SER O NO SER

Hotel Europejski a principios del siglo XX

Texto: Jacobo Rivero / Fotografías de archivo

El Hotel Europejski de Varsovia es uno de los más antiguos de Europa, fue construido en 1857. Durante la ocupación nazi de Polonia se renombró como Hotel Europäisches y alojaba en exclusiva a oficiales de la Wehrmacht, aunque la mayoría del personal era el mismo que antes de la invasión del país por los discípulos del sicópata criminal Adolf Hitler. Fue destrozado por la resistencia de la ciudad durante el Levantamiento de Varsovia, en octubre de 1944. En la actualidad es un hotel de lujo para empresarios, políticos y celebrities.  La Segunda Guerra Mundial terminó con cerca de 250.000 muertos en Varsovia, la mayoría ejecutados y el 85 % de los edificios de la ciudad destruidos.

Józef Rosolek fue clarinetista, flautista y saxofonista de jazz, tenía calidad como músico y era un tipo listo. Rosolek tocaba en el Europejski habitualmente con la banda del restaurante, además hablaba alemán perfectamente. Estaba organizado en la resistencia contra la invasión nazi. En ocasiones se disfrazaba con uniforme del ejército alemán y se colaba por las conversaciones de la muchachada aria, probablemente con la complicidad de buena parte del personal polaco del Hotel. De esa manera el músico mandaba información a Londres y salvaba a algunos conciudadanos de la represión nazi. Aún así, la mayoría de sus colegas, vecinos y amigos fueron trasladados a campos de concentración y exterminio, muchos a Auschwitz.

Familias judías desalojadas y arrestadas en el gueto de Varsovia (circa 1940)

Sachsenhausen fue un campo de concentración, próximo a Berlín, dedicado mayoritariamente a prisioneros de guerra, judíos, gitanos, homosexuales, políticos y religiosos. A pesar de las circunstancias, un grupo de estudiantes checos creó un banda de jazz llamada Sing Sing Boys. Tocaban clandestinamente dentro del campo canciones satíricas del Teatro Liberado de Praga, marcadamente antifascista, en clave de swing. De los 30.000 presos que pasaron por el campo hubo unos 200 prisioneros españoles, entre ellos el que fuera presidente de la República y dirigente socialista Largo Caballero, que sobrevivió al cautiverio aunque falleció un año después de terminada la guerra en París. Si uno visita Sachsenhausen, como cualquier otro campo de concentración y exterminio nazi, un frío recorre el cuerpo y se incrusta en las entrañas generando dolor y rabia.

Durante la ocupación nazi de Checoslovaquia, el escritor Josef Skvorecky era un joven de diecisiete años que tocaba el saxofón en una banda que llamaron Red Music, sin dar al nombre ninguna connotación política. Ni su música ni el nombre gustó a los nazis y tocaban de manera clandestina, sorteando redadas y chivatos. Años más tarde declararía: “Los ideólogos totalitarios odian el arte, que es producto de un anhelo de vida, porque no pueden controlarlo. Por eso el arte se convierte en protesta tanto si quieres como si no. Y el arte popular, el arte de masas, como el jazz, acaba convirtiéndose en protesta masiva”.

Algunas de estas historias y otras muchas aparecen en el libro Swing frente al nazi. El jazz como metáfora de la libertad de Mike Zwerin, publicado en España por Es Pop Ediciones. Conviene tener a mano el manuscrito en estos tiempos en los que parece que vuelven las banderas identitarias con sonido de clarines militares uniformes y campañas de intoxicación social. Józek Rosolek lo tuvo claro, estaba en el lado de la resistencia contra la barbarie nazi y su voluntad de solución final contra la humanidad. Entonces como ahora era cuestión de ser o no ser.

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