Monodrama: una fina linea

Sancho, Gómez & Brennes ©Nickie Divine

Texto: Adrián Besada

El último trabajo discográfico de Monodrama, trío madrileño con una cierta trayectoria y varias grabaciones a sus espaldas, compuesto por Alberto Brenes (batería, percusiones y diseño sonoro), David Sancho (piano, Rodhes y sintetizadores) y Mauricio Gómez (saxo tenor y teclados) lleva por título una suerte de anagrama “MNDRMOOAA” y viene publicado por el sello Everlasting Records.

Muchos de los álbumes de jazz contemporáneo mantienen una homogeneidad sonora, musical y conceptual que cohesiona y da fuerza a la creación de una obra que se compone de diferentes unidades que forman parte de un todo, o simplemente establecen una continuidad entre estas partes de forma ininterrumpida. El disco que aquí nos ocupa pertenece al primer tipo, aunque desafortunadamente (creo que un acercamiento conceptual sería más adecuado para este tipo de proyectos) con una cierta desconexión entre los cortes, que parecen remitir a ideas, células o motivos que se desarrollaron de forma independiente. Si bien hay momentos de lucidez y auténtico jazz, este se pierde en la densidad de efectos, sonidos e improvisación. Quizás si revisamos la narrativa que se hace alrededor de la música de Monodrama, su propia taxonomía y los diferentes géneros en los que se adscriben, podamos llegar a comprender mejor lo que quieren decir.

Monodrama en el Café Berlín el pasado 14 de enero ©Ernesto Cortijo

Bajo la etiqueta de jazz experimental se justifica la anexión a una corriente que ya es difusa en sí misma, cuando lo que estamos escuchando no participa de este epíteto salvo en ciertas articulaciones esporádicas. No se trata de comprensión o aprehensión, sino de intención, no es cuestión de hacer balance negativo: la música esta bien interpretada y concebida con gusto y técnica, pero resulta difícil compartir el discurso que la apoya. Lo que aquí refiere es que dicho discurso se enturbia al tratar de buscar un reconocimiento innecesario anexándose a esta corriente del “jazz experimental”, a conceptos grandilocuentes, un cierto misticismo y reivindicaciones sociales innecesarias, haciendo un flaco favor al jazz y a su propia música. No se trata de una visión atávica o anacrónica del jazz, sino de coherencia: lo que sí escuchamos es una producción ambiental más o menos compleja que deja entrever ideas que pueden adscribirse al rock progresivo, a cierta sensibilidad jazzística pero sobre todo a una concepción sonora vanguardista que podría analizarse bajo ciertas premisas futuristas o del avant garde: Alvin Lucier, Luigi Russolo, etc.

©Ernesto Cortijo

Lo cierto es que sí resulta muy gratificante dejarse envolver por las texturas que crean a lo largo del álbum, el uso del Moog, del sintetizador y del piano eléctrico da un juego sonoro que consigue unos ambientes y soportes armónicos muy interesantes. Así mismo, la base rítmica ofrece un juego constante de patrones enérgicos que muchas veces contrastan con las notas largas y las frases más melódicas del saxo, creando un efecto muy sugestivo. El carácter improvisatorio, además, da un aire minimalista, repetitivo, de ostinato, en el que hay cabida para desarrollar las texturas y experimentarlas en su totalidad. Tal es así que son varios los temas que superan los cinco minutos de duración como el primer corte, “A Blue Flame”, “Everything in its wrong place”, “The Hunt”, “Hobo”, “Inner Dance”, “Big Hope”, “Sarabande” y “Pahoehoe”.

Esta formación encaja en un movimiento underground muy amplio que se está desarrollando en diferentes puntos de la península y en el que participan una buena cantidad de bandas, músicos, sellos discográficos y proyectos: Metamovida, Spinda Records, Cró!, King Gizzard, Fuzzo, Juzz, etc.

 

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