Galiana y Parrilla, ‘Espíritu Mingus’ en el Alcázar de Sevilla

Texto de José An. Montero / Fotografías de María Ramos

El pianista Javier Galiana y el saxofonista Bernardo Parrilla homenajearon a Charles Mingus en el centenarario de su nacimiento en la XXIII edición de las Noches en los Jardines del Alcázar de Sevilla.

Reales Jardines del Alcázar de Sevilla. Diez y media de la noche. Desde la megafonía anuncian que el concierto está a punto de comenzar, el público hace respetuoso silencio ante la ceremonia del jazz que va a comenzar. Calla hasta la Giralda allá al fondo. Sólo se oyen los lejanos silbidos de unos pajarillos. Suena el graznido de un grajo. Procedente de la parte trasera del patio de butacas, un saxo soprano empieza a jugar con la melodía de los pájaros. Cual flautista de Hamelín, pájaros, grajo y el público metido en el bolsillo suben al escenario ubicado frente al cenador de Carlos V.

El canto se convierte en cumbia y la cumbia da paso al ‘Myself When I am Real’ la composición que Charles Mingus creó en 1963 para su trabajo ‘Mingus Plays Piano’ y de ahí a la primera pieza anunciada en el programa de mano, ‘Mood Indigo’ de Duke Ellington. Veinte minutos sin interrupción en los que Javier Galiana y Bernardo Parrilla consiguieron llevar al público de la sonrisa al asombro, y del asombro a la admiración.

Nunca es fácil para el músico de jazz enfrentarse al público general, poco acostumbrado a que las piezas no duren los canónicos tres minutos, con sus estribillos recurrentes, sus melodías subrayadas, con principios y finales reconocibles. Al mismo tiempo, adquiere una importancia vital para crear nuevos aficionados que festivales como las Noches en los Jardines del Alcázar programen noches dedicadas al jazz, que permitan ver sobre el escenario a intérpretes solventes como Galiana y Parrilla.

Bernardo Parrilla al que el crítico José Pruñonosa definió en este mismo medio como la joven promesa del saxo andaluz, saxo soprano, tenor y flauta travesera para la ocasión, y el pianista gaditano Javier Galiana, el que “se fue de gira mundial con Manu Chao, estudia a Aristóteles y toca en el Trío Garum, La Canalla, en Tomate, Trío y Cebolla, en Tumbando a Monk y en doscientos grupos más”, lograron dos objetivos fundamentales en su actuación de pasado diecisiete de agosto en los Reales Alcázares de Sevilla con el programa que llevaba por título, ‘Espíritu Mingus’ que celebraba el centenario del nacimiento del contrabajista Charles Mingus. El público descubrió que el jazz también puede ser divertido y festivo, y que muchos, al volver a casa, se pusieran a escuchar los viejos discos de Mingus, quizá algunos descubriéndolo por primera vez.

El “pianista de patinillo”, como alguna vez se definió Javier Galiana, y su discípulo Bernardo Parrilla ejecutaron un programa que, por cierto poco se pareció al anunciado, con las dosis justas de simpatía, preciosismo instrumental y belleza estética que la noche requería, pues si el principio y el final tuvieron hasta cierto tono chirigotero, la interpretación del clásico de Mingus, ‘Goodbye Pork Pie Hat’, al que la maravillosa balada de Duke Ellington ‘Fleurette Africaine’ sirvió de introducción, fue de una delicadeza y sutileza extremas, digna de una velada romántica del mismísimo Al-Mutamid. Sentimiento y belleza en el espacio, en la composición, en la interpretación. Sólo por estos apenas cinco minutos hubiera merecido la pena.

El sombrero de Galiana que sirvió como personal tributo al propio Lester Young en la interpretación de ‘Goodbye Pork Pie Hat’, se transformó en sombrero canalla y trotamundos para arrancarse a cantar en el bis una aguardentosa versión de ‘Los ejes de mi carreta’ de Atahualpa Yupanqui, que enlazada a la cumbia inicial sirvió de salida física del escenario cual músicos nómadas que buscan el siguiente destino del camino.

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