Noches del Botánico (Real Jardín Botánico Alfonso XIII. (04/07/2019)
Por Jaime Bajo.
De hecho, también hubo un cierto aire retro en la elección, por parte de los programadores de Noches del Botánico, de una banda que retomaba el pulso de los escenarios como los madrileños Dead Capo. Una formación que conmemora dos decenios (interrumpidos) de actividad y que, no por casualidad, jamás terminó de encontrar acomodo en la programación de salas y festivales por su nula vinculación a género o escena musical alguna.
El estilo de los madrileños huye de los convencionalismos o encasillamientos a que pudiera verse sometido por la industria musical -tan ávida de colocar etiquetas-, aportando una bocanada de originalidad que el oído agradece de tanto en tanto.
El cuarteto, que en la actualidad integran Javier Adán (guitarra), Javier Díez Ena (contrabajo), Álvaro Pérez (saxofón tenor) y Santiago Rapallo (batería), aborda un repertorio en el que no faltan piezas contundentes y rockeras como “Carnaza”, o más comedidas y de cierto aire swing como “Sunny García”, sin olvidarse de avanzar nuevas composiciones como la inapelable “Ghost rider” o ese interesante tratamiento, en clave de surf rock, de la banda sonora de “Blade Runner”, con la que dieron carpetazo a una actuación a la que no se prestó la debida atención si consideramos el nivel musical ofrecido por la banda.
Los 25 minutos de espera anunciados por megafonía se nos antojaron una espera excesiva si consideramos la extensión de ambas actuaciones -en torno a una hora Dead Capo, hora y cuarto de Madness-, pero, para nuestra fortuna, la climatología reinante hizo de la velada una jornada agradable y aderezada con los múltiples litros de cerveza Alhambra que contribuyeron a atenuar la canícula veraniega.
No puede decirse que la banda mantuviese el tono durante su actuación, ya que hubo momentos en que, lastrados por prescindir de la sección de metales -que aportó un notable colchón sonoro-, quedaron algo deslucidas las interpretaciones de canciones como “One better day”, “Bed and breakfast man” o “The sun and the rain” -la voz de Suggs ya no alcanza ciertos registros, por mucho que él, con el sarcasmo que le caracteriza, lo achaque al humo ambiental ocasionado por el consumo de ciertas sustancias-.
Un directo efectista y bien planteado que, sin embargo, se nos antojó escaso y excesivamente milimetrado, con poco margen a la improvisación -hasta las gracietas de Suggs parecían perfectamente minutadas-. Cabe preguntarse si Madness va a seguir aferrándose “ad eternum” a su recopilatorio de éxitos inmortales -opción muy respetable y acorde con las demandas de su público- o va a asumir riesgos incorporando piezas más actuales y desconocidas para sus seguidores como la muy coreable “NW5”, “Mr. Apples” o “My girl 2” que, ayudadas por la proyección en pantalla de sus respectivos videoclips, demostraron encajar razonablemente bien al ser intercaladas con sus clásicos básicos.