El Alma de Joaquín Grilo para ser más humanos

©Ana Palma
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Texto: Alicia Población / Fotografías: Ana Palma.

“Quiero hacerte llegar, sentir y transmitir el lenguaje oculto del alma a través del baile, el misterio que, a través de él, la música concede. Hacerte sentir el significado de un momento, sentirnos instrumentos como un piano que toca el coreógrafo, bailar y poder disfrutar el lujo de ser tú mismo, abrazar cada paso con intensidad hasta hacerte desatar tus emociones. La riqueza del alma se mide por lo mucho que puedes sentir.

Por ello, nunca, nunca mires atrás, solo busca la libertad donde el alma te pueda llevar. La mayoría de las personas nunca te darían una respuesta firme sobre el significado «alma», ya que es el mayor misterio del mundo. Es invisible y transparente, existen personas cuyas almas son tan puras que deslumbran por su propia presencia.

En contraste, existen personas cuya oscuridad eclipsa toda la existencia humana y, no contentos con cubrir el talento, se buscan con tanta insistencia que dejan montañas de cadáveres en el intento. A su vez, esta búsqueda es tan necesaria como peligrosa, ya que, si no se consigue llegar al núcleo propio, la persona se puede llegar a perder a sí misma en el intento. Pero como la oscuridad no puede existir sin la luz, existen unos pocos, cada vez menos, que saben encontrarse a sí mismos; éstos existen como luceros brillantes en la oscuridad de este mundo, cuya libertad está extinguiéndose poco a poco». Joaquín Grilo

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Joaquín Grilo (Jerez de la Frontera 1968) es uno de los bailaores flamencos más reconocidos del momento. Con numerosos premios a sus espaldas, el jerezano ha actuado en Nueva York, Holanda, Londres, Atenas y por supuesto en la Bienal de Sevilla, en el Festival de Jerez y en Madrid entre otros muchos sitios. Su último espectáculo, Alma, se estrenaba por primera vez en la capital el pasado 6 de noviembre durante la SUMA flamenca en la Sala Roja de los Teatros del Canal llenando prácticamente todas las localidades de la sala más grande del teatro. Lo acompañaba un elenco que no dejaba indiferente: Diego del Morao como guitarrista invitado, Francis Gómez, guitarra, Luís el Zambo cantaor invitado, Manuel “Tañé” y Juan de la María, cante y Diego Montoya, Manuel Cantarote y Alejandro Fernández a las palmas. Cabe destacar el grandísimo trabajo de Marcos Serna (AAI) con un diseño de iluminación impresionante que le dio vida al espectáculo de principio a fin.

La función comenzó con las palabras del propio cantaor mientras aparecía la silueta del mismo recortada en el fondo iluminado del escenario. Al tiempo se encendían un foco tras otro para iluminar a los responsables de un latido perenne que percutía en el pecho de los músicos a la izquierda del escenario y que acompañaron los cantaores a la derecha de este. No fue hasta un rato más tarde cuando empezaron a escucharse los acordes de la guitarra. Las yemas de Francis Gómez y los movimientos de Joaquín Grilo parecían coordinarse como si se tratara de un solo músico, o un solo coreógrafo. El uno bailaba en las cuerdas del instrumento, el otro tocaba el suelo como si este fuera un instrumento más y formara parte del sonido profundo, hondo e insondable que caracteriza al flamenco.

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El público se fue entregando a medida que transcurría la velada, dejándose arrastrar por los “quejíos” del Zambo que arrancaban “oles” guturales de entre las butacas. Tras la actuación de un virtuosismo inusitado por parte de Diego del Morao, que hacía dudar a la audiencia de si aplaudir o no interrumpir la música que emanaba de la guitarra, sobrevino uno de los momentos más estelares de la noche. Los paneles oscuros del fondo del escenario se levantaron y dejaron recortadas las siluetas de seis músicos. Una inesperada batería, que entró nada más terminar la seguiriya del guitarrista, se distinguía de perfil junto a un contrabajo. El resto, un cantaor, un armonicista, un percusionista y un guitarrista, acompañaban al Grilo con movimientos suaves y discretos mientras empezaba a sonar una farruca.

Planeta Jondo, un grupo entre el jazz y el flamenco que se estrena en Madrid, acaba de sacar su nuevo disco, Ingrávido, y dio un toque muy personal al espectáculo con la extraordinaria voz de Israel Moro cantando una letra original sobre la memoria y la libertad. Los pasos del bailaor seguían con minuciosidad cada giro de la voz, cada golpe de bajo, cada adorno de la armónica, coordinándose perfectamente con la guitarra, a cargo de Francis Gómez. La música mezclaba lo tradicional del flamenco con nuevas armonías. El éxito de la actuación de Planeta se plasmó en los calurosos aplausos al término de la última frase, “canto a la memoria y a la libertad”, y un apagón total que dio paso a una parte más intimista de la función.

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Realmente con los movimientos de baile que Joaquín hacía en el escenario se podían ver todos los rincones del alma humana. El bailaor bien pudiera haberse confundido con otro músico más. Se mezclaban lo visual, lo gestual y lo sonoro en una misma figura que hablaba por sí sola. Los momentos más recónditos y personales contrastaban con los de fiesta, con los jaleos, con la diversión que da el arte que hemos mamado y que llevamos dentro. El último fin de fiesta fue un bis que nos regaló la compañía al completo mientras salían de escena sumiendo la sala en un oscuro total en el que solo se oyó el latir de un conmovido público.

Si bien es cierto que se hizo extraña la carencia de presencias femeninas en el escenario, Alma fue un espectáculo íntegro que trasmitió muchas de las emociones colectivas y universales que nos hacen ser humanos a los seres humanos.

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