Promises: Floating Points, Pharoah Sanders & The London Symphony Orchestra o la música más allá de las etiquetas

Texto: Pachi Tapiz

El veterano saxofonista Pharoah Sanders continúa en la brecha, y además lo hace con una obra hipnótica como Promises (Luaka Bop – 2021). En este disco aúna fuerzas con el productor y músico Sam Shepherd, conocido profesionalmente como Floating Points. Estos dos artistas junto a la sección de cuerdas de la London Symphony Orchestra proponen un viaje de 46 minutos en forma de una suite, “Promises”, en nueve partes.

©Shawn Johnson

Sanders (1940) tiene una larga carrera que ha estado asociada principalmente al Free Jazz. Tras un inicio tocando con formaciones de Rhythm’n’Blues, en 1965 el mismísimo John Coltrane lo reclutó para su banda. Como resultado de esta colaboración fue su estreno en formato de grabación junto a Trane en las sesiones de Ascension, al que siguió Meditations, ambos grabados en 1965. La primera es una de las obras imprescindibles en gran formato del Free Jazz. La segunda es una obra en sexteto con los saxos de Sanders y Coltrane, dos bateristas (Elvin Jones y Rashied Ali), más piano (McCoy Tyner) y contrabajo (Jimmy Garrison), que muestra la transición del cuarteto clásico al periodo más libre de Coltrane. También fue integrante del último quinteto de este gran saxofonista, y aparece en un buen número de grabaciones en directo, como los brutales Live In Seattle y el cuádruple CD (con 6 temas únicamente), Live in Japan, ambos publicados en Impulse!

Además de su colaboración con Coltrane, su sonido llamó la atención de otras figuras punteras del jazz de vanguardia como Don Cherry, Ornette Coleman o Albert Ayler, así como de la crítica y los aficionados al jazz. Por tanto, no es en absoluto extraño que en el año 1966 se estrenase en Impulse! (El sello que Coltrane Impulsó, según titulaba Ashley Kahn el libro con la historia del sello del lomo naranja), con la grabación Tauhid. A partir de allí su carrera se desarrolla a lo largo de cinco décadas incluyendo además de sus propias grabaciones, distintas colaboraciones y grabaciones con los mencionados Cherry y Coleman, Alice Coltrane, Kenny Garrett, Randy Weston o el productor Bill Laswell, ya que mostró interés por la World Music.

Más allá de las limitaciones de las etiquetas, y especialmente de lo relativo al Free Jazz, resulta notable que su magnífico Journey To The One (Theresa, 1980), fuera seleccionado por el periodista y crítico John Fordham como el disco más destacado entre las obras de “Jazz de Discoteca” en su libro Jazz (editado en castellano por la Editorial Raíces en 1994).

©Eric Welles-Nystrom

Los otros dos responsables de Promises también tienen una interesante trayectoria tras de sí. La London Symphony Orchestra ha cumplido su primer centenario. Aparte de otros hitos, con grabaciones prácticamente desde sus inicios, lo más notable es que no depende de institución alguna, sino que es una formación autogestionada. Sus integrantes son quienes deciden todo lo relativo a su dirección, integrantes, etc.

En cuanto a Floating Points, además de tener unos estudios universitarios superiores en temas que no tienen nada que ver con la música, está en activo desde 2008, aunque su ámbito de actividad ha tenido más que ver con la electrónica y el pop. Pianista en su formación musical, los distintos teclados tanto acústicos (piano, harpsichordio, celesta), como los electrónicos (Fender Rhodes, Hammond B3, Therevox, EMS Sinthy entre otros), así como sus arreglos son el complemento perfecto para el saxofón (y la voz, aunque aparece muy puntualmente), de Pharoah Sanders.

©Eric Welles-Nystrom

Un pequeño conjunto de notas que se van repitiendo, obsesivas, a lo largo de toda la suite, es el punto de unión de esta obra. En ella no nos encontramos ni el saxofonismo hiperexpresionista, ni la urgencia que aparecen en una parte de la carrera de Pharoah Sanders. Todo lo contrario, este es un sonido más reposado. En esta calma hay espacio para los silencios, para que la música vaya transcurriendo con gran placidez. La economía es la que manda en esta gran obra. No hay urgencia por incluir la gran cantidad de sonidos y sonoridades que se podrían obtener y superponer del arsenal de instrumentos aportados por Floating Point. Tampoco hay necesidad de exprimir la colaboración de la sección de cuerdas de la London Symphony Orchestra, que quizás precisamente por ello, tiene unos momentos muy bien conseguidos de una gran intensidad.

Apoyado por el colchón sonoro de los teclados, Sanders va proponiendo un paseo sonoro plácido, tranquilo, que tiene la virtud de que invita a escuchar esta obra una y otra vez para observar cómo discurren el tiempo, los sonidos y la melodía, y surgen nuevos detalles, en una preciosa e hipnótica grabación, que tiene el mérito de situarse más allá de las limitaciones de las etiquetas.

 

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