The Cuban Jazz Syndicate… y llegó la luz

Texto: Alicia Población / Fotografías: José Andrade

El pasado 21 de enero, el Teatro Monumental de Madrid se llenó de jazz cubano y pudimos escuchar los temas del nuevo disco Y llegó la luz, del proyecto que lidera el baterista Michael Olivera, The Cuban Jazz Syndicate.

Es esta una formación que cuenta con la presencia de cinco músicos cubanos: Pepe Rivero, pianista y compositor que forma parte de una nueva generación de músicos cubanos que ha irrumpido en la escena internacional del jazz; Ariel Bringuez saxofonista y compositor ganador del Premio Ópera Prima en Cubadisco 2008; Yarel Hernandez, bajista y guitarrista de artistas como Antonio Lizana o Arturo O¨farril, y Raynald Colom, trompetista francés considerado uno de los mejores músicos del jazz europeo, y que sustituyó a Carlitos Sarduy en esta ocasión. A todos ellos les acompaña Miryam Latrece, cantante y compositora madrileña, que ha grabado su último disco, Quiero cantarte, con el bajista Pablo Martín Caminero, el pianista Marco Mezquida y el propio Michael Olivera.

Si bien el Teatro Monumental no deja de ser una sala de conciertos, también es cierto que estos suelen retransmitirse o grabarse para su posterior emisión en televisión. Esto es destacable desde el punto de vista de la sonorización, que estaba más adaptada a funcionar para la tele que para disfrutar de un concierto en directo. Quizá fuera esta la razón por la cual el bajo de Yarel Hernandez no terminara de sonar, a pesar de los múltiples gestos que el artista hacía en dirección a la mesa de mezclas para subir el volumen del instrumento. Es posible que esta falta de precisión técnica fuera también la razón de que no escuchásemos del todo claro el groove que Hernandez pretendía transmitirnos durante el solo que el bajista hizo a los pocos minutos de empezar el concierto. No fue hasta el tercer tema, cuando Olivera, imagino, consciente de la situación, hizo una pequeña pausa y se dirigió al técnico directamente desde el escenario para que solucionara el problema. A partir de ese momento el bajo sí tuvo la presencia necesaria y la banda sonó llena y nutrida como si esa pieza que faltaba hubiera terminado de encajar. Así lo demostraron también Bringuez y Colom, que iban como uno solo en los momentos de melodía conjunta, con una precisión extrema, como si hubieran tocado en dúo toda la vida. Rivero dejó entrever esos tumbaos tan suyos y que tan bien se le dan, que se ajustaban perfectamente a las frases que iban tejiendo sus compañeros.

Para todos los miembros del grupo hubo un pequeño momento de protagonismo: Colom se hizo un solo de lo más jazzístico, que a veces costaba encuadrar en el panorama latino, y en el que metió múltiples guiños de algunas de las más famosas melodías del jazz. Miryam Latrece, en un dúo con Pepe Rivero, sonó suave, con ese aire en la voz que le caracteriza, pero quizá demasiado tímida, lo que hizo que las letras de los temas fueran ininteligibles. Ariel Bringuez no defraudó. Hizo dos solos, el primero sobre un ritmo afro que la banda llevaba con paso cómodo. En sus frases no alardeaba, se dejaba llevar y, sencillamente, funcionaba. En su segundo solo, un poco más avanzado el concierto, llevó al límite a sus compañeros, que no se creían que pudiera dar una vuelta más y sí la daba. Fue entonces cuando dejó ver todo su virtuosismo más allá de la delicadeza que siempre le acompaña. Olivera, cuya mano derecha volvió a ser impecable pese a la velocidad de ciertos temas, se miraba con Hernandez, con quien jugaba a pasarse frases o a dar golpes en sitios inesperados que hacían caminar a la música. En el momento de su solo, el batería no hizo una intervención eterna, fue un solo en su justa medida, esa medida de dejarnos incluso con ganas de más. Al terminar, como sin darnos cuenta, Bringuez y Colom se fueron metiendo como dos cucos cantando en el espesor del bosque, hasta dar pie al último tema.

Los bises no fueron plurales, como acostumbran bandas como la que nos acompañaba esa noche. Los músicos se acotaron perfectamente al tiempo de grabación y nos regalaron un pequeño bis en el que el público cantó algunas frases que iba dictando Olivera. Así, el concierto terminó en decrescendo, como para darnos las buenas noches.

Siempre es mejor escuchar un concierto en directo, pero en este caso se notó demasiado que la velada estaba destinada a una grabación televisiva. Pese a que seguimos disfrutando con la música, y los ritmos cubanos y el jazz siempre son bien recibidos, aún más cuando quienes nos deleitan son músicos de la talla de los que nos acompañaban, hay que cuidar al público que se toma la molestia de seguir yendo a conciertos pese a los tiempos que corren, y no perder cuidado en la sonorización de la sala desde el minuto uno.

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