tienen dinero pero no talento para llevar un festival, etc…

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