Fran Serrano Quintet: la sílaba olvidada del comienzo

De izquierda a derecha: Fran Serrano, Adrián Royo, Dani Artetxe, Juanma Urriza y Alberto Arteta ©Festival de Jazz de Vitoria 2021

Texto: Juan Ramón Rodríguez

Es posible que en algún momento se hablara de ruidos confusos y claridad incierta. Otro día comienza, bien es patente, al inicio de una carrera artística en el género menos agraciado para ello. Surge incertidumbre ante un timbre de música culta o académica; requiere atención por parte del oyente. Escuchar antes que oír, la tónica del presente. No obstante, la ambición expone un aliciente de interés al trance de abordar la nueva creación.  La encrucijada se enfunda tras la diversidad de caminos: clásicos homenajes, tímida vanguardia, raíces, mera deconstrucción. Ello envuelto en el barniz de lo recurrentemente popular, lo digerible hasta esa utilidad marginal que abreva a honra y barcos.

Hay una senda delimitada con la suficiente precisión. La recorre el contrabajista Fran Serrano en este debut discográfico con nombre 0202. Frente al leve juego de palabras sobre el infausto año, una nómina de artistas oriundos de la escena vasca. Conforman Adrián Royo al piano, Juanma Urriza a la batería, Alberto Arteta al saxofón y Dani Artetxe a la guitarra. El efecto es cristalino: cinco composiciones propias, en apariencia, típicas. Firmeza en el trazo y sus influencias, quizá en la delgada línea de lo duplicado. Añade al conjunto un estándar —“I’ll be seeing you”, melodías de Sammy Fain— que incide en una idea de simples fonemas, rato de solaz pastoril.

La aptitud con el instrumento es variable repetida a lo largo del minutaje con más de un tino. No es baladí en la cuestión del protagonista, un ávido estudioso del ritmo imberbe de sus cuerdas. El solo del corte inicial enuncia en sus postrimerías una banda reconfortante, primero pausada que taimada. Artetxe a las seis cuerdas incita una sugestiva antítesis a la hora de definir un sonido a ratos cool con ese latigazo inconfundible del desperezo. Es probable que el tono, sutilmente distorsionado, ayude a captar no escasos amantes de los altos vuelos; sin embargo, ni Grant Green ni Jim Hall se encuentran al otro lado del auricular. Tampoco necesarios.

Empeña el tema homónimo en una visión melancólica, un tachón en el cuaderno de bitácora, del nacimiento. Royo y Serrano conversan con grato ademán; el piano asiente ante las investigaciones de viva voz de un líder empapado de claroscuros modales. La búsqueda bien puede terminar al paso de un catálogo de Blue Note. Ejemplar arriba, ejemplar abajo. Oferta sin atisbo de resolución en “Parece que sí”, motivos de sofisticación a la orden de paladares sin entrenamiento intenso. Arteta propone movimiento en la segunda fracción, algo del John Coltrane insignia Prestige. El mástil, en diversa vertiente, enarbola otro tirabuzón en torno a la pregunta de predilección por lo moderno y popular.

“Sensaciones” descubre la carta del blues, la balada que rebaja una potencia que brilla por su ausencia. Sugerente y con halo noctívago, se suceden las coqueterías recíprocas de compañeros de grupo. Ese eléctrico barrido inicial del arranque de John McLaughlin; la vuelta a Kenny Burrell; el caracoleo de Undercurrent. Seguridad distribuida sin ápice de apreciar el mínimo cabo suelto. Esa espontaneidad que, se supone, corona el broche de “Cuando todo comienza” como irónico final en el registro. El lenguaje aquí es explícitamente de rock, si acaso una licencia concedida a las lindes nada ortodoxas de la fusión. Un peso relevante en la interpretación del lenguaje con perfil de lánguido florete.

“Te estaré viendo”, reliquia de punto neurálgico, antoja paradigma de la invitación de Serrano de aunar tradición y apocadas preferencias personales. Unas capas que procuran, oportunamente con demasía, cargar aquellas auras ya envolventes de por sí en esta iniciación timorata en el jazz por cuenta del vitoriano. La pretensión de recoger tímidas tertulias a la luz del café y el sorbo de un cigarrillo; un par de saludos, el tiempo y la familia. Una respiración entrañable y remota del que prueba fortuna en el núcleo del epicureísmo. El título de anagrama complace a la mayoría congregada en el Jardín a las afueras de una Atenas armónica cada vez más deshecha.

 

¡Comparte tus comentarios!

Deja un comentario